Escrito por: LUCÍA EMMANUEL
Si alguien dijese el título de este artículo en algún juego de adivinanzas, muchas personas responderían sin pensárselo dos veces. Dirían Lost o tal vez Perdidos, aquella serie que volvió loca a la gente allá por el 2004 y durante el tiempo de emisión de sus seis temporadas, no solamente porque era una gran serie sino porque hasta el momento no se había visto nada igual: series tan largas con tantísimos personajes, enredos de tramas y subtramas a lo largo de varios hilos temporales, flashbacks y flashforwards, enigmas sobrenaturales en una isla de propiedades electromagnéticas misteriosas, viajes en el espacio-tiempo…
Soy uno de esos casos raros que hasta hace muy poco no sabía qué significa «Mover la isla», ya que a veces llego tarde a lo más mainstream. Y es que aunque ahora me considero una devoradora total de series, me hice aficionada a este tipo de formatos algún tiempo después de la emisión de Lost. Aunque me gusta pensar que no es que haya llegado tarde a la isla, sino que he llegado justo en mi debido momento, como si fuese uno de los míticos personajes del vuelo 815 de Oceanic.
Para los que hayan vivido ajenos al fenómeno Perdidos, la premisa es la siguiente: un grupo de pasajeros de un vuelo con rumbo Sidney – Los Ángeles se estrella en una isla perdida del Pacífico donde suceden cosas del orden de lo sobrenatural y deben sobrevivir en la misma mientras que esperan a ser rescatados. A partir de este momento, todo lo demás son spoilers, pero como tienen más de veinte años se pueden considerar ya cultura popular. Aun así, si queda algún rezagado o rezagada, os aconsejo prescindir de este artículo y correr a ver la serie.
Hay una parte de mí que se alegra de no haber visto Lost hasta ahora. Porque es una de esas joyas que hay que ver al menos una vez en la vida y la primera vez es siempre la más especial, así que es como si mi yo del pasado me hubiese dejado un regalo. Por otro lado, creo que mi experiencia de visualización puede ser ligeramente distinta a la que tuvo la gente en su momento, por una mezcla extraña de estar ante algo antiguo y a la vez original narrativamente hablando, sensaciones que me gustaría rescatar en esta reseña retro. Básicamente, intentaré resaltar aquello que me ha parecido extremadamente novedoso tras veinte años de auge de series en internet y plataformas. En definitiva, qué es lo que Perdidos nos puede seguir enseñando sobre narrativa y tiene mucho que ver con un recurso fundamental que utiliza la serie: los viajes en el tiempo. Esto lo hace de forma literal, ya que los personajes llegan a convertirse en viajeros en el tiempo, pero también de forma literaria, ya que la historia se cuenta desde varios prismas temporales, convirtiéndonos también a los espectadores en viajeros en el tiempo. Por otro lado, como espectadora desfasada, tengo con Lost una sensación de viaje en el tiempo particular.
En la primera temporada, me parecía que los capítulos tenían cierto aire antiguo. Un tipo de luz específica, un modo de contar la historia a través de una línea principal con flashbacks intercalados (un recurso del que las series han abusado a posteriori de Lost), incluso cierta belleza canónica en los personajes propia de las series americanas de los noventa. Por momentos pude tener la sensación de un ritmo un tanto lento, donde asomaban la patita enigmas sorprendentes, eso sí, pero a pesar de todo un ritmo pesado. Pero fue seguir viendo la serie, conocer mejor a los personajes, profundizar un poco en sus conflictos, sacar más enigmas de la chistera y en un momento dado estaba completamente dentro.
En Lost hay muchísimas cosas que son imposibles de prever. El planteamiento es tan loco y tan enrevesado que cualquier tipo de adivinación se vuelve un sudoku narrativo complejísimo. La narradora que se despierta en mí cuando está ante una gran trama ha hecho sus pesquisas durante todo el viaje y ha conseguido unir algunos hilos y adivinar pequeñas cosas de los arcos de los personajes, pero también ha habido puntos concretos que me han dado auténticos reveses, puntos de giro que no me esperaba, varios recursos con olor a nuevo.
En mis primeros años de estudiar narrativa recuerdo un análisis que hizo un profesor sobre la serie que estaba en auge en ese momento: Juego de tronos, basada en los libros de George R. R. Martin. Ese profesor era Fernando Maremar y lo que dijo es que Juego de tronos había roto algunos esquemas narrativos al hacer cosas que no se habían visto hasta entonces, como matar a sus protagonistas, mezclar géneros tan contrapuestos como el fantástico-medieval con el de los zombies o poner a las mujeres a la cabeza de las luchas bélicas por el poder.
Para mí Lost es distinta narrativamente por tres motivos principales: los flashforwards, los viajes colectivos en el tiempo y el desarrollo emocional multiversal de los personajes.
Los flashforwards o el salto de Jack
Durante las primeras temporadas la serie te educa para cohabitar en dos líneas temporales al mismo tiempo: la del presente de los personajes cuyo vuelo se estrelló en la isla y la de sus historias pasadas. Puede que esa forma de contar fuese moderna hace veinte años, pero es un recurso que ahora mismo puede hacerse un poco pasado de moda o incluso pesado de lo mucho que se ha visto ya en televisión.
Sin embargo, llega un punto en la historia en el que en uno de esos supuestos flashbacks coinciden dos personajes de la trama principal y esos personajes ya se conocen. Es entonces cuando te das cuenta de que no estás ante un flashback sino ante un flashforward. A partir de ese momento, la serie cambia su línea narrativa de forma radical y te empieza a contar pequeños trozos del futuro de los personajes, pero a la vez es muy limpio técnicamente hablando, ya que previamente te han educado como espectador a ver la serie en clave de distintas líneas temporales.
