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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Como muchos de vosotros ya sabéis, siempre ando escribiendo algo. Soy de los que necesita constantemente un proyecto, sea de relato o de novela, al que echarle el guante para tener algo con lo que obsesionarme. Ahora mismo me encuentro escribiendo mi siguiente novela y, alumnos no leáis esto, me he venido muy arriba con el número de personajes. Tan arriba que sé que es muy probable que tenga que cargarme a alguno antes de terminar el primer borrador o se me convertirá en un monstruo inabarcable. Otro día os hablaré de mi tendencia a la sobreabundancia de personajes.
El caso es que en este nuevo proyecto me he autoimpuesto una serie de retos para salir de mi zona de confort. Algunos de ellos son sencillos, pero otros se me están haciendo más cuesta arriba (como por ejemplo la fantástica idea que tuve de probar a acercarme un poco al terror). Entre esos retos se encuentra el de hacer protagonista a un personaje con el que yo no empatizaría de ninguna de las maneras. Y además hacerlo sin justificarla y sin buscarle un lado cercano a mí, dejando que ese personaje sea como quiera ser. Brillante idea, Alejandro.
He escrito muchas veces sobre personajes con los que en general no empatizo, pero siempre les he buscado un pequeño punto de conexión conmigo que pudiera hacer que los entendiera, que justificara de algún modo su manera de ser. Como cuando un abuelo suelta alguna burrada racista y lo justificamos diciendo que se crio en otra época. Y, ojo, no estoy diciendo con esto que mi personaje sea un personaje que tenga un comportamiento deleznable, qué va, el pobre es de lo más normalito, de lo que se trata es de que no empatizo con él. Si fuera una persona real, jamás seríamos amigos.
¿Por qué te obligas a hacer algo así, querido Alejandro? Pues muy sencillo. Creo que es importante ponerse retos a la hora de escribir ya que esos retos y abrir tus zonas de confort pueden servirte para otros proyectos futuros y otras escrituras. En este caso concreto, escribir sobre personajes que te caen mal puede ser muy productivo si necesitas un tipo de personaje así para la trama. Si solo escribes sobre personalidades que se acercan a la tuya o que conectan con la tuya, lo más probable es que acabes convirtiendo tu propia escritura en un cliché. Además, escribiendo sobre esos personajes puedes trabajar con rasgos de carácter que hasta ese momento desconocías y que pueden ser muy eficaces para dotar de contradicciones (y con ellas de profundidad) a los personajes de tus historias.
Pero que sea bueno para mi escritura o razonable no lo hace más sencillo. Y por eso estoy escribiendo este artículo en lugar de continuar con el capítulo que tengo a medias. Me cuesta mucho no justificar al personaje, pero creo que es lo correcto. De la película del Joker, lo que menos me gustó fue precisamente la justificación que se hacía de los actos del personaje. Cuidado, no estoy diciendo que no debamos crear empatía con el personaje, eso lo hace muy bien la película, por ejemplo; eso puede hacerse aunque no se justifiquen sus acciones. Y ese es el equilibrio que yo busco. Y sería mucho más fácil para mí si el personaje realizara acciones tan fáciles de rechazar como las que realiza el protagonista de la película, pero no es el caso. Quiero que el lector empatice con el personaje aunque yo no lo haga. Yo solo quiero entenderlo, saber por qué hace lo que hace, aunque esas razones no lo justifiquen en absoluto.
Por supuesto, también podría haber escrito al personaje desde el punto de vista opuesto. Es decir, buscando el rechazo del lector, haciendo que el lector sintiera lo mismo que yo siento hacia el personaje; pero creo que eso sería lo más sencillo de hacer. Después de todo, es la manera más habitual de hacernos empatizar con el antagonista en muchas historias. No, eso tampoco me servía.
Pero también me he colocado apoyos que me impidan abandonar al personaje, cambiarlo o dulcificarlo (entendiendo ese dulcificar con acercarlo a mi empatía). He hecho que este personaje, su personalidad concretamente, sea importante para el desarrollo de la novela. De esta manera no podré tocar al personaje sin que se me descoloque el resto de la trama. Eso me servirá de guía para saber que no estoy cediendo a la comodidad y volviendo a entrar en mis personajes arquetípicos.
Poco a poco voy acostumbrándome más a la presencia del personaje y a permitirle actuar dentro de mi novela (sus acciones son cruciales, de hecho). Aunque tenga que salir a tomar aire cada pocas palabras, creo que acabaré logrando mi objetivo. Y, aunque me pese, también creo que acabaré cogiéndole cariño y echándole de menos, porque ya me ha pasado con otros personajes cuyas actuaciones eran bastante peores o condenables que las de este pobre. Al final va a ser cierto lo de que el roce hace el cariño.
Es curioso lo conectadas que están a veces nuestras emociones y nuestros gustos con lo que escribimos. Estoy logrando desconectarme con este personaje (y eso es algo bueno), pero a veces me sorprendo juzgándolo o incluso insultándolo en mi cabeza mientras escribo. Es imposible que se produzca una desconexión total, puesto que la escritura está del todo unida a la subjetividad del escritor, pero me gusta pensar que el dominio de la técnica me ha ayudado a poder lograr la creación de este personaje.
Desde aquí os recomiendo, como siempre hago, saliros de vuestra zona de confort y atreveros a probar cosas nuevas. Quizás podáis descubrir aspectos de vuestra escritura que desconocíais o, incluso, podáis entender algo mejor vuestro propio proceso creativo. Y la información, sin duda, es poder.
¿Vosotros tenéis algún personaje así?, ¿alguna vez os habéis enfrentado a la escritura de un texto con un protagonista que os cayera mal? Contádmelo, como siempre, en los comentarios.
Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónRedactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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