Licenciada en Publicidad y Relaciónes Públicas por la UCM y Máster en Gestión y Dirección de la Comunicación Organizacional. Comienza su formación en Técnicas Narrativas en la Escuela de Letras con Antonio Muñoz Molina como profesor. Continúa después sus estudios sobre el tema en la Escuela Contemporánea de Humanidades con escritores como Alejandro Gándara, Álvaro Pombo, Jose Luis Corrales y Rosa Montero, entre otros. Se inicia también en el Taller de Escritura de Madrid con Javier Sagarna como profesor. Después de unos años como alumna pasa a ser profesora de la Escuela de Escritores. En el año 2010 recibe una beca de Creación Literaria del Gobierno de La Rioja para escribir su primera novela: «Policromías». Y en el 2015 recibe del Ayuntamiento de Logroño una beca de Proyección Literaria por el álbum ilustrado: «Trastos viejos». En el 2021 publica su primer libro La vida de las luciérnagas. Historias de mujeres brillantes. Proyecto que nace desde la consejería de igualdad, con el fin de dar a conocer la vida de trece mujeres valientes y luchadoras que dejaron huella. Desde el año 2017 imparte también los talleres de creación literaria en la Universidad Popular de La Rioja, donde ha colaborado con las personas de los talleres en varios proyectos sociales a través de la escritura como el libro Tus latidos en días de pandemia. También tiene un taller de creación literaria en Semilla negra, espacio cultural de la editorial Pepitas de Calabaza.

La vida de las luciérnagas

Biografía
Pepitas de Calabaza
2021

Más información
María Esther Sánchez, alumna de Escuela de Escritores - IMG100

Virginia Ruiz realiza su trabajo de manera muy profesional, revisa consiguientemente los textos y emite su opinión para mejorar la escritura estimulando al alumno para continuar escribiendo.

María Esther Sánchez, desde Cuernavaca

Empecé en marzo el curso 'El gozo de escribir'. Mi profesora ha sido Virginia Ruiz, que nos ha ayudado a cada uno de los alumnos a aprender a través de la práctica, corrigiendo y comentando nuestros textos tanto lo que le gustaba, como lo que no era correcto y siempre explicando el porqué. He disfrutado muchísimo en este curso. Lo recomiendo porque se aprende y disfruta a partes iguales. Muchas gracias por todo.

Olga Villar Bañuelos, desde Pozuelo de Alarcón (España)

Quiero recomendar a Virginia Ruiz, he hecho con ella Autoficción I y espero poder hacer Autoficción II cuanto antes. Es una profesora excelente, dispuesta, muy preparada, siempre ayudando y motivando a los alumnos, potenciando sus “semillas” (como ella nos dice) y su creatividad. Es muy respetuosa con el trabajo de los alumnos y muy generosa, en definitiva una excelente profesional. Me encantaría repetir curso con ella, cualquier curso ¡Gracias Virginia, eres estupenda!

Esther Almudena García Pedrosa, desde Alcobendas (España)

He realizado dos cursos de Escritura Creativa con Virginia Ruiz, y me he matriculado en un tercero (Autoficción). Mi experiencia con ella ha sido muy gratificante. Es una profesora implicada, con dominio de la materia, y con una gran capacidad para transmitir sus conocimientos. Sus comentarios, tanto los individualizados como los generales, nos animan a seguir aprendiendo, gracias a la pedagogía con que los redacta; mientras que su actitud cercana, facilita el aprendizaje así como el ambiente de complicidad entre todos los alumnos.

Eva María Rodríguez Rubí, desde Granada (España)

Entrevista al profesor / Entrevista a la profesora

Creo que un escritor nace cuando siente dentro de sí la necesidad de contar historias, de expresarse por escrito. Y, generalmente, no coincide con la fecha de nacimiento. El escritor nace cuando hace caso a ese impulso que siente dentro y decide dedicarse a escribir cada día. Escribir, es una forma de mirar la vida, de vivirla.

Creo que es posible aprender a escribir y que es necesario aprender la técnica narrativa si quieres que las historias funcionen, que lleguen a quienes lean como un dardo llega a la diana.  Escribir es como conducir un coche. Puedes ser muy buena al volante y tener facilidad para conducir; pero sin conocer las normas de circulación, no es fácil mantenerse en la carretera. También es necesario alimentarse: la persona que quiere aprender a escribir, ha de nutrirse para ello con las mejores lecturas.

Las personas que tienen el deseo de escribir llevan dentro las semillas de las historias que quieren contar. Con el tiempo, como profesora, creo que he aprendido a detectar esas semillas, a ser sensible a ellas, a cogerlas con la mano y a mostrarles a los alumnos y alumnas que pueden plantarlas en la tierra y abonarlas para que crezcan. Creo que esa es la labor que hacemos los profes en esta Escuela: ayudar a dar forma de historias a lo que llevan dentro y quieren expresar.

