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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Cuando empecé a escribir tenía muchas ganas de que mis textos mostrasen absolutamente todo lo que sabía y lo que había leído. Trataba de imitar lo que yo consideraba que era la Literatura con mayúsculas, a los grandes, sin detenerme a pensar si detrás de lo que hacían había una razón narrativa o no.
Como profesor me he dado cuenta de que, evidentemente, no soy el único que lo hace y que en su mayoría, casi todos los escritores principiantes intentan imitar a la Literatura, pero, como no conocen los mecanismos con los que se ha construido, se quedan solo con el envoltorio de esa literatura, con lo superficial. Como si alguien tratara de construir un coche imitando el ruido el motor. Quizás consigamos sonar igual que un coche, pero nunca podremos conducirlo porque el ruido de ese coche se produce por el motor y el mecanismo que tiene.
Un escritor que no conoce las técnicas narrativas se quedará en la superficie de la escritura y tratará de que su texto suene lo más «literario» (por favor, poned todas las comillas que queráis a esa palabra) posible. Y para eso abusan de algunos recursos que son totalmente desaconsejables en un principiante.
Uno de esos es el uso de los adjetivos antepuestos, del cual os hablé en este artículo. Nos creemos que empleando los adjetivos antepuestos nuestro texto recuerda más a la Literatura, aunque los usemos sin ton ni son y, precisamente, lo único que demostramos es nuestra inexperiencia.
Otra técnica que debemos desterrar es la de los lugares comunes y los clichés. Ambos conceptos son muy parecidos, por lo que los estudiaremos juntos. Según Wikipedia, un lugar común es «una frase o idea considerada como un vicio del lenguaje por ser demasiado sabido o por su uso excesivo o gastado. Presenta una o varias de las siguientes características:
Yo tengo mis tres lugares comunes preferidos y siempre se lo comunico a mis alumnos el primer día de clase para prohibirles su uso. No es que el emplearlos vaya a volver inservible una obra literaria (algunos de mis libros favoritos tienen estas expresiones), pero considero que con ello los alumnos se acostumbran a estar alerta ante los lugares comunes y a evitarlos.
Mis favoritos y los que más he visto empleados son: fruncir el ceño, piernas torneadas y pechos turgentes. No hay un solo escritor principiante que no tenga alguna de las tres en sus escritos. Podéis hacer la prueba y buscar entre los vuestros. Yo no puedo evitar reírme cada vez que encuentro alguno de los tres cuando estoy repasando textos antiguos o cuando me sorprendo escribiéndolos, o queriéndolos escribir, a día de hoy (sí, amigos, cuesta curarse).
Con fruncir el ceño el principal problema es que ya no quiere decir nada. ¿Para qué usamos el verbo fruncir? , ¿qué significa fruncir?, ¿cómo son unas piernas torneadas?, ¿por qué todos los pechos de la literatura universal son turgentes? Son frases vacías de significado que en el pasado le funcionaron a algún escritor, pero que hoy en día ya no. Igual que los dientes como perlas (o perlados) o el pelo negro como el ala de un cuervo. Hay más cosas negras, más cosas blancas y muchos más adjetivos para describir unas piernas y unos pechos. Y el problema es que estas expresiones ni siquiera sirven para usarlas como arquetipos. Usarlas, ya de por sí, dan la sensación al lector (al menos al lector con algo de bagaje) de que el escritor se ha esforzado poco o que dispone de un léxico demasiado pobre. Cuando le pido a mis alumnos que me expliquen qué quieren decir con esas expresiones, lo más normal es que sus definiciones sean mucho más interesantes y personales (por lo tanto originales) que esa expresión que no dice nada y que, además, perjudica el texto).
Hay muchísimos más lugares comunes de los que he puesto aquí, pero estos son mis preferidos porque son los más usados (y los más graciosos, qué queréis que os diga). Os dejo aquí unos cuantos más para que los identifiquéis: arder en deseos, ser asaltado por una duda, con el corazón en la mano, el edificio se alzaba, silencio sobrecogedor, espiral de violencia, las lágrimas acudiendo a los ojos, marco incomparable, mar de dudas, mirada cómplice, iluminar un rostro, rabiosa actualidad, sumirse en la tristeza, etc.
Todos los usamos y los hemos usado, eso está claro. El cerebro funciona con frases hechas y con etiquetas para ahorrar tiempo y almacenamiento, por lo que inconscientemente siempre vamos a echar mano de ellas. El problema viene cuando no sabemos salir de ahí y no somos capaces de identificarlo. Es un trabajo lento y tedioso en ocasiones, pero poco a poco se puede mejorar. Mi recomendación, como siempre, es leer mucho y estar atento a las revisiones.
Antes de terminar me gustaría hacer un paréntesis y explicar por qué no introduzco aquí los estereotipos. A pesar de que los estereotipos comparten con los clichés y los lugares comunes la falta de originalidad y su poco significado, los estereotipos a veces pueden comportarse como arquetipos y serán útiles para el escritor si está recreando situaciones o personajes que necesita que el lector perciba inmediatamente, pero que no sean el centro de la acción. Si nuestra protagonista tiene prisa y se encuentra con la típica vecina pesada y cotilla en el ascensor, no es necesario trabajar a esa vecina para alejarla del estereotipo, porque lo que nos interesa ahí es que el lector entienda en seguida que va a retener a la protagonista y, por lo tanto, aumentar la tensión dramática y la intriga.
¿Qué opináis vosotros?, ¿tenéis algún cliché o lugar común que os ponga de los nervios encontrar cuando estáis leyendo?, ¿creéis que hay otros que puedan ser más empleados?
Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónRedactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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