Escrito por: LUCÍA EMMANUEL
Mi pareja es fan de la ciencia ficción. Para él cualquier ocasión es buena para envolverse en universos distópicos, espaciales, de inteligencia artificial o catastrófico-tecnológicos, ya sea a través de libros, cómics, películas o videojuegos. Por eso, cada vez que escucha alguna de mis divagaciones de escritora en voz alta, del tipo: «me apetece escribir una historia con mucha trama y puntos de giro» o «me encantaría escribir una novela que fuese adaptable al cine» o un simple «no sé cómo mejorar esta historia», tiene siempre la misma respuesta tipo para todos esos escenarios: “mete robots».
Soy hija de un hombre que devoró libros de Asimov durante toda su vida, así que estoy convencida de que el ADN de mi imaginación tiene que tener alguna secuencia escondida ligada a la ciencia ficción, porque es cierto que es un género al que le tengo mucho cariño, aunque confieso que he sido más espectadora que lectora. Las lecturas, tal vez erróneamente, las suelo reservar para un estilo de libros más similares a lo que me suele gustar escribir. Y lo mío se acerca más a universos líricos, intimistas, dramáticos o autobiográficos. Por eso, no puedo evitar reírme cada vez que escucho de nuevo: «mete robots», algo que ya se ha convertido en una broma de pareja. Y esa risa es una forma de responder: «¿Robots? Eso no tiene nada que ver conmigo y con mi escritura». Porque si algo tengo claro es que no soy una escritora de ciencia ficción.
Él dice que le gustan mucho mis textos, aunque sé que está en las antípodas de mi lector objetivo. Como también sé que en su broma hay algo de verdad, una petición de que escriba algo que se acerque a eso que a él le gusta leer, igual que cuando mis sobrinos me dicen que escriba alguna vez una historia para niños. Por eso, cada vez que lo dice, por un microsegundo se me pasa por la cabeza la idea de hacerlo. ¿Por qué no? ¿Hay algo que me lo impida? Y me pregunto si es cierto eso de que somos o no somos escritores exclusivos de un género y qué sucedería si yo escribiese una historia con robots.
Juan José Millás, en una de sus conferencias en la Escuela de Escritores, nos dijo que los escritores debían leer de todo. No recuerdo cuáles fueron sus palabras exactas, pero el mensaje era algo así como que no debíamos leer solamente el género o el estilo que más nos gustase, ni siquiera solamente literatura, sino también ensayo, crónica periodística, artículos científicos… Pues toda lectura es alimento para la materia gris del escritor. Años después, creo que fue el poeta uruguayo Rafael Courtoisie quien nos dijo en una charla: «no leáis solo poesía, leed física cuántica», para que saliésemos al encuentro de aquello que desconocemos, que consideramos incluso ajeno a nosotros.
Me pregunto si con la escritura sucede lo mismo. Si esos mismos autores nos aconsejarían escribir sobre aquello que desconocemos, adentrarnos en géneros que no son «nuestros géneros», conversar en lenguajes que nos son extraños. Por qué decir que somos escritores de esto o de lo otro, por qué no ser escritores de lo desconocido.
En mi caso, creo que hay varios motivos por los que hasta ahora no he escrito sobre robots (donde digo mi caso podría ser vuestro caso y donde digo robots podría decir fantasmas, zombies, la segunda guerra mundial o cualquier tema o arquetipo sobre el que no hayáis escrito nunca).
El primero es porque es algo que a priori no me resulta inspirador y por tanto deduzco que no llegaría a conectar con mi parte sensible. Como decía Francisco Umbral en su libro Mortal y rosa: «Hay que darle gusto a la pluma. A la pluma no se la puede disgustar. A mi pluma no le va el tema trascendente. El que no me vaya tampoco a mí es pura coincidencia. Si a mi pluma le hubiese ido, yo me habría pasado la vida haciendo trascendencia». Tal vez a mi pluma no le vaya el tema robótico: describir esa piel fría, metálica e insensible, imaginar a esos seres de inteligencia superior y sensibilidad insuficiente entre nosotros, plantear un conflicto dentro de un microchip. No le va y no hay por qué disgustar a mi pluma. Aunque también es verdad que es algo que nunca ha probado, así que teóricamente no sabe si le podría gustar ni qué podría suceder.
El segundo motivo es porque no me considero del todo autorizada para escribir sobre ese tema, por ser un género sobre el que no he leído suficiente y sobre el que no he escrito en el pasado. Por cierto respeto hacia aquellos que sí considero legítimos para escribir sobre un género, pienso que es necesario conocer las reglas concretas. Porque los géneros tienen normas, es así. En contrapartida, escribir sobre un género nuevo sería una forma de redescubrir la escritura desde cero, aprender a jugar a algo por primera vez, y el pretexto ideal para acercarme al manual Escribir fantástico, de Páginas de Espuma, en el que han participado amigos, conocidos y antiguos profesores.
El tercero es que lo siento como un lugar literario agotado. No porque piense que no se pueda escribir nada original sobre robots, sino porque veo difícil salirme de uno de los caminos ya recurrentes y tan sumamente bien explorados por ciencia ficción: la idea de la máquina inteligente que se rebela contra los humanos; la idea de la máquina con sentimientos; la idea del humano enamorado del robot; o esa idea más novedosa de la serie Westworld: el robot en manos de oscuras perversiones humanas.
Pese a todos estos motivos, sé que si mañana en un taller literario me pidiesen como ejercicio escribir algo que tuviese que ver con robots, sería capaz de hacerlo y puede que surgiese algo sorprendente para mí. Lo más probable es que llevase los robots hacia mi terreno y acabasen en algún relato íntimo o dramático. Tal vez descubriese toda una poética robótica fascinante. A veces, del azar de las palabras y las pautas literarias ajenas (cuanto más limitantes, mejor) pueden nacer grandes textos.
Hago una pausa en el último párrafo de este artículo y giro la cabeza hacia la ventana. Las paredes desconchadas del patio y esos cables de fibra que cuelgan bajo los alféizares me convencen de forma silenciosa de emprender el ejercicio. Me digo que lo voy a hacer, mi primer relato con robots. Un cuadrado estrecho de luz tamizada me da la primera frase: Hacer el amor con un robot es solo cuestión de piel.
¿Y a vosotros? ¿Qué os atrae u os impide escribir sobre un género determinado? ¿Qué barreras os ponéis para adentraros en la escritura de lo desconocido?
Licenciada en Física y Máster en Cultura Científica e Innovación. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores en el área de Informática. Imparte un Laboratorio de metáforas y fue alumna de la IX Promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores. En 2019 participó en el curso europeo de formación de profesorado de la EACWP. En 2021 publicó su primer poemario, Muro con buganvilla, con la editorial Amargord, reeditado en 2024 por Buenos Aires Poetry.
Más informaciónCoordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
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