Dejar reposar los textos

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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Como los buenos arroces, los textos necesitan siempre de un periodo de reposo justo después de ser «cocinados». Y, como los arroces también, ese tiempo dependerá de muchos factores como el tipo de arroz y los ingredientes empleados.

Blog de escritura de Escuela de Escritores, con Lara Coto, Alejandro Marcos, Chiki Fabregat, Jorge Corrales y Mariana Torres

Como los buenos arroces, los textos necesitan siempre de un periodo de reposo justo después de ser «cocinados». Y, como los arroces también, ese tiempo dependerá de muchos factores como el tipo de arroz y los ingredientes empleados.

Alguna vez ya os he contado en el blog que soy bastante maniaco con mis rutinas y también un poco cabezón y cuadriculado con ellas. Debería flexibilizar un poco más, probablemente eso hiciera que escribiera, si no mejor, al menos más. El caso es que, como todos los años, este verano he abandonado por completo la escritura durante el mes de agosto. Yo empleo el verano para desconectar del todo y, como mucho, aprovecho para leer algo que esté relacionado con el proyecto que tenga entre manos. Este tipo de rutina en concreto os la contaba en este otro artículo.

Por esa razón, yo intento que coincida el inicio del verano con el fin de la escritura de un borrador o con el fin de una revisión. Me suele costar retomar un proyecto después de un parón tan grande (al menos un mes) y ese tiempo de arranque después hace que se resienta el proyecto y me cueste mucho más esfuerzo unificarlo. Este año no ha sido así y me ha venido bien.

Me encuentro sumergido en la escritura de un proyecto bastante grande que, ya lo sabía, iba a llevarme más tiempo del que normalmente dedico a los proyectos. Eso (y la maldita pandemia) ha provocado que al llegar el verano me encontrara más o menos en la mitad de la escritura del primer borrador.

Siempre he sido partidario de dejar reposar los textos un tiempo entre lecturas y, sobre todo, entre revisiones, pero ignoraba que podía usarse también para tomar algo de perspectiva cuando el proyecto se encuentra en fase de escritura aún.

Digamos que en verano no me encontraba en un buen punto en la escritura del manuscrito. Estaba empezando a tener serias dudas sobre el proyecto y, sobre todo, sobre mi capacidad para llevarlo a cabo. Que nunca falte una poquita de síndrome del impostor, que es lo que le da sal a la vida.

El caso es que, al volver en septiembre, me costó mucho sentarme y ver en qué había dejado el asunto. Me imaginaba una novela empantanada, sin sentido, y con pocas posibilidades de salir adelante. Y no fue eso lo que me encontré. Me sorprendí mucho al comprobar que la novela funcionaba tal y como yo esperaba que lo hiciese cuando decidí ponerme con el proyecto. Vi que las voces estaban bien construidas, que la historia era interesante y, lo más importante, que podía escribirla. Ya sabía de las bondades de dejar reposar los textos (más adelante las detallaré), pero no sabía que también podía servir para darte confianza como escritor.

Y, como cualquiera que escriba sabe, lograr eso es algo maravilloso. Ahora retomo ese mismo proyecto con muchas ganas y mucha energía. Muchas más ganas y energías que las que tenía cuando lo dejé aparcado en julio.

Y eso que solo ha pasado un mes entre lecturas. Cuanto más tiempo dejéis pasar entre las revisiones/lecturas de vuestros proyectos, esa sensación de leer algo que no has escrito tú mismo, más se acentuará. Porque precisamente esa es la principal ventaja que tiene el leer un texto propio pasado el tiempo; el poder acercarte a él con los ojos de un extraño, es decir, con la objetividad suficiente como para valorar si merece o no la pena.

Ya hemos enumerado dos ventajas de dejar reposar los textos que escribimos: poder discernir si merece o no la pena lo que hemos escrito y ganar confianza en un proyecto. Pero no solo existen esas dos.

Dejar reposar un texto, sobre todo en la fase final, hará que nos demos cuenta también de errores, despistes y erratas que no hemos sido capaces de ver. Esa visión objetiva hará que nos fijemos más en lo que estamos leyendo y, por lo tanto, que veamos fallos de coherencia en el argumento y erratas ortográficas. Es sorprendente cómo el cerebro pasa por encima de las palabras que ya conoce sin fijarse en si están bien escritas o no. Este último problema es menor ya que, deseablemente, contaremos con una corrección de estilo y ortotipográfica cuando el texto llegue a publicarse.

Si hemos dejado pasar bastante tiempo (tres o más meses) es probable que nuestra cabeza mezcle las distintas versiones del texto que hemos escrito con el tiempo y, por lo tanto, realizar una nueva lectura nos ayudará a situar la historia correctamente y, además, comprobar si los cambios realizados funcionan o eran mejores otras versiones anteriores del texto. Si eres un poco obsesivo con las correcciones (culpable, señor juez), es posible que hayas tocado tanto el texto que se haya estropeado. Yo he llegado al punto incluso de borrar un personaje, no acordarme, y decepcionarme cuando he vuelto a leer el texto (con el consecuente trabajo extra de volver a introducirlo).

También es una buena terapia para alejarte, tomar aire fresco y volver al texto con inocencia, haciendo que los parches y los cambios de los que hablaba antes se hayan asentado. Notaremos si esos cambios han quedado bien, se han suavizado con el tiempo, como las cicatrices de la infancia, o se han hecho más visibles aún como los remiendos y parches del monstruo de Frankenstein.

A raíz de mi nuevo descubrimiento, creo que voy a incorporar un pequeño descanso durante la escritura de un borrador, sobre todo cuando se trate de un borrador largo, simplemente para comprobar que la cosa funciona y que estoy haciendo lo que me había propuesto al comienzo de la escritura. No creo que este parón deba durar más de un mes o correremos el riesgo de alejarnos del todo del proyecto y no ser capaces de volver.

Cuando creo que debe hacerse un parón mayor (de mínimo dos o tres meses) es cuando se haya finalizado la revisión del borrador. Después de eso recomiendo una última lectura, dejando el proyecto listo para que lo pueda revisar más gente.

¿Vosotros qué opináis?, ¿dejáis reposar los textos o saltáis de uno a otro como Tarzán en sus lianas?, ¿qué es lo que mejor os funciona? Recordad que en esto de escribir hay que buscar siempre el método que mejor se adapte a vuestro proceso creativo.

Acerca de los autores

Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Alejandro Marcos

Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.

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Chiki Fabregat, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Chiki Fabregat

Coordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.

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Jorge Corrales

Redactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.

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Lara Coto, profesora de Escritura Creativa para Adolescentes en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Ático26

Lara Coto

Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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Mariana Torres, profesora del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Gaby Jongenelen

Mariana Torres

Nació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).

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