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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Con este artículo cerramos, de momento, nuestra incursión dentro de la tensión narrativa. Os recuerdo los dos anteriores artículos en los que tratábamos el tema por si queréis echarles un vistazo o por si queréis recordar alguno de los conceptos. En el primero hablábamos de la intriga y el suspense y en el segundo hablábamos del interés romántico y de cómo usarlo para crear tensión.
Esta semana os quiero hablar de otro recurso para crear tensión narrativa en vuestros textos de forma sencilla y eficaz; el reloj narrativo. Lo primero que puedo decir de esta técnica es que es muy llamativa y que, por lo tanto, no debe emplearse con asiduidad.
Vamos por partes: ¿a qué me refiero con reloj narrativo? Un reloj narrativo es un elemento de cualquier historia que suponga una cuenta atrás para el protagonista. Dicha cuenta atrás, sea temporal, espacial o de otra índole, debe ser conocida por el lector para que el reloj narrativo tenga efecto. Un típico reloj narrativo es aquel en el que el protagonista debe cumplir una misión antes de determinado tiempo. Quizás el más famoso de la literatura sea el de La vuelta al mundo en 80 días.
En este caso, al tratarse de un reloj tan amplio y de tener unas consecuencias tan leves (perder una apuesta), la tensión que se consigue con el reloj es limitada. Pero imaginad que el protagonista en lugar de perder una apuesta, perdiera la vida si no consigue dar la vuelta al mundo en ese periodo. Eso ya es otra cosa, las consecuencias son mayores y, por lo tanto, la tensión también lo será. Y esto se debe, simple y llanamente, a que hay más en juego y como lectores tendremos más ganas de saber si el personaje logra o no su objetivo.
A pesar de eso, el reloj narrativo sigue siendo muy largo y corremos el riesgo de que dicha tensión se diluya en la narración y que se concentre, como es evidente, en la parte final, cuando el plazo se acerca a su fin. Eso es algo que siempre va a pasar con los relojes narrativos; la tensión irá en aumento a medida que se agote el plazo que se haya dado en la historia. Por eso es imprescindible que el lector conozca dicho plazo. Si el personaje no lo conoce, hablaríamos de intriga y de reloj narrativo, puesto que, tal y como ya dijimos en anteriores artículos, los elementos generadores de tensión pueden mezclarse perfectamente o pertenecer a varias clases. Imaginemos que el protagonista de La vuelta al mundo en 80 días tuviera una semana en lugar de 80 días. Ahí la tensión sería muy alta desde el comienzo, aunque corremos el riesgo de que el lector piense que es una meta imposible y no sienta ningún tipo de interés en la historia. Hay que manejar un fino equilibrio en el que el plazo parezca poder cumplirse y, a la vez, parezca imposible.
Este ejemplo que hemos visto habla de un reloj narrativo temporal puro, pero en nuestras historias podemos encontrar otros muchos de diferentes tipos (aunque la mayoría tienen una relación directa con el tiempo, de ahí el nombre, evidentemente). Por ejemplo: imaginad que un personaje debe llegar a algún lugar antes que otro. Ahí la tensión aumentaría a medida que nos acercáramos al sitio porque no sabríamos exactamente de cuánto tiempo disponemos. Hablaríamos de un reloj narrativo espacial. Lo mismo sucedería cuando nuestro personaje debe hacer algo antes de que suceda otra cosa. No se nos dice el tiempo que tiene, por lo que la tensión debe generarse por saber si consigue o no su objetivo. Un personaje, por ejemplo, que deba recoger la casa y sacar a sus amigos borrachos antes de que regresen sus padres de viaje. En ambos ejemplos hay una temporalidad, debe cumplirse un objetivo antes de un momento concreto, solo que como desconocemos con exactitud el tiempo, debemos hacer hincapié en otra medida, el espacio en el primer caso, la limpieza en el segundo.
¿Y cuándo puedo usar un reloj narrativo? Puedes usarlo para hilar la historia, como hace Julio Verne en su vuelta al mundo, aunque en este caso la tensión se te concentrará, y debes ser consciente de eso, en el final de la historia. También puedes usar relojes pequeños que puntualmente aumenten la tensión cuando haya momentos en los que la trama principal de tu historia decaiga un poco o necesite un tiempo de descanso. Son muy eficaces y captan en seguida la atención del lector, por lo que es algo que sí te recomendamos planificar de antemano.
Por lo tanto, tenemos dos elementos clave en el uso de los relojes narrativos: la cuenta atrás y las consecuencias. El lector debe ser siempre consciente de las dos cosas si queremos exprimir el recurso al cien por cien. Y, por supuesto, debemos tener en cuenta que los plazos deben poder cumplirse aunque sean difíciles y también que las consecuencias deben cumplirse también puesto que nos hemos comprometido a ello con el lector. Si no se cumple el plazo y la consecuencia no se produce, el lector se sentirá estafado y engañado, probablemente no volverá a confiar en nosotros. Habremos roto, por tanto, el pacto con el lector que establecemos al comienzo de la historia.
Siempre uso el mismo ejemplo para ilustrar esto porque creo que es muy clarificador. En La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, el protagonista dice en determinado momento que en tres días estaría muerto. Un reloj narrativo, intriga y suspense a la vez. Es imposible dejar el libro a partir de ese momento. Pero llegamos al final y el suspense se cumple, le disparan, la intriga se disipa, ya sabemos lo que sucede, y, sin embargo, las consecuencias del reloj narrativo no se realizan: el protagonista despierta en el hospital después del disparo porque nos había dicho que moría, pero no nos había dicho que solo metafóricamente. Fin. No he vuelto a tocar un libro del autor.
Es una técnica muy común que habéis visto mil veces en las películas y leído en los libros. Seguro que hay algunas que os suenan mucho. ¿Las compartís en los comentarios?
Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónEs Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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