Comencé siendo alumna de Javier Sagarna. Fue él quien me propuso que empezara a dar clases. Recuerdo aquél día porque su propuesta me produjo una alegría enorme. Y también recuerdo que cuando era pequeña, uno de mis juegos favoritos era ser profe. Sentaba a las muñecas en la cama y les repetía todo lo que había aprendido en el cole.

Conozco a varios profesores y profesoras desde hace bastantes años. Compartimos talleres hace muchos años, cuando estábamos aprendiendo. Otras personas fueron mis profes o compañeras de tertulia y también quedó ese lazo de amistad. A varias personas todavía no las conozco en persona aunque las he podido conocer a través de sus libros y algunas veces comentamos asuntos en la sala de profes. Antes de la pandemia solíamos celebrar una comida-encuentro una vez al año. Era una fiesta y una oportunidad para ponernos cara y voz, porque la Escuela siempre está en crecimiento. Esa sensación de cercanía, de tener un ordenador por medio y sentir que desaparece, es algo que siempre me ha maravillado de esta Escuela.

Me gusta confiar en los alumnos y animarles a que ellos también lo hagan: que confíen en ellos, que se escuchen, que encuentren dentro ese lugar desde el que las historias fluyen con mayor coherencia y sinceridad que cuando se pierden en el laberinto de los pensamientos enredados. Encontrar ese lugar, me parece clave también para que nazca la belleza y la verdad que toda historia debe contener.

La libertad, la mía y la de las personas del grupo, me parece esencial para que nazca un buen texto. Yo siempre les digo que nuestra aula, aunque sea virtual, ha de ser siempre un lugar seguro, un lugar en el que se sientan libres de expresarse. Me parece vital para que la creatividad fluya.

Les pido que sean honestos con lo que sienten. Creo que una historia escrita desde ahí respira vida y belleza.

Me gusta que se propongan dar lo mejor de sí mismos. Que se decidan a quitar las capas de se interponen entre los lugares comunes y su propia expresión.

Que desciendan, en la medida que puedan, hasta sus profundidades.

Me gusta que las personas se escuchen y sean constructivas con sus comentarios. Que funcionemos como un equipo en el que todos podamos crecer y aprender a gusto. Me gusta crear un espacio de libertad para que fluya la creatividad. Que las personas se sientan cómodas para que puedan abrirse y escribir sin vallas ni límites.  Y que también nos divertamos. El humor me parece un ingrediente muy interesante.

Por supuesto. Cada persona tiene algo que aportarme. Los alumnos me animan a seguir aprendiendo y a ser humilde, además de enriquecerme con sus miradas y puntos de vista. La experiencia como profe me ayuda también a desarrollar la sensibilidad ante sus textos. Natalie Goldberg en su libro «El gozo de escribir» cita una frase de un yogui indio, Baba Hari Dass, que dice: «Si quieres aprender, enseña». No puedo estar más de acuerdo. Enseñar es para mí una fuente de inspiración y de motivación.

Borges decía que todos enseñamos el amor por algo. Yo también necesito hablar de amor, de pasión. Que me apasione lo que hago, lo que enseño, lo que imparto. Recuerdo que cuando iba al colegio todas las asignaturas eran tan aburridas que enseguida me ponía a pensar en otras cosas. No había pasión en lo que contaban. Salvo en una asignatura: literatura. A aquella profesora le gustaba de verdad la asignatura que daba. Han pasado muchos años, pero aún recuerdo su voz recitando poemas, sus manos dibujando en el aire personajes y batallas cuando narraba las historias. Ella amaba la literatura, y estoy segura de que algo de aquél amor se me quedó pegado.

Me parece muy importante que entiendan que escribir tiene mucho que ver con mirar, con ver más allá de lo común o mirar a través de perspectivas aún no exploradas. Llevamos XXI siglos escribiendo. Podríamos decir que todo está contado. Por eso hacen falta formas inexploradas de contar, formas de ver que amplién nuestra mente.

Escribir es para mí ampliar los límites de la realidad con palabras, hasta hacerlos casi invisibles.

Después de leer un relato, quiero sentir que mi mundo se ha ampliado.

Escribir, como ya he dicho, es una forma de vida. Escribo a diario, tengo un montón de cuadernos, a veces me vuelvo loca con ellos, cada uno sirve para una cosa. Pero para sacar adelante un libro, hace falta mucho tiempo y dedicación y, en este sentido, voy lenta con mis proyectos personales. Ahora mismo estoy terminando un libro en el que llevo trabajando más de tres años. De vez en cuando necesito para todo lo de fuera y encerrarme solo con mi escritura.

Con los libros me pasa como con los cuadernos. Suelo tener varios en marcha a la vez. Los libros forma parte de mi labor como “investigadora”, aprendo de ellos. Pero mis libros más recientes, con los que salí ayer de la librería son Fármaco, de Almudena Sánchez y Nuestra piel muerta, de Natalia García Freire.

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Fotografía: Carolina Villar

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