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Escrito por: LARA COTO
No recuerdo qué edad tenía cuando vi Jurassic Park por primera vez. Recuerdo, eso sí, que la vi en VHS siendo niña, que me puse la cinta en bucle y que memoricé de forma disparatada cada nombre de dinosaurio, cada dato —cierto o no— que se mencionaba en la película y cada detalle de las recreaciones. En esos momentos, la película me parecía fascinante y aterradora a partes iguales, no solo por las criaturas que aparecían en ella, sino por las posibilidades que dejaba intuir. Estaba entonces descubriendo esa maravillosa capacidad que tiene la ciencia ficción para hacernos creer que todo es posible y que el futuro es incierto, para bien o para mal.
Hoy, muchos años después, sé que no se pueden clonar dinosaurios del ADN extraído de un mosquito y que ningún velociraptor, por avanzado que fuera para su especie, tendría la capacidad de abrir puertas. Pero también sé algunas cosas más que he aprendido de esa película. Y no, no estoy hablando de conocimientos sobre paleontología o biología.
Estoy hablando de narrativa.
Porque, aunque a muchas personas les pueda sorprender, esta película es, en sí misma, una completa clase de escritura y construcción de historias. Y aprovechando que ha cumplido 30 años hace muy poquito, me he propuesto demostrarlo en las líneas siguientes. Veamos qué nos puede enseñar Jurassic Park sobre narrativa.
Una de las imágenes más conocidas de Jurassic Park es Mr. DNA, ese simpático personaje animado en forma de secuencia de ADN que aparece en las pantallas del parque para explicarles a nuestros protagonistas cómo se han clonado los dinosaurios. La excusa de la película es que han creado ese montaje para enseñar todo el proceso de forma simple al público general del parque, pero lo cierto es que también es una forma magnífica de mostrarle a los espectadores cómo funciona todo sin caer en verborreas científicas ni aburridas explicaciones.
Si algo sabe hacer Spielberg es generar tensión, y en esta película lo hace magistralmente. Para empezar, la propia aparición de los dinosaurios está medida al milímetro, y es que no vemos ni un solo carnívoro hasta que ha transcurrido la mitad de la película. Sabemos que están ahí y nos están advirtiendo constantemente de su peligro potencial, pero no podemos verlos. La historia juega con la imaginación del espectador, que puede ser mucho más aterradora que lo que aparezca en pantalla.
Alargar la espera para aumentar la tensión es un recurso que funciona y por eso se repite varias veces en la película. Lo vemos en la angustiosa escena de las cocinas, en el recorrido que hace Ellie para reiniciar la corriente del parque y, por supuesto, en la famosa escena del vaso: segundos antes de que aparezca, por fin, el primer carnívoro en pantalla (el tiranosaurio, nada menos), podemos ver la superficie de un vaso de agua temblando con sus pasos, anunciando el desastre que se avecina.
Aunque es fácil pasarlo por alto en un primer visionado, la película está plagada de detalles simbólicos que nos muestran, entre líneas, lo que está pasando realmente. Lo vemos, por ejemplo, en la escena en la que Hammond invita a comer a los protagonistas poco después de llegar al parque. El plato que les han preparado es de altísima calidad, pero curiosamente, ni Ian, ni Alan ni Ellie lo prueban. Saben que el parque es un peligro y no están dispuestos a tragar lo que Hammond les está ofreciendo. En esa misma escena, Ellie, paleobotánica, dice una frase que es metáfora pura:
Aquí tienen plantas que son claramente venenosas. Las eligieron porque son bonitas, pero en realidad son seres agresivos que no tienen ni idea de en qué siglo viven y que se defenderán violentamente si es necesario.
Como este, podemos encontrar muchos ejemplos más de subtexto, no solo a través de diálogos, sino también en detalles visuales o situacionales.
Toda persona que escriba debe saberlo: una buena subtrama es aquella que influye de algún modo sobre la trama principal. En Jurassic Park, los personajes se separan llegado cierto punto de la película y permanecen separados durante gran parte de la historia, pero las decisiones que toman y los obstáculos a los que se enfrentan tienen consecuencias sobre las otras tramas. Esto se refleja muy bien en la escena de la valla electrificada. Mientras Alan y los niños están cruzándola para regresar al centro de visitantes, Ellie y los demás personajes intentan devolver la electricidad al parque. Ninguno de estos personajes sabe lo que están haciendo los demás, pero el espectador sí, y puede prever perfectamente el impacto que tendrán las acciones de unos sobre los otros.
