Hechizo y magia en «Retahílas» de Carmen Martín Gaite

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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Hace poco tiempo he vuelto a releer Retahílas, de Carmen Martín Gaite. Uno de mis libros preferidos en general y de la autora en particular (junto con Nubosidad variable y La reina de las nieves). Siempre que me atasco un poco con algún proyecto, regreso a algún libro que me haya gustado, como explicaba en este artículo. Y en esta ocasión, Carmen Martín Gaite ha sido la elegida.

Blog de escritura de Escuela de Escritores, con Lara Coto, Alejandro Marcos, Chiki Fabregat, Jorge Corrales y Mariana Torres

La novela habla de Eulalia y Germán, tía y sobrino respectivamente, y de la noche en vela que pasan en la antigua casa de la familia en Galicia mientras esperan la muerte de la abuela de Eulalia. Toda la novela (a excepción del prólogo y el epílogo) es una reproducción del diálogo que mantienen los dos personajes durante toda la noche. No hay intervenciones del narrador.

Únicamente por esta técnica ya merecería una entrada en el blog porque es maravillosa la habilidad que demuestra la autora para llevarnos a través de las doscientas páginas del libro sin que notemos en ningún momento falta de concreción o explicaciones. La historia se sigue sin ningún problema y el diálogo está articulado de una forma tan natural que es imposible no creerse que los personajes mantengan dicha conversación. En ese aspecto, lo único que podría fallar es que a veces se hace inverosímil que los personajes esperen su turno pacientemente para soltar su monólogo (cada parlamento del personaje es un capítulo) sin interrumpirse. La no interrupción es lo único que cuesta creer en el texto, pero el lector, igual que sucede en la literatura de género, hace una suspensión de la credibilidad y entra de lleno en el juego y en la voz de los personajes. Carmen Martín Gaite actúa aquí como una encantadora de serpientes o una hipnotizadora que nos duerme y que nos lleva, sin que nos hayamos dado cuenta, hasta donde ella quiere.

Baste eso sobre el diálogo para abriros el apetito y acercaros a la novela (si es que no lo habéis hecho todavía). Ahora me gustaría hablaros de otro elemento que aparece en la novela y que puede pasar desapercibido (a mí me pasó la primera vez que la leí, de hecho). Ese otro aspecto no es otro que el elemento imposible, la magia y la fantasía que aparecen en la novela. Puede que de una forma literal o puede que figurada, dependerá de cada lector.

Pero vamos a concretar. Antes he mencionado al encantador de serpientes o al hipnotizador, y el lenguaje del libro actúa de una manera similar para que nos predispongamos a creer cualquier cosa que nos cuente. Después de todo, el uso del lenguaje no deja de ser una de las maneras que tenemos los autores para introducir el elemento imposible, junto con la presentación directa y el extrañamiento. El caso es que la noche en vela y el ritmo constante del habla hacen que se cree una atmósfera muy concreta en el libro, una atmósfera un poco oscura, de confidencias, que propicia la aparición de los elementos imposibles. Los propios personajes en su discurso hablan de ello y llegan a mencionar que la conversación es algo mágico.

En el texto aparecen dos posibles elementos imposibles (principalmente, después aparecen otras extrañezas, como las frases premonitorias de la abuela y las casualidades que hacen que ambos estén allí esa noche) que abren y cierran la novela, pero que se mueven dentro de ella durante todo el libro. El primero, el más explícito, es el jinete misterioso que se encuentra Eulalia en el monte esa misma tarde. Ella dice que es la muerte, que el caballo era muy negro y que es imposible que estuviera por allí porque no hay camino a ninguna parte. Después lo racionalizan un poco y consiguen hacer que el lector dude de ese encuentro y además que dude de si el encuentro remite a un jinete real o a la propia muerte que ha venido a llevarse a la anciana. Este elemento imposible es recurrente y queda en el aire durante todo el discurso. Al final de la novela, es Germán el que escucha al caballo acercarse a la ventana y los dos personajes apagan la luz y se acurrucan juntos para no ser encontrados por la muerte. La que los encuentra es Juana, la mujer que cuida la casa, una vez se ha producido la muerte de la anciana. No importa si ese elemento imposible es real o inventado porque, según mi opinión, de lo que sirve esta apertura, esta posibilidad, es para generar la duda en el lector y para que vaya operando por detrás el segundo de los elementos imposibles. Es decir, que esta aparición, real o no, lo que provoca es extrañamiento en el lector y eso hace que, junto a la ambientación, sea mucho más sencillo que el lector perciba ese otro elemento imposible que subyace por debajo.

Este otro elemento imposible es el «hechizo» que tejen los dos personajes al hablar. La conversación y las confidencias hacen que los personajes regresen a otros momentos, que la casa recupere parte de su vitalidad e incluso que Eulalia rejuvenezca. Tanto es así, que cuando Juana los encuentra cree que son el padre de Germán y Eulalia de joven y no es solo hasta que los despierta y enciende la luz, cuando se descubre que no, que Eulalia sigue teniendo la edad que debería tener. Ese encender la luz es la ruptura del hechizo y es lo que hace que las imperfecciones vuelvan. La anciana ha muerto, igual que la conversación, la casa vuelve a caerse y el tiempo los ha golpeado de nuevo, la magia ha desaparecido. Durante la conversación, a los dos personajes los envuelve un halo casi dorado de niebla, un poco místico y eso hace creer al lector que los personajes son la conversación, que son los momentos de los que hablan. No es ninguna coincidencia que el texto termine haciendo hincapié, precisamente en que Eulalia parecía que volvía a tener cuarenta y tres años.

La novela refuerza así los temas de los que habla: la comunicación, las impresiones, el paso del tiempo, el cambio en las personas, el envejecimiento, las relaciones, los secretos, los silencios, etc. Es decir, como debe operar un buen elemento imposible.

Carmen Martín Gaite trabaja tan bien que aunque no seas capaz de percibir todo esto en la historia, la novela funciona. La historia y la narración están bien construidas, nos dosifica muy bien la información y siempre dan ganas de leer, es una lectura sencilla, que no cuesta y en la que muchas veces te sorprendes habiendo pasado páginas y páginas sin darte cuenta. Y la autora no es capaz solo de eso, sino que lo baña todo con una pátina muy suya y muy concreta, un ambiente propicio y nocturno y una carga de profundidad que hace que sea imposible salir de este libro sin haberse mojado un poco en su agua.

Acerca de los autores

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Alejandro Marcos

Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.

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Chiki Fabregat, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Chiki Fabregat

Coordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.

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Jorge Corrales

Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.

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Lara Coto, profesora de Escritura Creativa para Adolescentes en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Ático26

Lara Coto

Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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Mariana Torres, profesora del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Gaby Jongenelen

Mariana Torres

Nació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).

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