Elvira Navarro estudió Filosofía. Ha publicado los libros complementarios La ciudad en invierno (Caballo de Troya, 2007) y La ciudad feliz (Literatura Random House, 2009), la novela La trabajadora (Literatura Random House, 2014) y la nouvelle Los últimos días de Adelaida García Morales (Literatura Random House, 2016).
Su obra ha sido galardonada con el Premio Jaén de Novela, el Premio Andalucía de la Crítica y el Premio Tormenta al mejor nuevo autor. Ha publicado recientemente La isla de los conejos (Literatura Random House, 2019).
En 2010 fue incluida en la lista de los 22 mejores narradores en lengua española menores de treinta y cinco años de la prestigiosa revista Granta. En 2014 El Cultural seleccionó La trabajadora entre las diez mejores novelas en español del año. En 2019 el suplemento Babelia eligió La isla de los conejos entre los diez mejores libros del año.
Durante 2015 ejerció de editora del sello Caballo de Troya. Ha sido traducida al inglés, francés, sueco, italiano y turco.
Ha colaborado con revistas como El Cultural, Ínsula, Letra Libres, Quimera, Turia o Calle 20, y con los diarios Público, El Mundo, El Confidencial, eldiario.es y El País. Ejerció la crítica literaria en Qué Leer, Revista de Libros y en el blog La tormenta en un vaso e imparte talleres de escritura. Es columnista en Mujeres a Seguir.

Me encantó la clase de Nouvelle de Elvira, ya que es súper práctica y su retroalimentación la da de manera que te alienta y te dirige muy bien. El ambiente que crea en la clase es de creatividad y apertura, de llevar tu historia por donde tú quieras. También se escuchan los comentarios de los compañeros, por lo que hubo buena camaradería entre todos.
Isabel Bermúdez, desde Puebla, México
Entrevista a la profesora
Hay una necesidad de expresarse a través de la escritura que no sé si viene de fábrica, pero que aparece a edades tempranas, o esa es mi experiencia. Esa necesidad de expresión a través de la palabra no es intercambiable por ninguna otra, pero hay que trabajarla. Por sí sola, no es garantía de nada. El potencial ha de desarrollarse. El escritor ha de hacerse.
Significa la asimilación de que compartir algo es aprehenderlo en un sentido profundo porque, para hacer que los demás lo comprendan, has de repensarlo desde las preconcepciones y dudas ajenas.
Siempre pregunto antes a los alumnos qué es, por ejemplo, la literatura, un narrador o un buen diálogo. A partir de sus ideas, empezamos entre todos a construir la argumentación. Procuro que en clase pensemos en común.
Que respeten el tipo de escritores que son y lo que quieren decir, pero también que entiendan qué es la literatura.
Procuro que sea lo más participativo posible. Los ejercicios no los comento solamente yo, sino también el resto del grupo. Procuro asimismo que aprendan cuanto antes a diferenciar el gusto personal de un buen análisis de un texto literario, que trasciende lo personal.
Que a menudo los límites que ves en ellos son tus propios límites.
Tener un entendimiento amplio de la literatura, saber ver qué está intentando hacer el alumno y no imponerle tu visión.
Me gusta mucho la lección sobre los personajes porque una de las cosas más maravillosas de los buenos libros es que te permite vivir y comprender la experiencia del otro sin juzgarle. Siempre que puedo, procuro que los alumnos se den cuenta hasta qué punto se puede y se debe escribir desde la complejidad moral y vital.
Uno de mis autores predilectos es Dostoievski, porque retrata a locos y a asesinos no para que los juzguemos, sino para que los comprendamos.
