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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
La otra noche estuve hablando con un conocido acerca de la nueva serie de televisión que cuenta la vida de la Veneno, mujer transexual que se hizo famosa durante mediados de los noventa por salir en programas de televisión. Estuvimos hablando de la representación de las personas transexuales en los libros, la televisión y el cine (sí, yo con dos cervezas en seguida me vengo arriba con las conversaciones) y él acabó concluyendo que la serie no le gustaba porque había otros ejemplos de mujeres transexuales que eran mejores para concienciar a la gente y normalizar a las personas transexuales.
Todo mal.
Se trata de un tema bastante complicado y con el que es muy sencillo equivocarse, yo el primero, aunque se tengan buenas intenciones. Y estoy seguro de que este chico las tenía, aunque yo considero que estaba equivocado. Ya hablé un poco sobre esto en un artículo sobre personajes invisibles que podéis releer si os apetece. Partiendo de lo personal, en un contexto ya extraliterario, las personas transexuales, homosexuales, racializadas, etc. no tienen que ser buenas o moralmente aceptables para ser aceptadas como personas. No tienen por qué ser buenas, divertidas, cariñosas, etc. Las personas diversas tienen todo su derecho a ser soeces o a ser unos gilipollas, igual que una persona normativa.
La representación de personajes inculsivos (racializados, discapacitados, de sexualidades diversas, etc.) no debería hacerse con un objetivo educador. Del mismo modo en el que no deberíamos introducirlo asociado a rasgos negativos por generar aversión (como muchos villanos de Disney, pero en ese berenjenal entraré otro día). Me intento explicar con un ejemplo: no deberíamos introducir un personaje homosexual para que los lectores heterosexuales vieran que ser homosexual está bien o mal. Deberíamos introducirlo sencillamente porque queremos introducirlo.
Escucho muchos comentarios quejándose de que en las series, en las películas, en los videojuegos, cada vez hay más diversidad en la construcción de los personajes y lo achacan a una cuota. Os reto a hacer un baremo de porcentaje del número de personajes que son hombres blancos heterosexuales cis frente a cualquier otra variación. Vaya, ya no nos parece una cuota tan alta. Esa gente dice: ya está el personaje negro, pero no dicen: ya están aquí los quince personajes blancos.
Y lo hacen porque se piensan que si aparece un personaje no normativo es porque esa desviación de la normatividad tiene que tener importancia para la trama. Se escudan en que puede distraer de la trama principal. Y ahí está el problema. Si como lectores estuviéramos acostumbrados a ver ese tipo de personajes y ver que aquello que los hace diversos no es el centro de su trama (ojo, no digo que se ignore, eso sería horrible también), no habría ningún peligro en esa supuesta distracción de la trama.
Os pongo un ejemplo: Imaginad que escribimos una novela romántica protagonizada por una mujer con sobrepeso. Y hablo de sobrepeso, no de una mujer que no entre en el canon de peso impuesto por la sociedad por un poco. Imaginad que el centro de la trama es su relación con un hombre y los problemas que la relación tiene. ¿Sería el sobrepeso algo que distrajera de la trama? No, si se hace bien (como cualquier cosa en literatura). Habría, eso sí, si queremos ser realistas, que mostrar cómo afecta a su día a día tener sobrepeso, pero si es una mujer que se acepta y se quiere y a su pareja el sobrepeso no le supone ningún problema, no debería ser un impedimento para introducirlo en la novela.
Pero, Alejandro, si escribimos esa misma historia con una mujer delgada, ¿cambiaría en algo la trama o el argumento? No, probablemente muy poco. ¿Entonces no sería mejor hacerlo así? Ahí está de nuevo el problema. ¿Por qué?, ¿por qué no puede ser la protagonista gorda?, ¿los lectores no serían capaces de empatizar con sus problemas sentimentales solo porque es gorda?, ¿no estaremos confundiendo distracción con incomodidad?
Sí, amigos, muchas veces (recalco el muchas veces porque en seguida vendrá alguien a decirme que él no tiene incomodidad, simplemente que lo ve irrelevante (y yo le diré que es bastante sintomático que le haya escocido un poco la afirmación)) nos escudaremos en motivos supuestamente narrativos para reflejar la preferencia que tiene la sociedad hacia los personajes normativos. Y no estoy hablando aquí de homofobia, transfobia o racismo (o cualquiera de sus hermanos), aunque sí hablo de reproducir pequeños patrones que son producidos por esos problemas.
Y creo que eso es lo que le pasaba a mi conocido cuando hablaba de la vida de la Veneno. No es que creyera que había ejemplos mejores porque él tenía en alta estima a las mujeres trans y no quería verlas mal representadas. No. Era, según mi opinión, que le incomodaba ver a alguien tan fuera de la normatividad en la tele.
Ningún personaje es ejemplo de nada. Ni los buenos ni los malos. El problema de los personajes inclusivos es que tienen tan poca representación que es muy sencillo extrapolar al colectivo que representan. Nadie piensa que porque el malo de una película sea un hombre blanco heterosexual (¿cuantos antagonistas así conocéis?) todos los hombres blancos heterosexuales sean malos. Y eso pasa porque hay una gran cantidad (enorme) de protagonistas blancos hombres heterosexuales que muestran un amplio espectro. Por eso me da igual cuando alguien se queja de que las grandes productoras ahora fuerzan la entrada de personajes inclusivos para ganar más dinero (como si a esas personas que se quejan de eso les importara algo que se monetizara la lucha de los colectivos minoritarios). Me da igual porque al menos en este caso el uso capitalista de una lucha tiene un lado positivo. Y si eso da dinero es porque es lo que la gente demanda. Es una mierda, pero es la mejor mierda que tenemos por ahora. No he escuchado a nadie quejarse de que los protagonistas de las películas del oeste fueran todos hombres blancos porque eso era lo que daba dinero.
Además, nadie te obliga a introducir este tipo de personajes en tus obras. Nadie te lo va a reprochar siempre que seas realista en la representación normativa de tu historia.
Por eso es necesaria la visibilidad, por eso es necesario que haya personajes inclusivos que no tengan como centro de la trama lo que los hace inclusivos. Eso es normalización. Lo demás es simplemente ir a ver animales en el zoo.
Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónEs Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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