Lo que aprendí a NO hacer leyendo «American Gods»

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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Este artículo no es una reseña sobre el libro de Neil Gaiman, pero contiene spoilers porque necesito desvelar parte de la trama para argumentar por qué no debe hacerse algo en concreto.

Blog de escritura de Escuela de Escritores, con Lara Coto, Alejandro Marcos, Chiki Fabregat, Jorge Corrales y Mariana Torres

Consten  antes de empezar dos cosas: la primera es que este artículo no es una reseña sobre el libro de Neil Gaiman, pero contiene spoilers porque necesito desvelar parte de la trama para argumentar por qué no debe hacerse algo en concreto. La segunda es que no me gusta hablar mal de los libros (a no ser que sean «Crepúsculo» o «La sombra del viento»), porque siempre es un esfuerzo y un trabajo el escribirlos y está claro que Gaiman ha dedicado muchas horas de documentación, escritura y revisión para escribir una obra de tales características. Vaya por delante que valoro ese trabajo y se lo reconozco y que aunque me centre aquí en los defectos, la obra tiene muchos puntos a favor, pero como esto no es una reseña, no entraré en ellos. Hoy voy a saltarme aquello que siempre digo: «Si no vas a decir nada bueno de algo, mejor cállate». Queredme por mis contradicciones. Entro en modo hater.

Estilo:

En este apartado lo cierto es que el libro no peca de ningún problema grave, he de reconocerlo. Aunque es cierto que el fallo que os voy a contar ahora sirve para que te olvides de todo lo demás. En la novela hay un exceso importante de adjetivación. Los adjetivos son herramientas muy útiles para los escritores, pero para que guarden toda su expresividad y su fuerza es importante usarlos cuando sean necesarios. Con los adjetivos pasa como con el follaje: es preciso que haya para que se trate de un bosque, pero si es demasiado, no podemos ver nada más que eso. La sobrexposición adjetival provoca un estilo pobre y oscuro, consiguiendo el efecto contrario al que se pretende normalmente. Gaiman usa los adjetivos sobre todo en los momentos en los que describe algo nuevo para el lector, que es cuando, en teoría, más se necesitan, pero lo hace de una manera exagerada. En lugar de describir minuciosamente una imagen o ayudar a aclararla, lo que sucede es que la imagen se llena de ideas sobrepuestas que ocultan su realidad esencial. Hay pasajes muy importantes del texto que no se ven porque están ahogados por adjetivos. Y es que no olvidemos que el adjetivo es un acompañante del nombre y en pocos casos puede ser más importante que él. Si tapamos el nombre con adjetivos, ¿qué sentido tiene tanto el nombre como el acompañante? Ninguno está cumpliendo su función. No voy a hablar ya de los adjetivos antepuestos, porque ese es un problema (muy grave) de la traducción, no del señor Gaiman. Recordad: los adjetivos como los chupitos de hierbas.

Trama:

En este apartado voy a sacar un poco más de sangre porque tengo varias cosas de las que hablar. La primera de ella son las «sorpresas» que le ofrece al lector al final de la novela. A partir de aquí habrá spoiler gordo. Llega un momento en el que descubres, de manera totalmente gratuita y sin que tenga nada que ver el protagonista o las acciones que realiza, que es hijo de Odín. Hasta aquí bien, podría perdonar que el descubrimiento no derivara de las acciones del protagonista (niños, no lo hagáis en casa), pero lo que no perdono es la ausencia de pistas que me hicieran sospechar de esa relación a lo largo de la novela. Los dos personajes se pasan juntos todo el tiempo y ¿de verdad no hablan de su familia? Ni una sola conversación que nos hubiera hecho ver un gesto raro en el dios. Nada. Pum, oye que resulta que es su hijo. Tú ya sospechas que tiene que tener familia mitológica porque algún poder le hemos visto utilizar a lo largo del libro, pero de ahí a ser el hijo de Odín… Sentí que el autor se había reído de mí y que se había reído durante cuatrocientas páginas. Y eso es lo peor que podéis hacer porque muchas veces no tendréis una segunda oportunidad con un lector. No todos somos Gaiman. Si vais a poner un descubrimiento así, tenéis que dejar pistas en el texto. No demasiado obvias, pero sí para que el lector, al enterarse del secreto, no diga: «¿Y esto?», sino que diga: «¿Pero cómo no me he dado cuenta antes?». Es un equilibrio chungo, lo sé, porque en seguida se puede saber al: «Obviamente que es su hijo, lo sé desde la página cinco». Y, creedme, es mucho mejor lo último que lo primero porque un lector que se crea más listo que un escritor puede volver a leerlo. En el otro caso…

