Escrito por: LARA COTO
El 16 de octubre fue el Día Internacional del Fósil. Sé lo que estás pensando: «¿Existe un Día del Fósil? ¿En serio? ¿Un día dedicado a esas piedras medio deshechas que aparecen de vez en cuando debajo de los edificios o entre las rocas?».
Pues sí, existe un día del fósil. Y respondiendo a tu siguiente pregunta, se eligió con el objetivo de «crear conciencia sobre el valor de los fósiles como testimonios del pasado de la vida en nuestro planeta, resaltar el valor científico y educativo de la paleontología y destacar la importancia de preservar los fósiles para generaciones futuras.»
Vale, me has pillado. Estas líneas las he sacado de la web del Museo Paleontológico de Castilla la Mancha. Yo tampoco sabía que existía un día del fósil hasta el mismo 16 de octubre de este año y, para qué engañarte, no tenía ni idea de por qué existía.
Pero ahora que sé que existe, tengo que decir que me encanta. Lo he apuntado en mi calendario para que me salte un recordatorio todos los años. No es que vaya a hacer nada del otro mundo cada 16 de octubre. Quizá me ponga mi colgante de amonite, me recorra Internet en busca de artículos conmemorativos o publique en mis redes, por enésima vez, algún post comentando que el diseño de los velociraptores de Jurassic Park está basado realmente en la especie Deinonychus. Y por supuesto, pensaré mucho en fósiles. Más aún que de costumbre, quiero decir.
Cualquier persona que me conozca (y ahora también tú, que estás leyendo esto) sabe que las dos cosas que más me gustan en el mundo son las historias y los dinosaurios. Así, por separado, historias-y-dinosaurios. Como a quien le gustan el cine y el senderismo, o el chocolate y los puzles, o el tenis y la cultura celta. Dos aficiones que no tienen conexión alguna.
Lo que no sabe tanta gente es que no solo me gustan los dinosaurios, sino que me fascinan todas las especies extintas. Especialmente, aquellas que vivieron en la Tierra antes que el ser humano. Me atraen y me obsesionan por lo que representa el hecho de que sepamos tanto sobre ellas sin haber convivido. Por eso pongo tanto énfasis en hablar del día del fósil: porque mis aficiones, en realidad, son los fósiles y las historias.
Y por último, lo que casi nadie de mi entorno sabe (y aquí voy a tirar de mi propia manta) es que para mí, los fósiles y las historias no son aficiones separadas en absoluto. Veo en ellas una conexión tan estrecha que me cuesta pensar en una sin que mi mente me lleve a la otra.
Porque, lo creas o no, un fósil es una historia.
Piénsalo. Un equipo de arqueólogos y paleontólogos recupera un fósil de Oviraptor y lo estudia. Las marcas de sus huesos y los tejidos fosilizados les hablan de la anatomía del Oviraptor, de su tamaño y, con suerte, incluso de su edad aproximada. Presentan un personaje. El nido de huevos de otra especie que desenterraron cerca hace pensar que el Oviraptor pretendía alimentarse de estos huevos. Eso le proporciona a nuestro personaje un deseo. Las marcas de dientes en el lomo hablan del ataque de un depredador mayor. Es un obstáculo, y con él, el conflicto. La posición de su cuello y de sus patas da una idea de lo que estaba haciendo cuando murió. Un desenlace. Ya está: tenemos una historia.
Por supuesto, no todos los fósiles pueden contarnos tantas cosas de sus dueños. Y lo que es más importante: no todas las historias atribuidas a fósiles aciertan a la primera. Por ejemplo, tiempo después de descubrir y nombrar al Oviraptor, un estudio reveló que el nido que tenía a su lado pertenecía a su propia especie. Su deseo entonces deja de ser cazar y pasa a ser proteger a sus crías, y esto nos inspira una historia completamente diferente: la del dinosaurio que intenta salvar a su familia del gran depredador o, quizá, del colapso que los destruyó a todos.
Sea como sea, los escritores estamos acostumbrados a la ficción, y que algunos detalles del estudio de un fósil no den en el clavo nos parece lo de menos. Lo verdaderamente importante es que el fósil, esa supuesta piedra medio deshecha, es una historia. Y si nos paramos a pensarlo un momento, es la Tierra la que nos está contando esa historia. Ha preservado a nuestros antecesores durante millones de años y los ha guardado en sus entrañas, paciente, esperando a que los encontremos para sentarse con nosotros junto al fuego y narrarnos lo que sucedió.
Si crees que esto es relacionar conceptos de forma muy loca, busca una postura cómoda para leer lo que te voy a decir a continuación.
No solo un fósil es una historia, sino que una historia es un fósil.
Que sí, de verdad.
De algún modo, las historias hablan siempre de cosas extintas o destinadas a extinguirse, ya sea porque quedarán en el pasado o porque sus autores morirán: ideas que fueron importantes cuando nacieron, heridas que sangraron tinta antes de cerrarse, mundos futuristas que acabaron quedando en el pasado y modas literarias que brillaron como estrellas antes de morir.
Pero no importa lo rápido que se desfase una idea, lo mucho que pierda importancia para su autor ni cuántas modas la sepulten con el tiempo. No importa que su autor muera o no vuelva a escribir. Porque la historia se mantiene viva. El fósil conserva, intacta, la forma de sus huesos, la posición de sus patas y las marcas de mordiscos, y lo guarda todo con mimo entre sedimentos de papel a la espera de que un nuevo lector desentierre su esencia.
Y así, las historias, como los fósiles, se convierten en un elixir de inmortalidad.
Esta relación entre fósiles e historias me resulta tan íntima y evidente que a veces me cuesta creer que estemos hablando de disciplinas tan distintas como son el arte y la ciencia. Curiosamente, no existe ningún Día Internacional de las Historias. Existe el Día del Libro, que para el caso podría valernos, aunque se limite a las historias plasmadas en papel. Existe el Día Internacional de la Narración Oral, que se centra en el bellísimo arte de los cuentacuentos. Pero no hay un Día de las Historias per se.
Al menos, no de forma oficial.
Porque para mí, inevitablemente, el 16 de octubre será, de ahora en adelante, el día de los fósiles y de las historias.
Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónCoordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
Más informaciónLicenciada en Física y Máster en Cultura Científica e Innovación. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores en el área de Informática. Imparte un Laboratorio de metáforas y fue alumna de la IX Promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores. En 2019 participó en el curso europeo de formación de profesorado de la EACWP. En 2021 publicó su primer poemario, Muro con buganvilla, con la editorial Amargord, reeditado en 2024 por Buenos Aires Poetry.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
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