Sobre Shirley Jackson, casas embrujadas y mujeres malas

Escrito por: NATALIA GARCÍA FREIRE

Todas las casas están embrujadas, pero solo las mejores están habitadas por fantasmas, duendes y cocos. 

Las demás, las realmente terroríficas, solo tienen familias.

Shirley Jakcson hizo de esta idea el centro de su literatura. Su casa embrujada más popular, Hill House (La Maldición de Hill House), ya famosa por la adaptación a la serie de Netflix, es conocida por ser la protagonista de uno de los mejores libros de terror psicológico jamás escrito. En Hill House no son los fantasmas los que dan miedo, la casa misma se revela como metáfora de situación de todo aquello sórdido y siniestro que habita la mente de los personajes: 

«Ningún organismo vivo puede mantenerse cuerdo durante mucho tiempo en unas condiciones de realidad absoluta; incluso las alondras y las chicharras, suponen algunos, sueñan. Hill House, nada cuerda, se alzaba en soledad frente a las colinas, acumulando oscuridad en su interior; llevaba así ochenta años y así podría haber seguido otros ochenta años más. En su interior, las paredes mantenían su verticalidad, los ladrillos se entrelazaban limpiamente, los suelos aguantaban firmes y las puertas permanecían cuidadosamente cerradas; el silencio empujaba incansable contra la madera y la piedra de Hill House, y lo que fuera que caminase allí dentro, caminaba solo».

Dentro de esa casa, Eleanor Vance, una de las protagonistas, una joven insegura sometida al horror de su propia mente, prefiere el terror de la mansión a la madre muerta y la hermana que odia que la esperan de regreso en su verdadera casa. Gran parte de las historias de Jackson utilizan los elementos del terror y lo sobrenatural solo para contrastarlos con aquello que realmente aterra: el horror doméstico, el hogar, aparente refugio o lugar seguro como núcleo de lo perverso o monstruoso. 

 

Y no podría ser de otra manera. Shirley Jackson no solo fue una de las maestras del terror gótico estadounidense, autora del cuento por el que el New Yorker recibió la mayor cantidad de cartas de rechazo o réplica de lectores (La Lotería), maestra de Stephen King o Joyce Carol Oates, también fue una mujer llena de inseguridades, perseguida por la sombra de su madre que nunca la aceptó y le enviaba cartas criticando sus ficciones “repetitivas y su aspecto”; además fue una escritora que encontraba tiempo para su ficción dejando papeles y notas por toda su casa con ideas para sus cuentos y novelas, mientras intentaba mantener a sus cuatro hijos y a su marido infiel la mar de contento. En sus últimos años, Shirley Jackson fue incapaz de salir de su habitación por una agorafobia extrema, tuvo problemas con el alcohol y murió a los 48 años de un infarto. Shirley Jackson jamás encontró un hogar que no le diera miedo y tampoco pudo escapar de ellos. 

Cuando su marido declaró en tono de broma a la prensa que se había casado con una bruja, ella respondió: “Llevo la maldad como una marca”. Y es quizá lo que Shirley Jackson hizo por la escritura: nos dejó la marca de la maldad. Creó personajes femeninos capaces de la intriga, la conspiración, el rencor, la perversidad. 

Y eso no es poco. 

Ángela Carter, otra magnífica escritora, británica, en el prólogo de cuentos de la antología Niñas malas, mujeres perversas, dejó claro por qué es tan difícil encontrar mujeres malas, de verdad malas, en la literatura: 

En términos generales, para la mujer no tiene nada que ver con la ética; significa moralidad sexual, y nada más que moralidad sexual. Ser una niña mala se suele asociar con tener relaciones prematrimoniales, ser una mujer perversa tiene que ver con el adulterio. Esto significa que para una mujer es mucho más fácil llevar una vida intachable que para un hombre: lo único que tiene que hacer es evitar las relaciones sexuales como si se tratase de la peste. ¡Qué hipocresía! […] No se me ocurre ningún personaje femenino de la ficción literaria escrita por mujeres que se enfrente con esta revelación final de horror moral. Nosotras perdonamos; no juzgamos.