Este detalle puede pasar desapercibido, pero Jurassic Park es un ejemplo de buen uso del falso antagonista. Desde el principio, se nos presenta como antagonista a Dennis Nedry, un informático que trabaja en el parque y que pretende robar algunos embriones de dinosaurio para vendérselos a la competencia. Para ello, desactiva la electricidad del parque, privándolo de casi todos sus sistemas de seguridad. A partir de ahí, los dinosaurios escapan, cunde el caos y el espectador lo ve claro: la culpa es de Nedry.
Sin embargo, llegado cierto punto de la película ocurre algo crucial: los protagonistas se topan con un nido de huevos de velociraptor en el parque. Esto es importante porque los dinosaurios no debían poder reproducirse, los ingenieros se habían asegurado de ello, o eso creían. Pero se reprodujeron. Y así es como la película nos muestra que, en realidad, los humanos nunca habían tenido el control. El parque estaba destinado a sumirse en el caos tarde o temprano, con o sin Nedry. Los verdaderos antagonistas son, por lo tanto, los propios dinosaurios.
O, si queremos ponernos trascendentales, el antagonista podría ser, en realidad, la naturaleza abriéndose paso salvajemente, y los dinosaurios podrían ser solo una representación de la misma. Lo cual nos lleva al punto siguiente.
Jurassic Park es uno de esos ejemplos en los que el tema (la esencia de la historia, la verdad que nos quiere transmitir el autor) está contenido claramente en una frase: la vida se abre camino. La película logra un buen tratamiento de ese tema porque lo hace presente de muchas formas: los personajes hablan de ello repetidas veces, especialmente Ian Malcolm; los sucesos de la trama lo demuestran en detalles como la reproducción de los dinoaurios o los velociraptores capaces de abrir puertas; y finalmente, el propio desenlace de la historia lo confirma.
Ahora bien, el final de la película tiene cierta polémica. Cuando los protagonistas han sido irremediablemente acorralados por los velociraptores y parece que todo está perdido, aparece el tiranosuario y devora a uno de esos velociraptores. Esto hace que el resto de la manada decida atacar al nuevo depredador y desvíe su atención de los protagonistas, que aprovechan la distracción para escapar por fin. Aquí viene la gran pregunta: ¿es esto un deus ex machina?
Y la respuesta es: da exactamente igual. Porque, deus ex machina o no, es el único final que encaja a la perfección con lo que la película nos ha estado transmitiendo todo el tiempo. Que los seres humanos no tienen nada que hacer en el terreno de los dinosaurios. Que solo la propia naturaleza es rival para sí misma. Y que, por más que intenten mantener el control y adueñarse de la situación, al final, la vida (el tiranosaurio) se abre camino.
Por una vez, que los protagonistas no tengan capacidad de decisión sobre el desenlace tiene todo el sentido del mundo.
Por supuesto, no podemos cerrar este artículo sin hablar del protagonista. Alan Grant es un paleontólogo que se nos presenta nada más empezar con dos datos cruciales: es un excavador y no le gustan los niños. Estos datos, que parecen meramente anecdóticos al principio, acabarán conformando un arco de personaje impecable.
Para empezar, el mero hecho de que los dinosaurios puedan clonarse implica que las excavaciones dejarán de ser necesarias a largo plazo y Alan tendrá que lidiar con esa realidad. Por otra parte, cuando todo se va a pique en la isla y los personajes se separan, a Alan le tocará cuidar de Lex y Tim, los nietos de Hammond, que no se le dan nada bien al principio. Sin embargo, a medida que avanza la trama, vemos a Alan proteger a los chavales, consolarlos cuando tienen miedo, hacerles reír y, llegado el momento, luchar por su vida con todas sus ganas.
Todo el arco culmina en la escena final de la película, cuando salen de la isla en helicóptero. En ella vemos a Lex y Tim profundamente dormidos sobre los hombros de Alan, pegados a la persona que les ha hecho sentir a salvo. Mientras tanto, él contempla unos pelícanos que vuelan junto al helicóptero, probablemente pensando, que, igual que hicieron los terópodos durante millones de años para convertirse en aves, él también tendrá que evolucionar.
Es fácil dar por hecho que Jurassic Park, solo por ser un blockbuster de aventuras, no tendrá mucha profundidad como trama ni mucha calidad narrativa. Pero eso es lo que pasa con las buenas historias: pueden aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar, naciendo inesperadamente como un brote verde entre el asfalto o como una cría de velociraptor en un nido oculto.
Porque, como dijo Ian Malcolm, la vida… se abre camino.
Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónCoordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónEs Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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