Escribir o contar que se escribe

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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Ayer escribí. Ayer volví a escribir. Llevaba un par de meses sin hacerlo por culpa de un pico muy alto de trabajo y falta de tiempo. Pero ayer me senté, retomé el proyecto que había empezado varios meses antes y que llevaba planificando mucho más y escribí. Y me sentí genial. Todo fluía. Ayer escribí y se lo conté a todo el mundo. Ayer escribí y hubiera escrito mucho más si no lo hubiera estado contando.

Blog de escritura de Escuela de Escritores, con Lara Coto, Alejandro Marcos, Chiki Fabregat, Jorge Corrales y Mariana Torres

Cuando me di cuenta de eso, de que a veces cuando estaba escribiendo estaba pensando en las ganas que tenía de decirle a todo el mundo que había vuelto a escribir, decidí que tenía que escribir este artículo (sí, con todos esos escribir). Y que tenía que hacerlo para entender por qué tuve esa necesidad de compartir lo que había hecho.

Bien es cierto que yo ayer, simplemente, podía justificar ese deseo de compartir con la felicidad que sentía. Aquellos que hayáis estado un tiempo sin escribir sabéis perfectamente la efusión que uno siente cuando consigue salir del bloqueo o, por fin, poder sentarse a retomar un proyecto. Porque al final la falta de tiempo para escribir suele llevar a un bloqueo. Cuando uno lleva mucho sin tocar un proyecto tiende a pensar que, quizás, el proyecto sea demasiado o que, por el contrario, no valga la pena. Yo veía que cada día sin escribir me separaba un paso del proyecto, que iba olvidando a los personajes, los ambientes. Me veía incapaz de recuperar la voz y ya no encontraba ni la razón por la que aquella historia me parecía interesante en un primer momento. Y allí estaban todos los días los esquemas y las fichas que había hecho del proyecto, colgadas delante del ordenador en un corcho, mirándome con superioridad. Y cuando un día decides parar esa espiral y coger las riendas, ese día tienes que contárselo a alguien. Ayer le hubiera contado hasta a la taquillera del metro que había escrito de nuevo si no hubiera tenido a nadie cerca con quien compartirlo. Y está bien. Creo que esa necesidad es sana y, al menos en mi caso de ayer, comprensible.

Hasta aquí todo bien. Pero, ¿qué ocurre cuando esa comunicación se vuelve compulsiva? Todos conocemos (y seguro que os vienen un par de nombres a la cabeza al leer esto) a algunos escritores que no paran de hablar de sus textos en redes sociales. De colgar posts en los que hablan y debaten sobre las ideas de las cosas van a escribir. Pero, ¿lo van a hacer? Sigo a un chico que lleva casi dos meses hablando a diario sobre un relato y sus personajes. Ha hecho encuestas sobre los nombres de los personajes, sobre la ambientación, sobre el argumento y el final. ¿Eso es escribir? No sé aún si ha colocado una palabra detrás de otra. Ha planificado el relato, probablemente, pero lo que principalmente ha hecho ha sido hablar de lo que va a escribir. No me malinterpretéis, no estoy dudando de las capacidades de este o de cualquier otro escritor (y mucho menos diciendo que las mías sean superiores), pero creo que a este tipo de personas hace falta que alguien les diga que no están escribiendo. Que es muy bonito el encontrar una comunidad con la que compartir lo que haces, que la escritura es muy solitaria y blablablá, pero que no está escribiendo. Y, lo más importante, alguien debería decirle que se plantee por qué no lo está haciendo.

Hay que tener cuidado con estas actitudes porque pueden derivar en una falsa sensación de escritura. Creer que estamos escribiendo cuando no lo hacemos. Engañar a nuestro cerebro para no sentirnos mal por no escribir. Y eso puede ocultar por detrás un gran bloqueo. O llevar a frustraciones o a problemas de inseguridad. Como cualquier aspecto de las redes sociales, el compararnos con los demás es un problema que también tiene la escritura. Vemos que los escritores dicen lo que escriben, comparten sus proyectos. Si no tengo nada que compartir, ¿significa que no soy escritor?, ¿significa que lo soy si lo comparto? Al final todo esto redunda en encontrar el apoyo y la aprobación de los demás. Igual que cuando se sube una foto. El problema viene cuando no somos conscientes de eso. Porque hay gente, yo la he conocido y en redes sociales abunda bastante, que solo escriben para buscar la aprobación de alguien, para sentirse querido. Hoy en día, con las redes sociales, ya no es necesario ni siquiera llegar a escribir de verdad. Con decir que estás escribiendo, que tienes problemas con el proceso creativo, con la estructura, con la trama, con decir que estás bloqueado; ya vale.

Y soy el primero que comparte tweets y post en Facebook contando mis penas con la escritura (Hola, ¿y este artículo?). Lo sé. Y me reconforta saber que hay alguien allí que entiende lo que quiero decir, que está en mi situación. Pero eso no es escribir y soy muy consciente de ello. Y también soy consciente de que no forma parte del proceso creativo, de que si, los dioses de felpa me oigan, las redes sociales desaparecen un día, yo voy a seguir escribiendo y escribiendo porque es lo que quiero hacer y porque disfruto con ello. Aunque no tenga ningún «me gusta».

Yo ayer no quise compartir mi felicidad en las redes sociales, sino entre mis amigos. Y no lo hice porque hubiera llegado a esta reflexión (a ella he llegado esta misma mañana pensando en el contenido del artículo). Lo hice porque era una alegría muy hogareña, muy cercana, que solo quise compartir con la gente que estaba a mi alrededor, los que sabían lo mal que lo había pasado estos meses sin escribir a pesar de que no hablara de ello. Porque a veces hablar del demonio lo hace real y lo convoca. Si no se habla de bloqueo, quizás no exista. Pero eso no es así. Hablar del demonio no lo hace real, al igual que hablar de que escribes no hará, tampoco, que lo hagas.

Acerca de los autores

Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Alejandro Marcos

Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.

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Chiki Fabregat, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Chiki Fabregat

Coordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.

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Jorge Corrales - IMG300

Jorge Corrales

Redactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.

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Lara Coto, profesora de Escritura Creativa para Adolescentes en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Ático26

Lara Coto

Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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Mariana Torres, profesora del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Gaby Jongenelen

Mariana Torres

Nació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).

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