Escrito por: ARANTXA ROCHET

Un año más, toca un artículo con un poco de autobombo. Y esta vez Alejandro me ha pasado el testigo, así que no voy a perder la oportunidad de hablar de mí (no de mi libro, como decía Paco Umbral, pero casi). Siempre he pensado que la experiencia personal puede ayudar a otros a encontrar su camino, así que espero que este artículo te sirva. Porque, en el oficio de escritor, hallar la dirección que se quiere seguir ya es un logro importante.

Cuando era pequeña me movía entre mundos de fantasía, imagino que como la mayoría de los niños. Devoraba libros de Julio Verne o de Michael Ende como De la Tierra a la Luna, Momo o la Historia Interminable. Me asombraba con las historietas de la Colección Espacio o los tebeos de superhéroes. Un poco mayor, comencé a leer a Mary Shelley o a Stephen King. Ahora esos nombres pueden sonar un poco clásicos, soy consciente; pero no importa si son esos u otros los referentes. La cuestión es que, por aquel entonces, no me planteaba que hubiera diferentes categorías o géneros dentro de las historias que leía o veía en el cine y la televisión.

Solo mucho después entendí que la mayoría de mis lecturas, películas o series favoritas tenían una entidad propia. Pertenecían a la ciencia ficción, a la fantasía o al terror y contaban un elemento común: rompían los límites de la realidad.

Al hacerme adulta siguieron siendo mis temas favoritos, pero me di cuenta de que a mi alrededor había poca gente interesada en ellos. O, al menos, era lo que decían. La conclusión a la que llegué fue que muchas personas, como me había pasado a mí, no eran conscientes de que lo que les gustaba se encuadraba dentro de esos géneros. Decían que no, pero si les preguntabas, a la mayoría les encantaban Star Wars, Dune, Los Juegos del Hambre o Blade Runner, por poner solo unos ejemplos.

Y eso me llevó también a pensar en la importancia de aprender, como escritora, las diferencias que hay entre géneros. Más allá de los cursos sobre técnicas narrativas, que, por supuesto, son muy útiles en todo tipo de literatura, es importante entender que el fantasismo tiene su propia idiosincrasia: en él son imprescindibles aspectos que en otro tipo de historias pueden no ser tan necesarios.

¿Qué sería de Juego de Tronos si la ambientación no estuviera muy pensada? ¿Podríamos imaginarnos al Alcaudón de la saga Los Cantos de Hyperion si Dam Simmons se hubiera limitado a describirlo como se describen algunos personajes realistas, con dos detalles? Probablemente no. Hay que tener en cuenta que en los géneros fantasistas vamos a introducir al lector en un mundo que no conoce o, si la ambientación es realista, va a hacer acto de presencia un personaje o elemento que rompe las reglas de la realidad material. Y para hacerlo bien hay que aprender a manejar las técnicas adecuadas, como en cualquier otro tipo de escritura que se salga del ámbito generalista.

Por eso fue genial descubrir que en la Escuela de Escritores había un itinerario de dos años dedicado en exclusiva a estos géneros. Yo ya había hecho el Máster de Narrativa, pero estar en este itinerario como alumna y profesora me ha dado herramientas que hasta ahora no poseía. En primer lugar, porque se desgranan las técnicas narrativas desde una óptica fantasista, como ya he dicho; pero también porque se vive con compañeros que comparten lecturas e intereses.

El primer curso tiene como objetivo conocer esas técnicas narrativas de las que ya he hablado, como la atmósfera, la ambientación, la verosimilitud, el extrañamiento, los personajes… Cada semana un ejercicio ayuda al alumno a practicar este tipo de características (y muchas otras); el segundo año busca escribir relatos más largos, cada uno de un género diferente: ciencia ficción, terror o fantastique, realismo maravilloso o fantasía maravillosa y épica fantástica. Y es que cada uno de ellos tiene, también, sus reglas.

Por supuesto, la escritura siempre ha de estar acompañada de la lectura. Creo que no estoy descubriendo nada nuevo si digo que ser capaz de analizar las obras de otros autores ayuda a construir nuestras propias historias. Y, para que resulte enriquecedor, siempre procuramos que sean variadas. Aunque se tenga preferencia por un tema y no por otro, los elementos que tienen en común pueden servirnos, siempre, a nuestros propósitos. Además, ¿quién dice que uno no puede descubrir que le encanta el terror, cuando hasta entonces se había centrado solo en la épica fantástica? No serías el primero ni el último que se da cuenta de que hay un mundo por vivir dentro de cada género y subgénero. A mí, desde luego, me ha pasado.

Pero eso no es todo. También habrá varias conferencias a lo largo del curso, en las que escritores, editores o expertos en la materia abordarán temas de interés para los alumnos.

Si ya te he convencido y te estás preguntando cómo asistir, déjame contarte que hay opciones para todos los gustos: se puede seguir online, por videoconferencia o de forma presencial. Los dos primeros pueden parecer lo mismo, pero no lo son: el formato online permite acceder y leer las propuestas, los temas y los foros en el momento que más te convenga. Es lo ideal si, como varios alumnos que he tenido, vives fuera de España, con un horario muy distinto, o trabajas a turnos. El formato videoconferencia sí está circunscrito a una hora concreta, que es la misma que la de las clases presenciales. En este caso, es ideal también si vives fuera de Madrid. Pero si estás en la ciudad, te animo a acercarte hasta la Escuela en la opción presencial.

Lo importante cuando uno hace un curso, además de aprender, es disfrutar. Es soltarse, encontrar su sitio, tomar confianza. A mí siempre me han servido mucho y por eso los recomiendo, más allá de que sea profesora. Porque antes de profesora fui alumna… Y aún hoy lo sigo siendo.

Si tienes alguna pregunta, déjanos un comentario. Nos encantará resolver cualquier duda que tengas.