Este recurso multiplica por mil el interés de la trama y el deseo de conocimiento y resolución, ya que el primero de esos fashforwards sucede entre dos de los personajes más importantes, Jack y Kate, y esa escena se sucede fuera de la isla, con lo cual sabes que algunos personajes consiguen salir de la isla y necesitas saber cómo lo hicieron.
Por otro lado, supone un salto irreversible para uno de los protagonistas fundamentales: Jack, la mente racional por excelencia que, solo cuando consigue salir de la isla y se da cuenta de que fuera es un desgraciado, decide que quiere volver y comienza a cambiar su sistema profundo de creencias. Pasa de ser un hombre de razón a un hombre de fe. Ese primer flashforward supone un efecto boomerang en Jack y en toda la trama.
Viajes colectivos en el tiempo o el salto de Sawyer
Allá por la quinta temporada, mientras algunos personajes han conseguido salir de la isla, llega uno de los momentos más míticos de la serie: cuando un personaje mueve la isla para que los de fuera no les puedan encontrar. Entonces estalla la magia, ya que aparentemente la isla no se mueve solamente en el espacio sino también en el tiempo. De modo que los personajes que quedaron en ella comienzan a viajar a momentos claves de la historia global de la isla. Tras unos cuantos saltos temporales aleatorios, quedan atrapados treinta años atrás de su época, donde pasarán los próximos tres años. En este periodo descubren uno de los mayores enigmas de la serie: quiénes fueron los integrantes de la iniciativa Dharma, una comunidad científica que se instaló allí para estudiar las propiedades físicas de la isla, ya que tienen la ocasión de convivir con ellos y de convertirse en miembros de la comunidad.
La primera novedad de estos viajes en el tiempo es que los personajes lo hacen juntos, en una especie de Regreso al futuro colectivo, pero con unas normas distintas, ya que supuestamente no pueden cambiar el pasado: lo que pasó pasó. La segunda novedad es que pasan una larga estancia en una época pasada. La tercera novedad tiene que ver con el gran salto que esta trama espacio temporal supone para mi personaje favorito, Sawyer.
Sawyer, el cínico por excelencia, que perdió a sus padres siendo un niño y nunca había se había autorizado a ser feliz, ni dentro ni fuera de la isla, encuentra de pronto un oasis de paz en los años 70 al encarnar a un avatar que él mismo se inventa: La Fleur, un miembro más de la iniciativa Dharma. Después de tres años, los personajes que habían salido de la isla consiguen volver y se encuentran a un ser completamente nuevo: líder, responsable y alguien que ha conseguido desarrollar por primera vez una relación sentimental auténtica. La tercera novedad sería entonces que un personaje encuentre la felicidad fuera de su espacio tiempo y no quiera regresar a su realidad.
Desarrollo emocional multiversal de los personajes o el salto de Kate
Si los flashforwards despertaron mi atención de narradora y los viajes colectivos en el tiempo a la niña espectadora que hay en mí, lo que terminó de conquistarme del todo es el planteamiento global de toda la serie: el desdoblamiento multiversal de los personajes y, por tanto, su desarrollo emocional a través de universos diferentes. Es decir, que no solo vemos cómo evolucionan a lo largo de su arco narrativo, sino que asistimos a múltiples evoluciones simultáneas a través de varios universos espacio-temporales. Algo que, en mi opinión, se fragua muy bien a través de Kate.
Y es que Kate, Jack y Sawyer encarnan el arquetipo del triángulo amoroso. Kate tiene sentimientos por Jack, pero a la vez tiene sentimientos por Sawyer y en algunos momentos de la historia consiguen darle desarrollo a esas dos líneas sentimentales. Esto es algo que hasta aquí no parece demasiado original. Pero lo novedoso reside en que no se trata de una historia dicotómica de con quién se quedará de los dos; de hecho, la historia tiene reservado otro destino para ella y una nueva relación, esta vez de diferente índole: la maternidad de un hijo adoptivo. Lo novedoso que yo he encontrado es que Kate encarna una polifonía amorosa, quiere a Jack y quiere a Sawyer porque los quiere con partes distintas de su ser, son diferentes versiones de ella las que quieren a esos personajes, algo que en una historia de índole multiversal puede tener más desarrollo que en una historia puramente lineal. Como espectadora me ha sucedido algo que no recuerdo haber sentido antes: el deseo de que el personaje termine con uno de sus amores y el deseo de que el personaje termine con el otro de sus amores y la sensación de que ese desdoblamiento podría ser posible. Independientemente de la resolución que la serie le haya dado.
En conclusión, creo que Lost ha traspasado la barrera de lo viejo y de lo nuevo para adentrarse en el terreno de lo mítico. Lo que más me gusta de ella es que ha despertado la narradora que llevo dentro y me ha hecho volver a esa pregunta dramático-filosófica que ahora os traslado: ¿cómo crear algo que no se haya creado antes?
Licenciada en Física y Máster en Cultura Científica e Innovación. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores en el área de Informática. Imparte un Laboratorio de metáforas y fue alumna de la IX Promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores. En 2019 participó en el curso europeo de formación de profesorado de la EACWP. En 2021 publicó su primer poemario, Muro con buganvilla, con la editorial Amargord, reeditado en 2024 por Buenos Aires Poetry.
Más informaciónCoordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
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