Celebrar la pequeñez

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Escrito por: CHIKI FABREGAT

En escritura hay que celebrar cada éxito, por pequeño que sea. Si nos alegramos solo por los grandes logros estamos siendo injustos con nuestro yo escritor y, sobre todo, estamos allanando el camino a la frustración.

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A veces, cuando me miro en el espejo, me estiro para parecer más alta, pero lo cierto es que adoro mi metro sesenta, si es que llego, o ser la quinta de cinco hermanos o la literatura infantil, tan importante en mi vida y tan secundaria para otros. Supongo que adoro la pequeñez. Y en la escritura hay muchas pequeñeces que dejamos pasar e incluso despreciamos injustamente.

Esto de la escritura, lo habréis leído un millón de veces, es solitario e ingrato. Siempre hay más noes que síes, más días de frustración que de triunfo, más miedo que arrojo, más dudas que certezas. Y pocos, muy pocos éxitos. Aunque tal vez haya más éxitos de los que reconocemos y el problema es que no los miramos bien, que los ponemos frente al espejo del callejón del gato y los vemos diminutos y rechonchos. Ni al metro sesenta llegan.

Demasiadas veces cometemos el error de medir el éxito de nuestra escritura en publicaciones. O, lo que es peor, en ventas. Pongamos que, a lo largo de un año, vendo dos manuscritos (en infantil pasan estas cosas, pero no tiréis a la basura vuestras novelas para adultos y os lancéis a los libros para niños, que tampoco es tan fácil). Pongamos también que me lo dicen en dos días diferentes, porque ya sería mala suerte que me lo dijesen en el mismo. Esto, más el día que llegan las liquidaciones editoriales, hace que tenga tres días al año con motivos para celebrar que soy escritora. ¿Y los 362 restantes? Tiene que haber más éxitos escondidos porque, si no, qué hago aquí, dándole a la tecla.

El éxito es la consecución de un objetivo. Si nos marcamos como única meta una publicación editorial o una liquidación con tres ceros, la frustración nos embargará 362 días, pero si el objetivo es pequeño, diminuto incluso, podemos vivir en paz todo el año. O al menos en un equilibro que nos permita avanzar.

Escribir es un éxito. Apagar el televisor, apartar el teléfono, cerrar durante un ratito todos los perfiles de redes sociales es un éxito. Hay muchas técnicas, más relacionadas con el márquetin y el bienestar personal que con la escritura, que pueden sernos útiles. A veces se trata de gestos pequeños, todo en este artículo insiste en lo pequeño y, si no fuera porque alguien vendría a corregirme, escribiría sin una sola mayúscula en una especie de reivindicación gráfica: celebremos la pequeñez de la minúscula.

Os propongo que marquéis en un calendario con un circulito de un color chillón cada día que os hayáis sentado a escribir, aunque solo hayáis escrito diez minutos. Mirar esa hoja al cabo de un mes acallará la voz machacona que se empeña en deciros que no valéis para esto. Y, si al cabo de un mes resulta que no hay tantos círculos de colores y la voz se ríe y suelta un «ya te lo dije», haced los círculos más grandes, que se vean bien. Si hay un círculo a la semana, es todo un éxito. Y si al mes siguiente hay semanas con dos círculos, éxito doble.

A casi cualquiera que se dedique a la escritura le hace feliz publicar su obra. O ganar un premio. O tener una fila de personas esperando pacientes su firma en una presentación. Pero si cambiamos la lupa por una de más aumentos, también debería provocarnos felicidad que alguien nos diga que le ha gustado lo que hemos escrito. Y deberíamos celebrar que esa voz narrativa con la que nos peleábamos hace unos meses, ahora no nos cueste tanto. Por no hablar del superéxito que supone terminar un poema o poner fin a un cuento. No digo nada, si terminamos una novela. No es que sea más difícil o un logro mayor la novela que el cuento o el poema, pero es muy probable que nos haya llevado más tiempo, así que, si después de un año con la nariz metida dentro de una historia, el día que la terminamos no salimos a la calle a gritar que somos grandes, lo estamos haciendo muy mal. Estamos siendo injustos con nosotros mismos.

En la escritura, en todo, pero aquí hablamos de escritura, cada pequeño éxito, por diminuto que sea, nos da fuerzas para seguir empujando hasta el siguiente. No se llega a la editorial, a la firma de libros y a la liquidación de tres ceros a la primera. Es, también lo has leído un millón de veces, una carrera de fondo. Y el mayor desencadenante de frustraciones es el deseo de que todo pase rápido. Y la frustración es superamiga de los abandonos. Una publicación pequeña (podéis subrayar las veces que uso pequeño/a en este artículo para mostrarlo como ejemplo de la repetición innecesaria y cansina) en una revista local es un éxito que nos permite afrontar el siguiente proyecto con la sensación de que estamos un pasito más cerca de conseguir lo que sea que queremos conseguir. También sobre esto podríamos charlar una tarde entera, ¿qué esperamos de la escritura? Ojalá lo sepáis, porque yo no lo tengo nada claro.

Una de mis editoras me ha llamado en varias ocasiones a decirme que no he ganado el premio de su editorial, pero que mi novela les ha gustado lo suficiente como para publicarla. Lo dice casi disculpándose y yo lo recibo bailando, si nadie me mira, y moviendo discretamente los pies si voy en el metro. ¡Les ha gustado! ¡Les ha gustado tanto como para publicarla! ¡¡Gracias!! ¡¡Mil veces gracias!! Que mi manuscrito haya pasado las diferentes cribas y haya llegado hasta la editora con un informe favorable significa que estoy en el buen camino y que cada paso que doy me acerca un poquito más a lo que quiero. Aunque, como decía un poco más arriba, no podría enunciar qué es lo que quiero. Escribir, supongo. No tener que esperar a las vacaciones, los fines de semana o los días libres para sentarme delante del teclado. No lo sé, pero prometo que, si lo averiguo, si soy capaz de poner mi deseo en una sola frase, vendré a contároslo.

Mientras tanto, sigo celebrando la pequeñez desde mi metro sesenta, aunque me estire cuando me pongo delante de un espejo. Y escribiendo, que es también una forma de celebrarme.

Acerca de los autores

Chiki Fabregat, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Chiki Fabregat

Coordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.

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Jorge Corrales

Redactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.

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Alejandro Marcos

Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.

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Lara Coto, profesora de Escritura Creativa para Adolescentes en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Ático26

Lara Coto

Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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Mariana Torres, profesora del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Gaby Jongenelen

Mariana Torres

Nació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).

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