Shirley Jackson creó uno de los personajes femeninos más complejos, infantil, perverso e inolvidable: Mary Katherine Blackwood (Merricat), la protagonista de Siempre hemos vivido en el castillo, un cuento de hadas de terror en el que Merricat, esta niña asalvajada y graciosa, nos habla casi al oído de forma muchas veces inteligente y también aterradora: 

«Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.»

La protagonista de esta historia está dispuesta a hacer cualquier cosa para mantener la vida que lleva con su hermana Constance, lejos de los habitantes del pueblo a los que detesta y teme en la misma proporción y por alejar a cualquier persona que pueda arrebatarle el amor y la devoción de Constance. Merricat practica ritos, entierra talismanes, su vida está llena de brujería, conspiraciones y planes que la protegen contra el mundo dentro de la mansión de los Blackwood en donde ella, su hermana y el tío Julián viven encerrados desde que años atrás uno de ellos matara al resto de la familia. 

Jackson escribió sobre sus creencias en torno a la brujería y a la magia que eran una forma de abrazar y canalizar el poder femenino en una época en la que las mujeres en América tenían muy poco control sobre sus propias vidas. Le interesaban estos elementos como formas de darle poder a sus personajes, un poder sobre sus vidas que ella misma carecía. Y le interesaban los elementos sobrenaturales y del terror como forma de explorar el daño psíquico al que muchos seres humanos, mujeres especialmente, están sometidas. 

 

Elementos sobrenaturales, casas embrujadas, niñas salvajes, mujeres perversas. ¿Sorprende que una mujer como Shirley Jackson fuera capaz de profundizar en el género del terror y sembrar un miedo primitivo en sus lectores? ¿No fue una mujer la creadora de Frankenstein: esa criatura inmortal y monstruosa, un arquetipo en el que se conjuga el miedo, el horror y la soledad humana? La literatura actual está contaminada de ese terror, ese capaz de darte un golpe en el estómago, llenarte de escalofríos y darte ganas de correr a esconderte, pero ¿en dónde?, si todas las casas están embrujadas. 

No sorprende que Shirley Jackson, como tantas otras autoras, hayan sabido cruzar las reglas del género, subvertirlo, con inteligencia y humor incluso, y hayan conseguido darle formas magistrales a la soledad y al horror cotidiano. Ya lo dijo ella misma: llevamos la marca de la maldad. Hemos convivido por siglos puerta a puerta con el miedo y quizá por eso hemos poblado la literatura de historias genuinamente terroríficas. 

Ese escalofrío que sentíamos de pequeñas al cruzar el pasillo de nuestras casas, a oscuras, nunca o casi nunca fue originado por un fantasma.

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Acerca de los autores

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Natalia García Freire

Es periodista y ha publicado artículos de cultura, viajes, perfiles y crónicas en medios como BBC Mundo, Univisión, Plan V, CityLab Latino, la revista de viajes Ñan, BG Magazine y Letras del Ecuador. Fue alumna de la VII Promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores. Su primera novela Nuestra piel muerta se publicó en octubre de 2019 en la editorial española La Navaja Suiza y fue considerada una de las mejores novelas del año por el New York Times.

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Lucía Emmanuel

Licenciada en Física y Máster en Cultura Científica e Innovación. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores en el área de Informática. Imparte un Laboratorio de metáforas y fue alumna de la IX Promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores. En 2019 participó en el curso europeo de formación de profesorado de la EACWP. En 2021 publicó su primer poemario, Muro con buganvilla, con la editorial Amargord, reeditado en 2024 por Buenos Aires Poetry.

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Alejandro Marcos

Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.

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Lara Coto

Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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Mariana Torres, profesora del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Gaby Jongenelen

Mariana Torres

Nació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).

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Chiki Fabregat

Coordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.

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