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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
En este otro artículo os hablaba de la tensión narrativa, explicando qué es, y también de las dos principales formas que conocemos para crearlas en nuestras historias: el suspense y la intriga. Esta semana me gustaría hablaros de otra técnica que podemos usar para crear tensión narrativa y que a veces no vemos como tal, aunque la incluyamos: el interés romántico de los personajes.
Entendemos como interés romántico de un personaje, la atracción aparente o explícita que siente dicho personaje hacia otro que aparece en la historia. Tanto física como sentimental. Puede o no ser correspondida. De hecho, de esa tensión que surge entre la duda de si será o no correspondida es de donde nace, en este caso, la tensión narrativa. Esta herramienta también se conoce como tensión sexual, pero preferimos emplear el término «interés romántico» por no repetir la palabra tensión y por no centrarlo en las relaciones sexuales.
¿Esto qué quiere decir? Quiere decir que una vez se resuelva, para bien o para mal, la tensión desaparecerá. Es decir, que el interés romántico del personaje solo nos va a servir para captar la atención del lector cuando genera una duda, cuando no sabemos si conseguirá o no captar la atención o el amor del otro personaje. Si nuestro personaje se enamora, se declara, es correspondido y los dos personajes comienzan una relación, no habrá tensión narrativa ninguna. Como mucho, en el momento de la declaración.
¿Eso quiere decir que no puedo generar tensión narrativa en mi libro con una pareja? No. Una pareja puede generar también tensión en el momento en el que se encuentren en una encrucijada o un momento de incertidumbre en su relación. Si nuestra pareja de antes continúa con su relación y llega un punto en el que uno de los personajes quiere casarse y el otro no, o tener hijos, o abrir la pareja, etc. Eso generará tensión narrativa porque querremos saber qué va a suceder a continuación, querremos saber si los dos personajes están en el mismo punto y qué sucederá si la respuesta es negativa.
Y todas esas encrucijadas e incertidumbres son también intereses románticos. Si recordáis lo que vimos en el artículo sobre la intriga y el suspense, la intriga jugaba con la falta de información y, en este caso, una intriga puede ser un interés romántico puesto que al final todo se trata de saber si el amor es correspondido y realizado, es decir, de que como lectores tengamos información sobre los personajes o que ellos la tengan y nosotros no. Digo esto para recalcar el hecho de que este tipo de herramientas y recursos son perfectamente combinables y, muchas veces, actúan a la vez. Mucho más siniestro sería, por ejemplo, juntar el interés romántico con el suspense, que, recordad, siempre tenía cierta amenaza de violencia.
Vale, entonces, cuando sienta que mi historia flaquea un poco o que la trama principal se me está alargando demasiado, introduzco un interés romántico y así tengo al lector enganchado hasta que pase algo más interesante con ese argumento. No. O al menos yo no os recomiendo que hagáis eso. La razón es muy sencilla: Si el interés romántico no tiene ninguna relación, aunque sea mínima, con la trama principal, el lector va a percibirla como un pegote, como algo que está de más y que sobra, que distrae de la historia principal. Seguro que si os esforzáis, recordáis un montón de historias en las que la relación romántica del protagonista está metida con calzador, solo para llegar a un final feliz.
Mi consejo es que trabajéis el interés romántico, si decidís incluirlo, como una trama secundaria. Las tramas secundarias siempre tienen que tener una razón narrativa para ser incluidas en la historia. Esa razón suele ser o bien cambiar al personaje para que esté preparado para la trama principal, o mover la trama principal en alguna dirección. Nunca deben estar totalmente desconectadas de esa trama principal o serán historias independientes que hemos incluido porque sí.
Evidentemente, siempre nos estamos refiriendo a las historias cuya trama principal no gira en torno a una relación entre personajes. Todos estos consejos que yo os estoy dando para generar tensión serían distintos si lo que queremos contar en nuestro texto es, precisamente, un interés romántico. Ahí actuaríamos de distinto modo, pues, por ejemplo, no necesitaríamos que esa relación entre los personajes estuviera apoyada en ninguna otra trama.
Incluir un interés romántico siempre va a ser garantía de captar la atención de los lectores, puesto que de forma inconsciente (y provocado, quizás, por todos los estereotipos que hemos percibido culturalmente a lo largo de nuestra vida) el lector va a estar esperando la aparición de ese interés y tratará de emparejar mentalmente al personaje (sobre todo al protagonista) con otros personajes con los que parezca que tiene cierta conexión o a los que parece que presta una atención especial. Hay que ser cuidadosos con eso porque en ocasiones, si hemos dado demasiados indicios, aunque hayan sido sin querer, de que un personaje y otro pueden tener un interés romántico, no culminarlo o explicitarlo puede provocar rechazo en el lector (cof, Finn y Poe, cof), puesto que va a sentir que no se han cumplido las expectativas que el escritor les ha planteado. Si nuestro personaje no va a tener ningún interés romántico, cosa perfectamente válida, es mejor no despistar y dar pie a suposiciones por parte del lector, porque conseguiremos captar su atención, claro, pero, a la vez, le estaremos prometiendo algo que no siempre vamos a cumplir y, además, estaremos desviando su atención de aquello que verdaderamente nos importa en nuestra historia.
Si se hace bien, generar un interés romántico en nuestras historias es un potente atractivo y un llamado de atención muy poderoso para los lectores, pero hay que tener cuidado de que ese atractivo no eclipse la historia principal ni de que quede como algo forzado o añadido por capricho. Como todo en literatura, es cuestión de equilibrio y de la historia que queramos contar. Seguro que recordáis ejemplos de ambos casos en vuestras lecturas. Podéis dejármelos en los comentarios si queréis.
Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónRedactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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