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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Esta semana me he liado la manta a la cabeza y he decidido abordar por fin uno de los problemas que más me angustian como escritor: el recortar.
Esta semana me he liado la manta a la cabeza y he decidido abordar por fin uno de los problemas que más me angustian como escritor: el recortar. Sé que no soy el único al que le sucede, que es un fenómeno muy extendido entre escritores noveles y, quizás un poco más, entre escritores de fantasía. A mí me toca por los dos lados: por todos los libros de fantasía y los del siglo XIX de los que me he empapado en las lecturas y por mi incapacidad de ver mis propios textos con una mirada ajena. Suele sucederme que estoy tan metido en mis historias que soy incapaz de saber qué es relevante y qué no lo es si no realizo un esfuerzo.
Y de eso quiero hablaros: de la necesidad de recortar nuestros textos y de cómo podemos saber qué recortar. Porque recortar casi siempre es necesario. Por mucho que hayamos planificado nuestra historia, la escritura es un proceso creativo y, como tal, no siempre puede ser controlado. Después de la escritura vendrá necesariamente la poda. Y es algo que siempre tendremos que hacer una vez hayamos acabado de escribir, quizás incluso haya que esperar a que estemos revisando el segundo o tercer borrador del texto para tener claro qué es lo que sobra y qué es lo imprescindible.
No se trata de generar textos preferentemente cortos para consumir en estos tiempos de poco tiempo y mil distracciones, sino de que nuestra historia se centre en aquello que queremos contar. No se trata de censura, sino de focalizar y potenciar el efecto que tratamos de conseguir.
De hecho, esa podría ser la primera herramienta que podemos emplear para seleccionar qué sobra en un texto. Si no tenemos claro qué queremos contar, se nos hará muy cuesta arriba diferenciar lo esencial de lo superfluo. Es decir, que lo primero que deberemos preguntarnos es: ¿cuál es el tema de mi historia? Todo aquello que no refuerce el tema o que no apunte en su dirección, será susceptible de ser eliminado. Ojo, no estamos diciendo que deba ser eliminado, sino que puede serlo. Puede darse la posibilidad de que ese elemento narrativo no apunte al tema, pero que apuntale otro componente esencial en la historia y en cuyo caso, su existencia estaría más que justificada.
Por ejemplo: si una descripción no ayuda al tema, pero otorga verosimilitud y sirve para crear sentido de la maravilla. Este sentido de la maravilla puede ser esencial si estoy escribiendo una novela de fantasía épica. Es decir, que también tendremos que tener en cuenta si el elemento narrativo refuerza la verosimilitud, la construcción de mundo, la ambientación o la construcción del género. En este apartado hay que tener un poco de cuidado porque es fácil que nos excedamos con estos elementos. Es decir, que una vez construyamos el género, el ambiente, la verosimilitud y el mundo, todos estos elementos se convierten en superfluos. ¿Por qué? Precisamente porque no suelen estar relacionados directamente con el tema. Ese debe ser nuestro norte a la hora de eliminar.
Muy cercana al tema encontramos la trama principal. La trama principal, de hecho, debe ser una ejemplificación concreta del tema que hemos elegido. Es decir, que la trama principal «es» el tema, pero dicho con otras palabras diferentes. En ese caso, todo lo que sirva para desarrollar, construir y hacer avanzar la trama será necesario para la historia. Nos sobrará todo aquello que desvíe la trama de su cometido principal y que no la haga avanzar, sino que la enrede. En este caso también hay excepciones, por supuesto, porque es posible que necesitemos enredar un poco la trama para que el desarrollo del personaje sea creíble o para que la tensión no decaiga y el interés del lector no se pierda. Cuidado con esto porque, precisamente, uno de los riesgos que corremos cuando desviamos o alargamos artificialmente una trama es que la atención del lector se pierda.
En cuanto a las tramas secundarias, tiene que haber una relación clara con la principal para justificar su existencia o, como mucho, servir para que la trama principal avance de alguna manera. Estas tramas deben ser secundarias, es decir, que en ningún momento deben copar o eclipsar a la principal. También es un peligro que corremos con asiduidad los escritores de fantástico.
Por último, también podemos fijarnos en los personajes para saber qué podemos eliminar. No solo fijarnos en los personajes en sí, en su utilidad y conveniencia, sino en aquellos elementos narrativos que sirven para desarrollarlos. Habrá ocasiones, incluso en las que podamos unir dos personajes en uno solo que tenga más empaque y que cumpla las mismas funciones para la historia que los que creamos con anterioridad.
En cuanto al desarrollo de los personajes, hay que tener claro que toda información que no contribuya a dotar al personaje de tridimensionalidad o a que nos creamos su desarrollo debe ser eliminada. Al igual que con la construcción de mundo, como escritores tendemos a querer usar todo lo que hemos creado para el personaje en la historia. Quizás no es necesario que sepamos lo que ha desayunado el personaje o las notas que sacó en gimnasia en segundo de la ESO, si estamos hablando de una cena romántica. Todos esos datos pueden ser estupendos para que nosotros conozcamos al personaje mientras escribimos, pero hay que saber dosificarlos y, sobre todo, eliminarlos, cuando estamos escribiendo.
Usar la tijera no es sencillo cuando uno trata con sus propias historias. Yo mismo he hablado muy alegremente de cómo puede recortarse una novela, pero me cuesta horrores hacerlo con la mía propia. Quizás el último consejo que pueda daros en este aspecto es que uséis a los lectores cero para estas cosas. Preguntadles qué partes les han gustado menos, qué parte no han entendido, qué parte decae la acción, etc. Con esas respuestas también podéis detectar aquello que sobra en un texto. Es duro, pero nuestras novelas, al igual que los árboles, cuando se podan quedan más bonitos. Ninguno queremos que el peso de las ramas haga que el tronco se parta y que nos pille debajo.
Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónRedactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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