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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

El artículo de esta semana me ha costado mucho. No porque la temática de la que hablo sea más complicada que las que he abordado en otras ocasiones, sino porque es una de las herramientas del escritor que más duelen y que más nos cuesta interiorizar. Sacad las tijeras, esta semana vamos a hablar de recortar texto.

Blog de escritura de Escuela de Escritores, con Lara Coto, Alejandro Marcos, Chiki Fabregat, Jorge Corrales y Mariana Torres

En sí la técnica no tiene mucho misterio, tal y como imaginaréis. Simplemente consiste en eliminar todo aquello que le sobra a nuestra narración para dejarla en su mejor esencia. Hay que cortar la hierba (y el pelo) para que crezca más fuerte. Es simple, pero duele.

Eliminar parte de lo que hemos escrito se siente parecido a tirar parte de lo que nosotros mismos somos, de lo que hemos creado. Al comienzo, y hablo, evidentemente, de mi experiencia personal, borrar texto me hacía sentir como si hubiera desperdiciado todo el tiempo invertido en la creación. Poco a poco (y menos mal) he aprendido que no es así, más bien al contrario.

Cuando uno elimina aquello que le sobra al texto no ha perdido el tiempo, lo ha ganado. Ha ganado tiempo para conocer la historia o los personajes y saber qué es lo que le viene bien a la narración y lo que no. En una novela, a veces consiste en cargarse capítulos enteros; o un narrador, como me pasó a mí escribiendo Vendrán del este. Si yo no hubiera escrito ese narrador, esos capítulos que después eliminé, no hubiera podido completar la historia. Tampoco hubiera conocido a ese personaje secundario que después me sirvió de hilo conductor para otras historias.

Ya os hablé en este otro artículo sobre el arte de saber decir adiós a un proyecto. Y esto es algo parecido. Duele al comienzo, pero después el texto suele sentirse agradecido, respirar con mayor holgura y, además, potenciar el tema que queremos contar con nuestra historia. Nunca me he arrepentido de cargarme frases, párrafos o capítulos enteros que no me acababan de convencer. En general, tenemos un sexto sentido para detectar aquello que sobra y aunque nos lo intentemos negar a nosotros mismos, cuando un texto no nos convence, probablemente sea porque no encaja con el conjunto de la obra que estamos preparando.

Puede que sea porque no alcanza la calidad que necesitamos, en cuyo caso quizás nos convenga realizar una reescritura de cero. Esto nos llevará el doble de trabajo, claro, porque tendremos que hacer el esfuerzo de eliminar y el nuevo esfuerzo de reescribir. Siempre recomiendo esta técnica antes que parchear algo que no nos convence. Este tipo de soluciones corre el riesgo de crear textos Frankenstein en los que el lector se atore o se pierda sin saber qué ha pasado. Ha pasado que no somos los mismos narradores en un momento o en otro ni tenemos el mismo conocimiento sobre la obra.

Esto cuando el texto es necesario para la obra. Puede darse que no sea necesario y que, además, sea mediocre (o incluso malo, que no hay que negar esa posibilidad. Todos somos humanos. Planeo seguir escribiendo textos malos mucho tiempo porque sin esos textos no existirían mis textos buenos). En esos casos, el trabajo de recortar es mucho más sencillo. Nos dolerá menos eliminarlo del documento. Casi nos sentiremos aliviados.

El problema viene (y con él quizás lo más doloroso), cuando hemos escrito algo realmente bueno, o que nos hace sentir orgullosos, y no encaja con la narración. Esos textos que escribimos verdaderamente inspirados, donde cada palabra es precisa, el ritmo adecuado y las imágenes potentes y poderosas. Usar la tijera ahí es como cortarse un dedo.

He de reconocer que a medida que voy creciendo en mi carrera como escritor, menos apego siento por lo que he escrito. No quiero decir que no me sienta orgulloso de ello o que no aprecie mi esfuerzo y mi trabajo. Al revés. Considero que mi trabajo es demasiado valioso como para no hacer un cambio necesario en el texto solo por mi ego.

No voy a negar que al comienzo me costaba mucho. Tenía la absurda sensación de que a mayor número de palabras, mejor escritor. Y cualquiera que haya leído un poco sabe que eso no siempre es así. Esta enfermedad de verborrea es muy común en los escritores aficionados a la épica fantástica, donde nadie se baja de las trilogías totalmente innecesarias.

Yo me he ido curando poco a poco. Al principio comencé eliminado frases, después me atreví con escenas y con capítulos. Ahora ya no le tengo miedo a nada. Eso sí, para poder hacer cambios bruscos, siempre recomiendo tener distintas versiones del archivo. Quizás haya veces en las que nos equivoquemos o necesitemos cierto fragmento eliminado para otra escena. Lo cierto es que a mí eso no me ha ocurrido, pero me da cierta seguridad. Saber que tengo guardado aquello que tanto me costaba eliminar y que era tan brillante, hace que sea más fácil cortar. Y la verdad es que nunca me he echado para atrás cuando lo he hecho. Hay veces que he recuperado un diálogo o alguna imagen especialmente lúcida, pero nunca me he arrepentido y he recuperado aquello eliminado.

Es más, alguna vez he vuelto a releer aquello eliminado y lo único que he hecho ha sido reafirmarme en mi decisión. Por eso creo que guardar aquello que dudamos si cortar puede ser un buen comienzo. Para darnos seguridad y para comprobar más adelante si estábamos en lo correcto.

Y, ojo, al igual que más palabras no significa mejor calidad; podar a lo loco tampoco nos garantiza un texto brillante. Nuestro libro es un árbol, si nos pasamos con la tijera, puede que nos quede un tronco precioso, pero muerto. Encontrar la medida justa es cuestión de buen criterio y de tener mucho músculo escritoril. En general, si alguien os dice que hay alguna parte que parece prescindible, es porque probablemente lo sea. Aprovechad ese feedback que viene desde fuera, porque desde dentro de la historia todo nos parece importante y necesario. Y pocas veces lo es.

¿Qué tal os lleváis con la tijera?, ¿habéis hecho las paces con ella u os sigue costando?

Acerca de los autores

Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Alejandro Marcos

Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.

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Chiki Fabregat, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Chiki Fabregat

Coordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.

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Jorge Corrales - IMG300

Jorge Corrales

Redactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.

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Lara Coto, profesora de Escritura Creativa para Adolescentes en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Ático26

Lara Coto

Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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Mariana Torres, profesora del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Gaby Jongenelen

Mariana Torres

Nació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).

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