Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Seguro que vosotros también las habéis escuchado. Corren boca a boca entre los escritores y los lectores hasta que se convierten en una ley no escrita. Son historias de éxito, de oportunidades arriesgadas que salieron bien y que todos queremos creernos porque, en el fondo, deseamos que nos pase igual.

Estas historias parecen decir: Si ha pasado una vez, puede volver a pasar y seguramente sea contigo. ¿Por qué no? Es fácil dejarse llevar por ese sentimiento, al igual que es sencillo contagiarse de la alegría de la gente que vemos por la tele cuando se celebra el sorteo de Navidad. Pero lo cierto es que las probabilidades son muy bajas, aunque no queremos verlo.

Por eso desconfío de estas historias. No porque no me crea que sucedieran así (habría que verlo en algunas de ellas, la verdad, pero ese no es el caso), sino porque creo que hacen un flaco favor a los escritores; más aún si son escritores noveles. Estas historias aumentan la sensación de fracaso si no se obtiene el éxito que se esperaba y nos acercan peligrosamente a la frustración, la página en blanco y el abandono de la escritura. Es decir, que ponen el foco en la recompensa de la escritura en su sentido más material, no en el proceso de creación.

Hoy os voy a hablar de alguna de ellas y trataré de explicar el peligro que entrañan a mi modo de ver.

Se ha dicho que García Márquez vendió todos sus muebles para poder enviar el manuscrito de Cien años de soledad. Se nos cuenta la historia como un ejemplo de confianza en la escritura y en su trabajo. Si no estás dispuesto a hacer algo así, es que tu obra no merece la pena. Por favor, no vendáis los muebles para hacer eso. ¿Cuántas personas hay endeudadas por su sueño? Muchísimas. Más que las que han tenido éxito. García Márquez no solo tenía una obra maravillosa, sino que tuvo suerte. Y eso es algo muy importante que no hay que dejar de lado. El trabajo duro ayuda (y García Márquez era un trabajador muy duro), pero sin suerte todo podría haberse quedado en nada. ¿Cuáles son las probabilidades de que escribamos una obra como Cien años de soledad? ¿Merece la pena arriesgarse por un número tan bajo?

También se comenta que Cormac McCarthy escribió La Carretera, obra con la que ganó el premio Pulitzer en 2007, en tan solo un mes de escritura febril. No es una novela excesivamente larga, físicamente es posible hacerlo, pero: ¿se tiene en cuenta el tiempo de preparación?, ¿el tiempo que la historia le estuvo rondando la cabeza?, ¿se tiene en cuenta, también, el tiempo que pasó revisándola? Solemos pensar cuando nos cuentan estas cosas que Cormac McCarthy se sentó en la mesa y empezó a teclear la novela tal y como la leerían después los jurados del Premio y los futuros lectores. Lo dudo mucho. No digo que no haya genios de la escritura que sean capaces de hacer algo así, digo que hay menos posibilidades de que eso te pase que de que hayas escrito Cien años de soledad. ¿Cuántas obras que se han escrito en un mes han llegado al nivel de éxito de La Carretera? No hay más que ver la producción de los NaNoWriMo para darse cuenta de que, a veces, ni siquiera se consigue un borrador en el que trabajar aunque escribas durante todo un mes con algo ya planificado.

El propio Stephen King confiesa que escribió It (y alguna obra más) bajo el influjo de las drogas y el alcohol en un periodo de tiempo realmente corto. Lo cuenta en Mientras escribo, un libro recomendable para todo aquel que esté interesado en el proceso de escritura (y del que os hablé aquí y aquí). En el libro, King cuenta lo mucho que le costó salir de ahí y la ayuda que necesitó para hacerlo, la dedicación de su mujer, etc. Porque esa es otra: King (y probablemente McCarthy y García Márquez) tenía a alguien que le hiciera la comida, que lavara la ropa y que limpiara la casa. La realidad es que la mayoría de nosotros no contamos con alguien así. Sinceramente, no me sentiría emocionalmente sano arrastrando a toda mi familia al borde por mi escritura. Ninguna obra lo merece. Ni It, ni La Carretera ni Cien años de soledad merecen el sufrimiento de uno de esos familiares, mujeres en la mayoría de los casos. ¿De verdad seríamos capaces de adentrarnos en el mundo de las drogas por escribir? Es algo que trabaja muy bien (al comienzo) la última temporada de American Horror Story, aunque después lo pierde y acaba convirtiéndose en una historia a la deriva.

De drogas y alcohol no solo se ha hablado de Stephen King. Se ha dicho siempre que Charles Buwoski, Ernest Hemingway y otros escribían borrachos. ¿Habéis probado a escribir alguna vez borrachos? Yo sí. Alguna vez al volver de fiesta. Mientras lo haces te crees que estás siendo ingenioso, sagaz, preciso, estupendo, etc. Crees que estás escribiendo una obra maestra. Sin embargo, a la mañana siguiente, cuando revisas lo que has escrito, te das cuenta de que aquello no es más que basura inconexa, como los mensajes de whatsapp que se envían estando borracho, vaya. Porque todo tenía sentido con la borrachera, pero se necesita mucha atención y concentración para escribir. Otra cosa diferente es que hubiera escritores con alcoholismo que necesitaran beber para lograr un estado normal y poder escribir. Eso es otra cosa y, quizás, es lo que no nos ha llegado de aquellos mitos.

Las historias de superación que acaban en éxito nos encantan. Pero quizás debiéramos compartir también aquellas que no acaban bien. Como las de Miguel Hernández, Agustín Gómez Arcos o las de las escritoras de la Generación del 27. Las de todas las escritoras silenciadas a lo largo de la historia, en realidad. Una vez más, en lo único en lo que podemos confiar es en escribir lo mejor posible y en estar orgullosos de nuestro trabajo. Lo demás, si tiene que venir, vendrá; pero siempre como un extra.