Volviendo a las acciones del personaje protagonista. La resolución del final tiene que ver con lo que decide Sombra, pero de una manera un poco cogida por los pelos. Osea, que no. No voy a entrar en la sorpresa de que Loki esté infiltrado en el bando contrario con tan solo una pista absurda en el medio de la novela, porque me repito. Me refiero a que al final sea Laura la que resuelva casi por sí misma el problema. Resulta que la misión importantísima que Sombra va a desempeñar al final es la de ponerse en medio de los dos bandos y evitar que se maten. Es decir, que la guerra que se lleva prometiendo desde el comienzo de la novela no sucede tampoco. Me gusta pensar que el autor lo sabía y por eso compara el plan de Odín con una estafa. Una gran broma. Una broma de muchas páginas. No hagáis eso. Si la novela solo hubiera tenido este problema, se la hubiera cargado igualmente. Es triste, pero cierto. Un desenlace tiene que venir derivado de las acciones y decisiones de los personajes. Sobre todo de los protagonistas. De otro modo, el lector solo se llevará la sensación amarga del final y se olvidará de todo lo bueno que le hemos dado antes.

Eso podría ser lo que le pasa a «American gods», pero no solo. No se queda ahí. Hay una trama secundaria que solo alarga la historia y únicamente sirve para recreación del autor en la que se introduce un pequeño pueblo en el que una deidad concede prosperidad a cambio del sacrificio anual de un niño. El sitio es el lugar en el que se encuentra Sombra oculto para huir de los nuevos dioses americanos. Hasta ahí, vale. Pero luego nos presenta personajes que no son importantes para la trama, nos despista, como si nos hiciera falta, con nuevas subtramas que parece que van a provocar algo, pero que no. Cuando la novela ya ha acabado, se da una explicación que (¡oh, sorpresa!) también le viene al protagonista por ciencia infusa. Que sí, el protagonista se llama Sombra y que por eso es tan pasivo y está desdibujado, pero luego no me vengas con que es el salvador de nada. Una cosa es que el protagonista se entere de esa manera, que tampoco, pero el lector debe enterase a base de pistas. En esta parte eso se lo voy a conceder. La trama de los niños desaparecidos casa bastante bien con las pistas dadas, pero es que es irrelevante para la historia. I-rre-le-van-te. La eliminas y parece hasta que respira mejor. Niños, no metáis tramas por aumentar las páginas de vuestro libro, por recrearos en ese mundo que habéis creado. No os masturbéis literariamente, al menos no delante de la gente, que está feo. Y mucho menos, si no me hacéis caso y decidís introducir alguna trama secundaria sin ninguna razón narrativa, acabéis la trama fuera de la trama principal. Es decir: ya hemos resuelto la guerra entre los dioses (ejem), si antes me interesaba poco la trama del pueblo, ahora menos. Son más de cincuenta páginas que podría haberme ahorrado muy gustoso.

Como conclusión diré que la obra de Neil Gaiman es un trabajazo impresionante, pero ha quedado deslucido. Y es una pena. La idea es muy buena, pero puedes tener una buena idea y no tener historia. Mi humilde opinión de hater es que debería haberse centrado en la historia personal de alguno de los dioses, o incluso centrarse únicamente en la trama de género negro del pueblo, en lugar de hacer el mosaico que hace. Llega un momento en el que no sabemos si estamos leyendo una novela o viendo «House». En cada capítulo conocen un dios nuevo, lo intentan convencer para que se una a la guerra (que no hay guerra, en serio), el dios duda, vienen los malos, se van. ¿Dónde está el hilo conductor? Ah, sí, perdón, «la guerra». No, en serio, nunca prometáis cosas a los lectores que no se van a cumplir. Para mí la historia hubiera ganado si se hubiera centrado únicamente en Odín y sus intentos por ganar años de vida o, repito, en resolver las desapariciones infantiles del pueblo. Ya sabéis que quien mucho abarca, poco aprieta. Y bastante pretencioso era ya contar la historia de la representación de Odín en Estados Unidos, como para mezclarla con muchos personajes secundarios y con una trama de novela negra. Que sí, muy americano todo, pero no. Tened cuidado con las buenas ideas, no crezcan tanto que un día os despertéis medio devorados por ellas.

Acerca de los autores

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Alejandro Marcos

Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.

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Chiki Fabregat

Coordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.

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Jorge Corrales

Redactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.

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Lara Coto

Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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Mariana Torres, profesora del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Gaby Jongenelen

Mariana Torres

Nació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).

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