Un último helado más

Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

El verano ha terminado. Las vacaciones han terminado. Sí, ya sé, hasta finales de septiembre es todavía verano y, aún así, solo comenzará el otoño en el hemisferio norte. Voy a matizar: El verano ha terminado, para mí. Las vacaciones han terminado, para mí. Y ahora viene la  culpa. Como cuando pasamos una mala noche después de haber comido un par de trozos de pizza más de los que deberíamos haber comido.

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Ahora miramos (miro) hacia atrás y vemos que esos brillantes 30 días de vacaciones han pasado volando y no hemos tocado ni una tecla.

Bueno, aquel día en el chiringuito de la playa te imaginaste cómo sería la vida del señor de las mallas rosas y pensaste que sería una buena historia. También, entre cabezada y cabezada en el tren a aquella casa rural, pensaste una escena (con diálogo incluido) para solucionar por fin el atasco de aquella novela. Eso cuenta como escribir, ¿no?

No. No cuenta. Seamos sinceros. No has (he) escrito nada durante todas las vacaciones. 

He reído, he descansado, he echado siestas, he visto películas, me he bañado en el mar y la piscina, he conocido lugares y personas que hasta entonces no conocía, he comido mucho, he bebido un poco, he bailado, incluso he leído, pero no he escrito. 

Menudo escritor. ¿Y tú quieres ser escritor?, ¿Hacen eso las escritoras a las que admiras? Qué vergüenza. Quizás no seas tan escritor si has podido pasar un mes entero sin escribir. Mejor dicho, si has desperdiciado un mes entero sin escribir.

¿Os suena todo esto? Porque a mí es algo que me machaca la cabeza cada septiembre y no es posible que me pase a mí solo. 

La culpa es uno de los grandes males de los escritores. Quizás junto al síndrome del impostor sea lo que más nos martirice a lo largo de toda nuestra carrera. Debería estar escribiendo o deberías haber escrito. Mis verbos preferidos o, al menos, los que más me digo a mí mismo. 

Y son verbos muy, muy, injustos. Lo primero porque no son ciertos. No le debo nada a la literatura (muy poca gente lo hace). Sean cuales sean tus motivaciones para escribir. El verbo deber y el verbo escribir se van a llevar siempre mal. Como imagino que se llevarán las obligaciones con cualquier otra expresión artística. No hay mejor receta para el fracaso que la obligación. 

Y no hablamos aquí de cierto compromiso con la escritura y con mantener una rutina de escritura. Creo que son dos conceptos diferentes. Una cosa es no escribir nunca y perder el poco tiempo que tenemos quejándonos de que no hemos escrito y otra muy diferente decir o pensar que hemos perdido el tiempo por dedicar nuestro ocio a hacer otras cosas que no sean escribir. 

Si os fijáis en todas las cosas que he enumerado arriba que he hecho este verano, ninguna de ellas tiene el derecho a ser menos importante que la escritura. Más aún cuando durante el resto del año sí le he dedicado muchas de mis horas.

Y lo digo sin actitud, son horas voluntariamente invertidas y que en un modo u otro, me han hecho sentir bien. Casi nadie tiene que escribir para vivir (en el sentido salarial del asunto), aunque muchas vidas serían bastante peor sin la escritura. 

De la escritura también se descansa. A mis alumnos siempre les digo que la escritura cansa, requiere de un esfuerzo intelectual y casi siempre emocional para el que hay que estar preparado. Y, tal y como ocurre en el deporte, es tan importante el entrenamiento como el descanso. 

Y yo este verano he descansado como un campeón olímpico. 

Mi amiga Chiki, de la que hablo mucho en los artículos porque comparto con ella burritos y penas literarias, y yo, siempre nos ayudamos con la culpa. De pronto uno dice: Llevo mucho tiempo sin escribir nada. Este año no he terminado nada. Y el otro dice: Bueno, entregaste ese encargo. Y esta editorial está valorando tú manuscrito. ¿En enero no se publicó esto otro? Entonces decimos: Ah, es verdad. Oye, pues he hecho un montón de cosas. Y nos reímos (y nos llamamos tontos). 

Al cerebro se le da de lujo (al mío al menos) olvidarse de todo el esfuerzo invertido, de todo el trabajo realizado, y regodearse en los helados junto a la piscina. Cuando leo un libro muy bueno en verano siempre pienso: si no estuviera tirado aquí y estuviera escribiendo, quizás algún día yo podría escribir algo así. Como cuando vemos un cuerpo escultural en la piscina mientras nos comemos un helado y le echamos la culpa al helado por no tener ese cuerpo.

La idea de base es equivocada. Tanto tu cuerpo como tu escritura no tienen nada de malo. Es verano, ¿de verdad se supone que debería estar haciendo otra cosa aparte de comer un helado en la piscina?

Igual que al ver ese cuerpo se me olvida que tengo mi propia rutina de ejercicio y de comida, al leer el libro se me olvida que durante el curso le he dedicado unas tres o cuatro horas a la semana a la escritura. Los habrá a quien le parezca mucho tiempo y los habrá que miren por encima del hombro y piensen que así jamás me voy a labrar una carrera como escritor.

Bueno, repito, no le debo nada a la escritura. No he escrito nada este verano, pero he descansado mucho. Si es tu caso, si por la razón que sea no has podido escribir este verano, yo te absuelvo de la culpa por el poder que me otorgan las tumbonas y los helados. No has dejado de ser escritor o escritora por ello. 

No tengo claro si he escrito este artículo por vosotros o por mí, pero espero que os haya hecho sentir menos solos y un poco más empoderados para encarar el comienzo del año escolar. Ya sabéis que, para mí, septiembre es mucho más año nuevo que enero. 

Y, ahora, después de darme permiso y haberos (haberme) perdonado, como en el hemisferio norte aún es verano, aunque yo diga lo contrario, creo que voy a comerme un último helado más.

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Acerca de los autores

Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Alejandro Marcos

Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.

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Chiki Fabregat

Coordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.

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Lucía Emmanuel, profesora de Escuela de Escritores - IMG300 - fotografía de Ático 26

Lucía Emmanuel

Licenciada en Física y Máster en Cultura Científica e Innovación. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores en el área de Informática. Imparte un Laboratorio de metáforas y fue alumna de la IX Promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores. En 2019 participó en el curso europeo de formación de profesorado de la EACWP. En 2021 publicó su primer poemario, Muro con buganvilla, con la editorial Amargord, reeditado en 2024 por Buenos Aires Poetry.

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Lara Coto, profesora de Escritura Creativa para Adolescentes en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Ático26

Lara Coto

Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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Mariana Torres, profesora del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Gaby Jongenelen

Mariana Torres

Nació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).

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