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Escrito por: JORGE CORRALES
De una anécdota personal hasta un maravilloso consejo para cualquier escritor novel. ¿Cómo conseguir la validación externa y cómo de importante es para nosotros? De ello hablaremos en este artículo con tintes de recuerdo.
Uno de los momentos más vergonzoso de mi vida sucedió en la universidad, en primero de carrera. Acababa de llegar a la facultad de Filología de la Complutense y estaba donde quería estar: en la clase de literatura española del siglo XX. Hay quien en la adolescencia le da por teñirse el pelo o hacerse un tatuaje, a mí me dio por leer poesía de la generación del 98 y 27, verme todo el Buñuel que caía en mi ojo y visitar una y otra vez el museo Reina Sofía. Así que cuando llegué a la primera clase de literatura del siglo XX estaba en mi salsa. La profesora era tal y como yo imaginaba: alguien que hablaba de Valle como si fuera su amigo, que se sabía todas las revistas donde publicaba Ramón Gómez de la Serna y que nos traía anuncios de los periódicos de la época para que supiéramos qué interesaba realmente a los ciudadanos.
El caso es que, como buen joven inseguro, decidí que quería impresionar a esa profesora. Así que utilicé varias tácticas: me senté en primera fila, cada día sacaba un libro distinto de la biblioteca para que viera que solo leía autores de principios de siglo, creo que, incluso, una vez escribí una frase de Lorca por si lo veía desde su asiento. Sí, era un imbécil… pero si no eres imbécil a los 18, lo eres a los 40. Así que era lo que había.
Total, que yo intentaba llamar su atención de todas las maneras posibles, pero ella, como buena catedrática, no me hacía ni caso. Hasta un día, un aciago día de invierno.
Ella estaba hablándonos sobre la importancia de las tertulias en el Madrid de principios de siglo. Nos habló del Pombo, del Café de la Montaña y, no sé cómo, comentó la importancia que tenían los clubs y los casinos… E hizo un comentario de pasada: “Bueno, aunque en la mayoría de clubs no podían entrar las escritoras, porque solo permitían la entrada de hombres. Aunque, a decir verdad, hoy en día, todavía queda esa costumbre bárbara en un club social de Madrid”. Yo, en mi empeño de llamar su atención, comencé a mover la cabeza arriba y abajo, afirmando. Fue un simple gesto, de: tiene razón querida profesora, qué atrocidad en estos tiempos. Pero ella entendió otra cosa. Así que paró la clase y me miró por primera vez en todo el curso:
—Ah, ¿usted sabe qué club es ese?
Por supuesto, yo tendría que haberme hecho una bolita y contestar. No, señora, solo afirmaba que era una barbaridad. Pero no, yo quería llamar su atención, yo quería que me viera. Así que decidí lucirme. Si era un verdadero experto en siglo XX, debería saber a qué club se refería. Así que comencé a buscar en mi memoria algún club retrógrado de Madrid. Pero de repente me di cuenta de que no conocía ningún club retrógrado en Madrid, a decir verdad, no conocía ningún club en Madrid. Así que me empecé a poner nervioso, muy nervioso, tan nervioso que mi cerebro actúo cómo le dio la gana y de mí, salió una especie de respuesta:
—El club Siglo XXI.
La respuesta no tenía ni pies ni cabeza, pero hacía poco, había salido en un capítulo de la serie Cuéntame y el nombre se me había quedado grabado en la memoria.
La profesora se bajó sus gafas de leer de cerca para mirarme bien. Supe al instante que estaba registrando mi cara y no precisamente en la lista de alumnos brillantes:
—El club siglo XXI lleva más de veinte años presidido por mi amiga Fulanita de Tal y es una institución abierta y plural.
Tierra trágame.
No sé cuántos estudiantes de la clase me clavaron su mirada, porque como estaba en primera fila, decidí no darme la vuelta y que todos vieran mi cara roja como un tomate.
El curso continúo y yo preferí morirme en mi sitio y, sobre todo, dejar de llamar la atención de la profesora. Seguí sentándome en primera fila, pero sin hacer el imbécil.
El semestre acabó y llegó el examen. Ese día estaba particularmente nervioso, porque suponía que caería algo de las Comedias bárbaras y aunque las había leído, no era mi fuerte. Sin embargo, para mi sorpresa, el texto a comentar fue Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías. No solo me sabía todo sobre ese poema, sino que recientemente había visto un documental sobre la relación de la tauromaquia con toda la generación del 27. Así que me explayé lo suyo. Tanto que tuve que pedirle más hojas en blanco a mi profesora. Ella ni me miró cuando me las dio.
A la semana siguiente acudí a ver la nota a mi clase (sí, hubo una época en que la lista de notas no llegaba por Internet y se ponía en un papel en un corcho). Yo cruzaba los dedos por tener un sobresaliente, pero eso no fue lo que me encontré. Junto a mi nombre encontré algo que no volvería a ver nunca más: M.H… Matrícula de honor.
¿Y por qué cuento todo este rollo? Porque ese día aprendí una lección que intento aplicarme día a día. La valoración exterior llegará únicamente por tu trabajo. Da igual cuánto llames la atención y pidas casito, lo único que se te evaluará será por lo que escribas, no por toda la parafernalia anterior. Muchos alumnos preguntan una y otra vez por cómo encontrar una editorial, cómo se puede hacer que un editor se lea tu libro, qué busca un agente. Y mi respuesta siempre es la misma: una buena lectura.
Da igual quién seas, tu escritura hablará de ti mejor que tú mismo. Por eso recomiendo siempre, dejar de gastar todo nuestro tiempo en llamar la atención, para ponerse a trabajar. Lo único que nos salvará siempre será teclear. Una y otra vez. He visto mucha gente a mi alrededor, que ha tenido reuniones importantes, que ha conseguido contactos claves, pero no tenía suficientemente bien trabajado su novela, su relato, su poema o lo que quiera que presentara. Muchas veces digo que una errata en texto puede equivaler a 20 reuniones. Si se nota que el texto no está trabajado, ninguna editorial lo va a aceptar.
Por eso, da igual todo lo que rodea a la obra, si quieres los aplausos, tendrá que ganártelos con tu trabajo.
Redactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónCoordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
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