Licenciada en Lingüística General y en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Doblemente masterizada en Literatura en la Era Digital (UB) y en Arte, Literatura y Humanidades (UOC), es profesora de lengua y literatura catalana y castellana en una escuela de adultos de Mallorca, isla donde nació y reside. Escribe en las revistas El Cultural, Cuadernos Hispanoamericanos, Mercurio, Publishers Weekly y Pliego Suelto. Ha publicado el diario íntimo hecho de collages y escritura semiautomática Una flor sin pupila y la mujer de nieve (Sloper, 2019), el ensayo sobre diarios íntimos de mujeres escritoras Heridas abiertas (Wunderkammer, 2020), el intercambio epistolar con el crítico y escritor Nadal Suau El matrimonio anarquista (H&O, 2021), donde los autores reflexionan acerca del amor, el deseo y la institución matrimonial, y el ensayo poético Autocienciaficción para el fin de la especie (H&O, 2022), un libro que gravita alrededor de la idea de identidad como delirio de la cultura, de los cuerpos concebidos como ficción colectiva y de la noción de género como un discurso somático que levanta fronteras. También ha prologado En la quietud del mármol (Medusa Books, 2022), un texto poético donde la escritora chilena Teresa Wilms Montt (1893-1921) evoca a su amante suicida. En 2018-2019 formó parte del equipo de investigación del Museo de Arte Contemporáneo de Palma, Es Baluard, en torno a la obra del escritor J.G. Ballard, que cristalizó en una exposición, un fanzine y un club de lectura. En diciembre de 2021 impartió el taller de escritura “La epístola amorosa” en Crisi: espacio de pensamiento crítico en Barcelona. En la actualidad, está preparando un ensayo para la colección Episodios Nacionales de la editorial Lengua de Trapo. Es adicta al cloro de las piscinas, a la escritura de epístolas amorosas y a los madrugones. Le gusta el café solo, el vino y comer pizzas veganas. Su perra Lily y su gata Winona son sus personas no humanas favoritas.
Entrevista al profesor / Entrevista a la profesora
Creo que hay una pulsión primera, una inclinación que no se aprende, que tiene que ver con la fascinación ante el lenguaje como cifra, como código secreto capaz de revelar otras formas de verdad, pero eso no te convierte en escritor porque escribir implica “picar piedra”, es decir, muchas horas de trabajo, ahí donde trabajo significa leer y escribir, revisar y reescribir y seguir leyendo, pero también, y esto es fundamental, compartir tu trabajo con los otros; sin esa conversación, no hay autor capaz de hacerse como tal. Por eso creo que sí, que la escritura es una disciplina artística que debe aprenderse y que puede enseñarse porque, como dijo Susan Sontag, “nadie escribe un libro solo. Todos los libros son una colaboración”.
Ser profesora, para mí, quiere decir tener todavía fe en la conversación como instancia de aprendizaje, y significa también creer en lo colectivo como modelo de enriquecimiento mutuo. ¿Cómo y por qué comenzaste a impartir clase? Empecé a impartir clases de literatura y a realizar talleres literarios porque me parece fundamental romper con el mito del genio creador que no necesita de nadie ni de nada para convertirse en artista. La literatura es una disciplina humana, un arte, y todo arte pone en funcionamiento una serie de códigos, herramientas y recursos que deben ser aprendidos.
Para mí, un taller debe tener dos características fundamentales: la primera, es que tiene que ser un espacio seguro e íntimo, una zona común, cálida y compartida, donde nadie se sienta coartada para participar, porque sin la concurrencia de les alumnes, nada tiene sentido. Elles son el centro creativo, el germen; la segunda cosa es que no establezco una estructura vertical de profesora-alumne, sino una horizontal basada en el diálogo y el intercambio de ideas, de lecturas y de escrituras.
Espero que les participantes del curso acudan a la primera sesión sin prejuicios y con ganas de escribir. El miedo no está mal, tampoco la inseguridad, siempre que estas emociones no sean paralizantes. ¿Y cuándo termina? Al final de los cursos, espero, anhelo diría incluso, que les alumnes se hayan llevado algo valioso y hayan conseguido generar un texto que sirva como semilla de futuras escrituras.
La exigencia tiene que venir de cada participante; en función de lo que elles quieran dar, yo recibo.
Trabajar con escritores significa aprender a ver el mundo y también la literatura desde otros lugares que no son el mío; ese desplazamiento es muy útil para evitar la soberbia y cultivar la humildad, pero también para mejorar como profesora y como escritora. Nunca se sabe qué mirada despertará un texto, una escritura, un aprendizaje, una nueva enseñanza.
No sé qué hay que tener para ser una buena profesora de escritura; tal vez creer, creer en el aula como obrador, como lugar donde se generan escrituras que después cada persona podrá desarrollar en la soledad de su cuarto o en la soledad a la que pueda acceder para finalmente volver a sacarlas al espacio común. No sé cómo ser buena profesora, lo que hago, lo que pretendo en mis talleres, es propiciar posibles literaturas, alentarlas, alimentarlas, dar herramientas. Ojalá sea eso ser profesora. Ojalá lo consiga a veces.
Me gusta la idea de la literatura como un ejercicio de riesgo, así que animo a les participantes de mis clases a llegar al hueso del miedo y adentrarse en él para desactivarlo a través del lenguaje literario. Llegar a lo más hondo de las pulsiones creadoras de mis alumnes es un regalo.
La conciliación enseñanza-escritura debería ser tan importante como la conciliación familiar. Sin embargo, puesto que el concepto no existe, me veo obligada a hacer equilibrios y malabares, a arañar horas donde no hay horas, a robarles tiempo a mi sueño y a mi descanso. Es difícil y agotador, pero ahí está la escritura, siempre demandante. Si no escribiera estaría menos cansada, pero sería una persona muy triste.
Soy incapaz de dar un solo nombre, imposible, sería, me parece, injusto y obsceno; sin embargo, sí diré que adoro la literatura de Sara Gallardo, de Annie Ernaux, de Anne Carson, de Antonio di Benedetto, de Maggie Nelson, de Joy Williams, de David Foster Wallace, de William H. Gass, de Maggie Nelson, de Mary Robison… no sé, también me encantan Miyó Vestrini, Wisława Szymborska… no sé, la nómina es interminable. ¿Qué libro estás leyendo en la actualidad? Estoy leyendo los diarios de Chirbes, y releo la obra de Sara Gallardo y de Annie Ernaux.
