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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Este artículo debería haberse llamado: «Donde dije digo, digo Diego». Creo que el dicho representa a la perfección el sentimiento que solemos tener como escritores al revisar la planificación cuando nos encontramos al final de la escritura y al final de la revisión.
Soy un gran defensor de las planificaciones, sobre todo cuando hablamos de novela, por lo que siempre realizo una antes de comenzar con la escritura de mis proyectos. Y también sabéis que me gusta escribir dicha planificación con un lápiz metafórico que me permita cambiar cualquier cosa durante el proceso de escritura. Es decir, que planifico y después a veces sigo dicha planificación y a veces no.
Hay dos momentos en los que me gusta volver a echar un vistazo a la planificación del proyecto: al final de la escritura del primer borrador y cuando me estoy acercando a la revisión final. En ambos casos me ayuda a ver con perspectiva el proyecto y a encauzar el resto del trabajo con el mismo.
Dentro de la planificación, se recogen los objetivos que yo me había planteado con la novela cuando esta era solo una idea, lo que yo quería transmitir y la manera en la que me gustaría que los personajes cambiaran. Como es evidente, cuanto más larga sea la novela, menos se parecerá esa planificación al resultado final. También me gusta planificar algunos hechos importantes de la novela, como son los puntos de giro y el desenlace. Intento mantenerme lo más posible pegado a estos puntos porque de otro modo la historia puede desviarse demasiado, pero tampoco llego a una planificación exhaustiva o a una escaleta al detalle de todo lo que va a ocurrir. Como mucho, separo en capítulos la peripecia y hago un pequeño resumen de lo que quiero que suceda en cada uno de ellos.
Dicho esto, cuando he terminado de escribir el primer borrador, me siento y le echo un vistazo a la planificación antigua. Ahora ya conozco a los personajes, ya he andado con ellos y he escuchado sus voces; sé a qué tienen miedo, cuáles son sus deseos y qué cosas les apasionan. Ahora estoy mucho más preparado que antes para decidir en qué me había equivocado a la hora de planificar. Ese conocimiento me permite decidir si hay algo que cambiar en la revisión o algo importante que haya olvidado reforzar.
Comparar esos dos momentos es como comparar la foto de un niño con la de un adolescente. En teoría, la esencia de los dos documentos debe ser la misma. Si no, hay que realizar un proceso de investigación y ver dónde nos hemos desviado y si esa desviación convierte nuestro borrador en un proyecto distinto. Hacer eso no quiere decir que haya que corregir nada, puede que nuestro nuevo proyecto nos guste más que el planificado (suele pasar), pero obtener esa información nos colocará en un lugar distinto desde el que abordar la revisión. Un lugar mejor, más enfocado. Ya no tendremos el peso de esa planificación obsoleta y podremos manejar el borrador con autonomía. Aunque, ya digo, no suele ser lo habitual.
Lo normal es que el borrador contenga la esencia de la planificación, aunque haya cosas que han cambiado. El adolescente quizás tenga el pelo más moreno y más liso que el niño, que la nariz le haya crecido y tenga algo de bigote, pero seguirá siendo la misma persona en su esencia base. Al repasar la planificación en ese momento, hay que decidir si queremos potenciar esas diferencias o limarlas. Personalmente, suelo extraer una brújula de la planificación que me ayude en el proceso de revisión. Por ejemplo, en mi último proyecto, en la planificación hacía mucho hincapié en la envidia y la culpa de dos personajes y eso en el borrador estaba, pero en un segundo plano. Ver la planificación de nuevo me hizo darme cuenta de que había dejado de lado aquella razón por la que quise escribir la novela por primera vez y me sirvió para potenciar esos dos sentimientos en la revisión. Siempre que me surgía alguna duda, tiraba hacia la culpa o la envidia. De ese modo, la novela y los personajes fueron ajustándose poco a poco y recuperé aun más la esencia de lo que yo quería contar.
Como os decía antes, también me gusta regresar a la planificación al final, cuando estoy a punto de enviar el borrador a los lectores cero o cuando estos me lo han devuelto. Siempre antes de la revisión final.
En este caso, revisar la planificación es como ver la foto de un niño y un adulto. O de un adolescente tardío. La foto del primer borrador y la del final deberían parecerse más entre ellas de lo que se parecen a la foto de la planificación. Si esto no es así, ahí sí que hay que revisar lo que hemos hecho. No es normal que, de un primer borrador a uno final, la historia cambie radicalmente. Si eso pasa, hay que ver por qué y, si es necesario, considerar esa historia como un borrador casi nuevo que necesita revisión posterior. Puede pasar si dejamos mucho tiempo entre el borrador y la revisión porque nosotros no seremos los mismos que cuando escribimos la historia la primera vez y, por lo tanto, no estaremos movidos por las mismas intenciones ni tengamos interés en las mismas cosas. ¿Es recomendable? No. Es recomendable dejar pasar unos meses, pero solo para poder ver la historia con ojos ajenos.
Revisar la planificación en esta fase final nos ayudará a dar los últimos retoques y confirmar si hemos logrado el objetivo que nos propusimos al comenzar a escribir. Que no lo hayamos logrado (pero hayamos logrado otros objetivos) no tiene por qué significar necesariamente algo negativo, pero sí que es conveniente hacerse preguntas al respecto y saber por qué ha pasado. Eso nos ayudará a planificar mejor y ajustar más la siguiente planificación. Saber cómo trabajamos nos irá guiando a la hora de afinar las planificaciones. Lo ideal es que en cada planificación haya menos diferencia entre esas tres fotos que sacamos durante el proceso, porque eso significará que cada vez controlamos más nuestra propia escritura y, por lo tanto, que somos unos escritores más maduros y conscientes.
Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónRedactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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