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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Durante un tiempo en mi vida, y en verano algunas veces cuando estoy en el pueblo, para hacer deporte me dedico a salir a correr. Lo hacía, sobre todo, cuando vivía cerca de grandes parques, de ríos o, como ya he dicho, cuando me encuentro en el pueblo y puedo salir por el monte. No voy a hablaros esta semana de los beneficios de practicar cualquier deporte, ni siquiera de la relación que puede existir entre hacer ejercicio y la escritura (como ya hice en este artículo). Esta semana os voy a hablar de un concepto muy interesante que podemos denominar «la zona».
Permitidme que para explicar el concepto hable de mis carreras como aficionado. Cuando salía (o salgo) a correr, me gusta hacerlo al comenzar la mañana. Me calzo las deportivas aún medio dormido y me lanzo a trotar. Hacer deporte nada más levantarme me ayuda a espabilarme y a estimular el cerebro. Me activa durante el resto del día. Dicho así suena muy bonito, pero requiere de un gran esfuerzo cuando te suena el despertador (sobre todo cuando lo hace en invierno). Y digo esto del esfuerzo porque es algo muy importante para mí. Yo no hago deporte por gusto, lo reconozco. Lo hago porque es sano y porque me sienta bien, pero no me gusta especialmente.
El caso es que con el correr me pasaba una cosa curiosa que más tarde descubrí que no solo me pasaba a mí, evidentemente, y que algunos deportistas, sobre todo ciclistas, llaman entrar en «la zona». Este fenómeno consiste en realizar ejercicio sin ser consciente de que se está realizando. Llegar a un punto de equilibrio y de interiorización del ritmo del ejercicio tal que te permita evadirte de tu cuerpo y no ser consciente de que continúas realizando el deporte en cuestión. Evidentemente esto solo puede darse con deportes repetitivos como la natación, el correr, el ciclismo o la escalada. Esos momentos, cuando se dan, son estupendos. Te permiten seguir realizando el ejercicio durante más tiempo sin sentir cansancio y sin realizar el esfuerzo. Por supuesto, no se consigue (o no suele conseguirse) con cinco minutos de carrera. Lo que más odiaba en el mundo cuando corría era ser consciente de que estaba corriendo, de que el tiempo pasaba. Se me hacía interminable la carrera y acababa fatigado a los pocos minutos. Sin embargo, cuando conseguía no pensar en correr, la fatiga era menor y mi rendimiento mucho mayor. Esto de evadirse no es exactamente la zona, puesto que en la zona el deportista se separa completamente del cuerpo porque el mismo sigue funcionando de manera autónoma. De hecho, los momentos de regreso son los más complicados porque son en los que se puede romper el ritmo del ejercicio. Las pocas veces que me ha ocurrido eso fueron las veces en las que más tiempo dedicaba a entrenar y en las que en mejor forma estaba. Y solo después de llevar al menos media hora de carrera. Es el estado ideal en el que quieren entrar los ciclistas de grandes distancias o los corredores de maratones.
Muy bien, maravilloso, un concepto de lo más curioso o entretenido, pero, Alejandro, esto es un blog de escritura, ¿qué tiene que ver la dichosa zona con el escribir libros? Pues mucho más de lo que parece, como vais a comprobar a continuación.
La escritura es una actividad que precisa de cierta evasión ya que trabaja con la imaginación del escritor. También, en cierta medida, es una actividad física con algo de monotonía y ritmo. Un escritor puede entrar en la zona perfectamente cuando está completamente sumergido en su historia, cuando está escribiendo sin pensar en que está escribiendo. Es un estado, por supuesto, que solo puede darse en la fase de escritura, puesto que en la fase de corrección estamos demasiado pendientes y demasiado conscientes de lo que estamos leyendo.
Al igual que con el deporte, para entrar en la zona de la escritura se precisa de un tiempo de calentamiento, de un tiempo en el que podamos introducirnos de lleno en la historia. Cuanto más creativos seamos y menos distracciones tengamos, más sencillo será que entremos en la zona. Para facilitarlo, yo me alejo del teléfono y me pongo una alarma si tengo que hacer algo después. De ese modo no tengo que cortar la concentración para estar constantemente pendiente de la hora. Si queréis buscarla, es más probable entrar en ella cuando no se tiene hora de terminación, cuando podéis dedicarle a la escritura todo el tiempo del mundo. A veces algo de música clásica bajita puede ayudar.
Entrar en la zona de la escritura es maravilloso. El tiempo pasa sin darte cuenta y las páginas se van llenando solas. Es entrar en una ensoñación en la que los personajes se mueven y hablan delante de tus ojos, dentro de ti, y eso se plasma en el papel sin darte cuenta. No es algo que suceda muy a menudo, pero cuando pasa, es algo mágico. Nunca me pongo a revisar después de haber estado en ese grado de concentración porque muchas veces el texto necesita mucho pulido y darme cuenta en ese momento puede ser frustrante y provocar que me sea más difícil volver a lograrlo. Cuando escribo, escribo, cuando reviso o corrijo, reviso.
En la película Soul, aparece este concepto aplicado a muchas actividades (aparecían varias relacionadas con las artes) y lo unían con la concentración y la meditación. Una manera de «trascender» el estado material del cuerpo y dejar de percibirlo, pasar a otra realidad. Una especie de limbo entre lo corporal y lo espiritual. Y me pareció una definición bastante real y bastante bonita. De hecho, fueron la película y una charla con un amigo ciclista, los que me hicieron recordar las veces en las que yo había entrado en la zona corriendo y, sobre todo, la cantidad de veces que lo había hecho escribiendo.
¿Alguna vez habéis tenido esa sensación, sea escribiendo o practicando algún deporte?, ¿conocíais el concepto? Espero que os haya resultado curioso y, sobre todo, que os ayude en vuestra escritura.
Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónRedactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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