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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
El otro día, durante una clase, me preguntaron si era más aconsejable comenzar una historia con un principio rápido o con uno lento.
Como la mayoría de las veces que me plantean estas preguntas, o que yo mismo me las hago, no encontré una respuesta cien por cien satisfactoria o que me sirviera para todos los casos. Es verdad que al alumno en cuestión, bastante principiante, le recomendé, para los ejercicios sobre todo, intentar empezar con alguna acción o imagen visual la mayoría de las veces, pero no es un consejo que le vaya a servir para toda su carrera de escritor.
Antes de nada voy a aclarar a qué me refiero y a qué se refería el alumno en cuestión con principios rápidos o lentos. Nosotros llamamos comienzos rápidos o directos a aquellos que van directos, nunca mejor dicho, a la acción, aquellos que empiezan con un personaje haciendo algo, sin preámbulos. Como mucho se permite una situación espaciotemporal de la acción.
Por el contrario, los lentos son aquellos que sí que tienen un preámbulo antes de introducirse en la acción. Por ejemplo alguna explicación sobre el personaje o una digresión o reflexión que introduzca el argumento.
Es importante no confundir este concepto con el de desencadenante que ya vimos en otro artículo. El desencadenante es la primera acción que vemos en la historia y que sirve para poner en marcha el argumento, mientras que aquí hablamos literalmente de las primeras palabras que se va a encontrar un lector al acercarse a nuestro texto. El desencadenante, sobre todo en el caso de los comienzos lentos, puede encontrarse después de estos. Una historia puede comenzar con un niño comiéndose una manzana (una acción), pero eso no significa que esa acción sea el desencadenante. Quizás el desencadenante sea que al acabar de comer la manzana lanza el hueso por una valla y enfurece a un perro.
Volvamos a nuestros principios de esta semana. Las razones de que yo le recomendara el primer tipo de comienzos son diversas y todas ellas tienen que ver con el poco tiempo que llevaba practicando con la escritura. Para empezar, un comienzo directo obligará al escritor a centrarse en acciones y palabras concretas, lo cual aumentará la visibilidad del lector y facilitará la escritura del resto de la historia. Además, probablemente haga que la historia sea más atractiva para el lector al guardar algo de intriga sobre por qué el personaje hace lo que hace. Este tipo de comienzos son típicos de los relatos breves, pues el espacio para desarrollar el argumento es menor que el que se tiene cuando se trabaja una novela.
Pero, por otro lado, los principios lentos tienen la ventaja de situar perfectamente al lector antes de que comience la acción. Son principios recomendables solo si no se alargan demasiado en el tiempo y solo si vemos al personaje actuando al poco de comenzar. Lo ideal es que toda esa información que solemos facilitar en estos comienzos se encuentre repartida y mezclada con las acciones de la historia. De esta manera el lector estará recibiendo a la vez información relevante para la historia y una imagen visual. Fijaos que he dicho «información importante» ya que el principal problema que tienen este tipo de comienzos, además de que suelen ser bastante abstractos, es que nos dan información que no es del todo relevante para introducir al lector en la historia.
Es común en los escritores principiantes, más aún en los de literatura fantástica o ciencia ficción, querer darle al lector toda la información posible en las primeras líneas. En la literatura de género, el escritor ha realizado un trabajo de creación de mundo que siente deseos de compartir. Muchas veces esa información, aunque nos resulte interesante a nosotros como escritores y creadores de ese mundo, es totalmente irrelevante y ajena para el lector. Es lo que yo suelo llamar «párrafo Wikipedia».
Ojo, con esto no estoy diciendo, para nada, que no sea necesario incluir ciertas bases del funcionamiento de un mundo inventado al comienzo de la historia. Para nada. Lo que estoy diciendo es que toda esa información, si es que es verdad que es imprescindible, debe desgranarse poco a poco, de otro modo resultará abrumadora para el lector. Y si encima se encuentra al comienzo de la historia, conseguiremos espantarlo y que no siga leyendo.
Por eso mismo estos principios lentos solo son recomendables si son imprescindibles y, casi siempre, solo en novelas, puesto que el margen de confianza que el lector nos da en una novela es mayor que el que nos da en un relato.
Un consejo importante a la hora de crear principios lentos es que los comienzos con el parte meteorológico están muy trillados y generalmente son un ejemplo de información irrelevante de la trama. Si lo primero que le tienes que decir al lector de tu texto es que era una mañana clara de primavera, quizás el texto no merezca la pena ser leído.
En cuanto a los comienzos rápidos, hay que tener cuidado con dos cosas: la acumulación de acciones excesivas, de la que ya os he hablado alguna vez, y el olvidarnos de situar la acción espaciotemporalmente. Es recomendable comenzar con una acción, pero el lector debe saber en todo momento dónde y cuándo se encuentra nuestro personaje (a no ser, claro está, que busquemos precisamente eso), si no es así, podría perderse.
Es decir, que lo ideal es una mezcla de los dos principios, siempre teniendo en cuenta que no nos sirve comenzar con cualquier acción ni con cualquier digresión. Las primeras palabras con las que se encuentra el lector a la hora de acercarse a una historia son importantísimas, ya que serán las que formen una idea en su cabeza de cómo se va a desarrollar el resto de ella.
Un último consejo: no le deis muchas vueltas a estas primeras palabras si no las tenéis decididas antes de poneros a escribir, con frecuencia estas primeras palabras son las últimas que se escriben, pues hasta que no sabemos con certeza cómo termina la historia, no podemos saber cómo queremos que empiece.
Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónRedactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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