Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Pocas veces sucede, pero a veces el mundo escritoril resulta cálido y agradable. Esta semana voy a hablaros de una anécdota sucedida hace poco y de cómo la interpreto yo para extraer alguna enseñanza de ella.

Hace unas semanas se hizo viral un hilo de tuiter en el que una autora estadounidense de juvenil (Chelsea Banning) contaba su experiencia en una presentación de su primera novela a la que solo habían acudido dos personas y lo avergonzada que se sentía. Ese era el tuit original.

A partir de ahí, otros autores contestaban a la mujer, diciéndole que ellos habían vivido experiencias similares y dándole ánimos. La cosa empezó a crecer y se volvió viral cuando recibió respuestas también de autores como Margaret Atwood, Neil Gaiman y Stephen King. Estos autores consagrados, entre otros, animaron a la autora contando sus propias experiencias en presentaciones vacías. Neil Gaiman, por ejemplo, habló de que en una presentación en Nueva York con Terry Pratchett, no acudió nadie.

Me gustó mucho descubrir el hilo y leer las respuestas. Me dejó el corazón contento y me hizo sentir mejor con mi propia carrera de escritor. No sé si yo me hubiera atrevido a compartir por redes una situación parecida con el poco autoestima escritor que tengo, pero me alegro de que la autora lo hiciera. Resulta que, aunque ella escriba juvenil y viva en Estados Unidos, sus vivencias como escritora, sus sufrimientos y preocupaciones, son parecidos a los míos. A los de cualquier escritor. Ese miedo a que nadie compre nuestros libros, a que nadie aparezca en las presentaciones, a que a nadie le interese lo que escribimos… Eso, por lo visto, nunca desaparece. Pero qué bien poder compartirlo. Qué bien que mal de muchos sea consuelo de tontos.

Por eso creo que es importante compartir nuestras experiencias negativas con otros escritores. Existe una tendencia en las redes sociales (y quizás en persona cuando conocemos un nuevo escritor) a compartir solo lo bueno, exagerándolo un poco o luciéndolo un poco de más. A hacer la foto de la presentación desde el lado en el que parezca que hay más gente. ¿Por qué hacer eso? Yo mismo me descubro a veces con vergüenza cuando me preguntan por mi nuevo libro. Vergüenza porque cualquier respuesta que no sea: «Es un bestseller que va a ser adaptado al cine» es una decepción. Si no llenas las presentaciones ni vendes muchos libros, ¿para qué escribes?, ¿no será que no eres buen escritor?

Este hilo fue un arma que usar contra el saboteador interno que todos tenemos, un seguro contra el síndrome del impostor. Cuando lo leía pensaba: No estoy solo. Y, además, el hecho de que grandes escritores se hubieran molestado en responder y mostrarnos sus momentos de debilidad refuerza aún más esa idea. Porque el saboteador siempre está ahí, agazapado, dispuesto a decir: Claro que no estás solo, hay muchos fracasados más como tú a los que nadie va a comprar los libros. Pero Stephen King, Margaret Atwood y Neil Gaiman no son unos fracasados (ya me gustaría a mí fracasar así en la vida).

Es verdad que tampoco hay que emplear estos mensajes como un: «Puedo llegar a ser como ellos» porque eso quizás solo traiga frustraciones. Pero sí que creo que puede interpretarse como que estamos todos juntos en esto. Que, al final del día, el trabajo que hacemos como escritores es el mismo. Con menos dinero y menos tiempo, por supuesto, pero el mismo. Y eso da consuelo, que es algo que nos falta mucho a los escritores encerrados en cuevas.

Algo bueno tendrían que tener las redes sociales.

Quizás es el mismo sentimiento que el que lleva a muchos escritores a acercarse a las biografías o los diarios de los escritores que admiran. Recuerdo que una amiga mía siempre comparte un extracto de un diario en el que el escritor o la escritora dice que ha sido un mal día porque no ha escrito nada. Qué reconfortante es saber que Virginia Woolf o Kafka sufrían cuando estaban bloqueados o que había días en los que no podían escribir. Saber que peleaban con sus escritos igual que nosotros lo hacemos con los nuestros. Y, repito, no se trata de compararse con o ponerse a la altura de, sino de compartir preocupaciones y penas; de saber que estamos en el mismo camino que ellos. Y esa sensación positiva de apoyo es con la que me quiero quedar.

No me resisto a terminar este post sin añadir que, más allá de lo curioso de la anécdota y de los ánimos que debió sentir la autora primeriza, lo sucedido en este hilo habla mucho también de la industria editorial, aunque no me voy a meter en ello en el artículo. ¿Funciona el modelo de las presentaciones?, ¿para qué sirven? Quizás este hilo deba servir para hacernos reflexionar sobre la industria y su funcionamiento. Quizás demuestre la saturación del mercado o el desinterés de los lectores por acercarse a figuras que aparentemente tiene cerca a través de las redes sociales. No sé. Estas reflexiones ya las dejo para otro artículo, o para unas cervezas con amigos escritores.

De vez en cuando está bien no darles dos vueltas a las cosas, no racionalizarlas, solo quedarse con la parte positiva (y un poco inocente, por qué no), de las cosas. Como he dicho al comienzo del artículo, estas cosas no suelen pasar en el mundo de la escritura y menos en las redes sociales. Seguro que la autora en este momento se alegra enormemente de que solo dos personas acudieran a la presentación porque ha aprendido algo mucho más valioso que el dinero obtenido por algunas ventas. Y estoy seguro también de que la confianza que le ha dado el leer las respuestas de los otros escritores es algo impagable. Los demás tendremos que conformarnos, de momento, con leer el hilo y seguir trabajando la confianza pasito a pasito, presentación a presentación, nervio a nervio y, por supuesto, libro a libro.