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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Una de las cosas más tristes de las que uno se da cuenta a medida que va creciendo es que nunca tendrá tiempo para leer todo lo que quiere leer.

Blog de escritura de Escuela de Escritores, con Lara Coto, Alejandro Marcos, Chiki Fabregat, Jorge Corrales y Mariana Torres

Yo, acumulador de libros como soy, empiezo a asumir que ni siquiera me dará tiempo a leer toda mi pila de pendientes. Sobre todo, si me detengo a pensar en la velocidad con la que compro libros y la velocidad a la que los leo.

Por eso, últimamente he empezado a comportarme como jamás pensé que lo haría: he empezado a abandonar libros.

Sé que en otras ocasiones os he hablado sobre relecturas y sobre los beneficios de leer libros malos. Pero en el primer caso se trata de libros que ya sabemos que nos van a aportar algo (sea literaria o personalmente) y en el segundo se trata de libros generalmente cortos. Algo que ya no hago (o que he comenzado a no hacer, mejor dicho) es terminarme libros malos que, además de ser malos, son largos.

Una profesora mía siempre decía que, si un libro a las sesenta páginas no te dice nada, no va a hacerlo en el resto de las páginas. Y tiene razón. Aunque yo me marco un porcentaje en lugar de un número de páginas concreto para no darle oportunidades de más a libros breves ni quedarme corto con libros largos. Lo que yo hago es leer hasta el 25% del libro. Creo que con un cuarto es más que suficiente para saber si el libro es bueno o, mejor dicho, si es para ti o no. Pero de eso hablaremos luego.

El caso es que, en ese primer cuatro, el libro ha tenido ya que presentarnos el conflicto, los protagonistas, el mundo en el que se desarrolla la acción y el estilo de la narración. Si no lo ha hecho, el libro tiene una falla y también merecerá ser abandonado. Es decir, que, si decidimos abandonar un libro una vez superado ese umbral, ya contamos con las herramientas suficientes como para poder decidir objetivamente. Tened en cuenta que, si hablamos de un libro de seiscientas páginas, como el último que he abandonado yo, en ciento veinticinco páginas ha habido tiempo de sobra a que el libro conectara conmigo. Aunque en este caso, el abandono ha sido por la pobreza estilística del texto, no por la trama. De todos modos, se dice el pecado, pero no el pecador, así que no voy a ahondar más en ello. Eso, quizás, en otro post distinto.

De todos modos, si alguna vez llegáramos a equivocarnos abandonando un libro, con la cantidad de libros que hay en nuestras pilas, apenas notaremos esa falta. Hay que tener en cuenta que, contando con el tiempo que tenemos, muchos buenos libros se van a quedar sin leer en nuestra pila cuando dejemos este mundo. Y hay que hacer las paces con ello. La pila y el tiempo dedicado a la lectura siempre han sido temas que me ha generado estrés y ansiedad. Desgraciadamente, la vida real siempre se interpone y hay que trabajar, bajar al perro, hacer la comida y poner lavadoras.

Aunque antes me costaba mucho abandonar un libro, lo cierto es que nunca me ha convencido eso de «mejora al final» o «el final merece la pena» o «al final lo entenderás todo». Creo que ese tipo de experimentos puede realizarse con relatos o, incluso y siendo generosos, con novelas cortas, pero no con novelas más largas. Empezar un libro ya es pedirle al lector su confianza y su tiempo. Pedirle al lector que además se quede al final para saber si el libro merece la pena o no es abusar de su confianza.

Quizás me costara abandonarlos precisamente porque soy escritor y porque inconscientemente no me gustaría que algo así les sucediera a mis libros. Sin embargo, si de verdad me preocupa eso, lo que tengo que hacer es siempre intentar que el libro esté escrito lo mejor posible. Después de todo, tampoco quiero que nadie me lea por compromiso o porque no deben dejar un libro a la mitad. Entre la culpa y el sentido de completitud que me obliga a no dejar nada a medias (hola, ansiedad por no completar el cien por cien de los videojuegos) me han hecho perder en el fondo muchas horas que podría haber dedicado, perfectamente, a otros libros que merecieran la pena. No querer perderte cosas, al final hace que te las pierdas de todos modos.

En cuanto a las razones del abandono de los libros, a veces no los dejamos solo porque la calidad literaria no sea buena (creedme, hasta ahora he leído muchos libros malos solo porque la trama me tenía enganchado), a veces también lo hacemos porque el libro no conecta con nosotros, no nos dice nada, porque el protagonista es alguien detestable o porque la temática nos desagrada. Ni hay que leer de todo por obligación ni todo tiene que gustarte. Otra cosa es que tengas la capacidad de apreciar algo bien escrito o bien construido artísticamente.

Incluso hay algunos libros que no nos llegan en el momento adecuado. Quizás en un momento de bajón emocional no sea la idea más brillante ponerse a leer un libro triste o dramático. A mí lo que me sucede es que suelo navegar entre la ciencia ficción, la fantasía y el terror y hay momentos de mi vida en los que leo más de un género y menos de otro. Si me obligo a cambiar de género, ese libro tiene más probabilidades de no gustarme que los demás. Lo mismo que pasa con aquello que leemos por obligación. He disfrutado mucho de libros que me habían mandado en el colegio precisamente cuando los he leído fuera de él.

Hay que abandonar libros porque hay que disfrutar con la lectura, al igual que nunca recomiendo sufrir con la escritura (y no hablo aquí de esforzarse, que conste en acta). Bastante escaso es el tiempo que tenemos para disfrutar de nuestro ocio, como para encima pasarlo mal.

Acerca de los autores

Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Alejandro Marcos

Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.

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Chiki Fabregat, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Chiki Fabregat

Coordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.

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Jorge Corrales - IMG300

Jorge Corrales

Redactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.

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Lara Coto, profesora de Escritura Creativa para Adolescentes en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Ático26

Lara Coto

Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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Mariana Torres, profesora del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Gaby Jongenelen

Mariana Torres

Nació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).

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