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Escrito por: CHIKI FABREGAT
Los festivales, las ferias y los encuentros literarios del tipo que sean son un chute de energía y una posibilidad de conocer a otras personas del entorno editorial, pero no son, o no deberían ser, un espacio centrado en nosotros, nuestra obra y nuestros desvelos. No son un lugar en el que hacer sentir incómodos a otros.
Todos los años, a principios de mayo, pongo un mensaje en mis redes: ya huele a feria. Podría ponerlo otros meses, porque soy un animal festivalero, pero la Feria del Libro de Madrid nos reúne a muchos y es uno de los mejores momentos del año.
Las ferias, los festivales, los congresos, encuentros, clubes de lectura… son lugares en los que encontrarnos con quien nos lee, pero también con quien escribe, con quien publica, con quien promociona… Son, sencillamente, una fiesta.
Suelo asistir al FESTILIJ, un festival especializado en Literatura Infantil y Juvenil que organiza Serendipias, una librería de Tres Cantos. A algunos de los que hoy son mis mejores amigos los he conocido allí, porque otro punto importante que tienen los festivales es que nos ayudan a darnos cuenta de que los demás escritores no son el enemigo, no son la competencia, son colegas que se dedican a lo mismo que nosotros y atraviesan los mismos parajes, verdes y floridos unas veces e inhóspitos y desérticos otras.
También me gusta visitar la Feria del Libro de Madrid tantas veces como me es posible en las dos semanas que dura. No me pierdo el pícnic en el que nos juntamos escritores, libreras, agentes y hasta algunas editoras. Y visito a mis compañeros en las casetas, compro sus libros y hago cola para que me los firmen. No soy coleccionista de firmas, pero me gusta hacerles saber que estoy ahí, que los apoyo, que me interesa lo que escriben y que valoro profundamente el esfuerzo que hacen al sentarse en una de las casi cuatrocientas casetas de la feria con los dedos cruzados para que no sea una tarde de ver pasar gente. De hecho, los admiro mucho y hasta envidio su valor. Yo me escaqueo cuanto puedo de las firmas, las propias, quiero decir, porque me genera mucha tensión que mis libros no se vendan y la librería o la editorial que me han invitado sientan que han perdido una oportunidad preciosa de promocionar a otro autor.
El año pasado, por primera vez, visité el festival Celsius. Un encuentro como un azucarillo de los de antes, de esos prensados que parecen pequeños y a medida que se diluyen se hacen enormes. Cuatro días de mesas redondas, presentaciones, talleres y muchas charlas en las terrazas de los bares del centro de Avilés. Además, fui con un amigo y él me abrió la puerta al mundo de la literatura fantástica mientras yo lo convencía de las maravillas de la literatura juvenil.
Y las comidas de escritores LIJ. Madre mía, qué divertidas son y qué chute de energía.
La entrega de los premios SM, punto de reunión de autores de infantil y juvenil, las presentaciones de libros, las charlas y mesas redondas… Siempre, una fiesta. Y así deberíamos acudir a estos eventos, con la mente abierta a nuevas ideas, con el deseo de conocer, de escuchar. De compartir. De empaparnos.
Lo bueno de todos estos encuentros es que no hay jerarquías, o al menos yo nunca lo he vivido así. No se sientan los autores consagrados en una mesa mientras los que estamos empezando los miramos desde abajo, qué va. Las editoras no pasean con la mirada altiva y la varita de los deseos en la mano, tú sí, tú no, tú, solo si me haces la pelota. Tampoco los agentes están buscando el filón de oro que nadie ha visto, tú, ni la novela que va a revolucionar el sector editorial, la tuya. Solo están, como tú, como yo, disfrutando.
Y una vez que os he convencido de lo maravillosas que son estas fiestas, os cuento lo que no son. Lo que no deberíamos pensar que son, si no queremos molestar o incomodar a otras personas.
No son una lanzadera, no son un pitch editorial, no son una entrevista de trabajo, no son un espacio para el yoísmo, para hablar de nosotros, de nuestros libros, de nuestras ventas, de nuestros fracasos y nuestros éxitos. No deberíamos ir a estos encuentros con el manuscrito bajo el brazo para colárselo a una editora cuando esté despistada o repartiendo tarjetas para que libreros y bibliotecarios promocionen nuestros libros. Tampoco a venderles libros a nuestros compañeros ni a pontificar sobre la mejor manera (la nuestra, claro está) de triunfar en esto que hacemos.
Somos escritores a tiempo completo. No quiero decir que no hagamos nada más, muchos de nosotros tenemos otros trabajos que pagan las facturas, quiero decir que todo el día somos escritores, que vemos historias en las copas de los árboles y que juntarnos con mentes creativas como la nuestra y escuchar lo que tienen que decir nos aviva el deseo de escribir más. ¡Con qué ganas de sentarme a escribir vuelvo yo de cada uno de estos encuentros! Pero no somos vendedores a la caza del cliente. O no deberíamos serlo. En mi opinión (vaya por delante que no es más que eso, una opinión), es una falta de tacto, de educación y de respeto buscar a alguien en un momento de relajación y disfrute para bombardearlo con una propuesta del tipo que sea. Da lo mismo si se trata de una publicación, un encuentro, un taller o una participación en la siguiente feria. ¿Quieres más patatas? Por cierto, tengo una novela… Oh, vaya, menganita, qué tal tus hijos, tú rechazaste mi novela. Zutanita, qué vestido tan mono, aún no has respondido a mi correo. Maripili, lo tuyo bien, pero escucha que voy a hablarte de lo mío. No. De verdad que no.
Tampoco es el momento de llorar porque se nos ha atascado una historia, porque nadie compra nuestro libro, porque nos han rechazado por enésima vez en una editorial o una agencia.
Es bueno y muy recomendable encontrar ese espacio, mucho más íntimo, en el que pedir ayuda o apoyo o comprensión. Yo cuento con las chicas del barrio, un grupo de escritoras de infantil, como yo, superados los cincuenta años, como yo, madres, esposas, trabajadoras… Nos juntamos de vez en cuando para charlar de la vida, de lo que estamos leyendo, para intercambiarnos las últimas publicaciones y para celebrar que la literatura nos ha unido. Esos cafés son una carga de energía y una palmadita en la espalda. También tengo a Alejandro, el pepito grillo que me regaña cuando me pongo pesimista, que me lee, que me ayuda y que se alegra de mis éxitos y me consuela en los fracasos. Claro que todos deberíamos tener esta red. Y no es raro encontrarla en un festival, una feria, una presentación o un jardín literario del tipo que sea. Porque, vuelvo al principio, estos encuentros nos sirven también para hacer amigos.
De verdad, disfrutad de los festivales. Asistid. Saludad. Presentaos cuando haya ocasión. Comentadle a un autor que habéis leído su libro y os ha gustado. Felicitad a una editora por ese libro tan estupendo que acaba de sacar su sello. Y volved a casa llenos de ideas, de deseo, de optimismo. Esa es la mejor parte de la fiesta.
Coordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónEs Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónCoordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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