Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Como ya sabéis, uno de los principales problemas a los que se enfrenta un escritor de literatura fantástica, de terror o de ciencia ficción es el establecimiento (y mantenimiento) de la verosimilitud en sus textos. Es una tarea aún más importante si cabe que en los textos realistas porque de que lo hagamos bien dependerá que los lectores entren en la historia y se crean (o no) la aparición del elemento imposible. Y es este elemento imposible, precisamente, el que nos va a poner las cosas difíciles.

Un elemento imposible es un elemento narrativo que supone la ruptura de las leyes físicas o sociales de nuestro momento histórico concreto. Puede ser un hombre lobo, una espada láser, una sociedad distópica o un dragón. Todos esos elementos no existen en nuestro mundo y es importante reforzar su aparición para que el lector se crea lo que le estamos presentando.

Para introducir estos elementos imposibles en nuestra historia contamos, principalmente con tres opciones. Todo dependerá de cuándo queremos introducirlo y de la ambientación de base de nuestra historia. Siempre será más sencillo introducir un elemento imposible en una historia ambientada en un mundo que no es real a hacerlo en una historia cuya ambientación sea mayormente realista.

Estas tres maneras de introducir el elemento imposible nacen de la necesidad que tenemos de marcar el género de la obra desde el comienzo de la misma para, de ese modo, establecer un pacto con el lector que nos garantice su confianza y su empatía con la historia.

Pero mejor vamos a verlo en detalle en cada una de las opciones:

• La primera opción que tenemos es la más natural y la que más sencilla puede resultar tanto para escritores como para lectores. Se trata de introducir el elemento imposible (o al menos uno de ellos) desde el comienzo. En este caso se introducirá el elemento sin necesidad de ninguna preparación por parte del narrador, sin explicarlo, de la forma más natural posible. Esto es posible mayoritariamente en historias que se ambientan en otros mundos distintos del nuestro o que busquen generar un sentido de la maravilla en el lector. Si el elemento imposible genera inquietud, desasosiego o miedo, probablemente nos convenga utilizar la segunda opción. En estos casos, el lector, desde la primera página ya se sitúa en el género y decide si establece el pacto de lectura y si sigue adelante con la historia. Siempre que sea posible, recomiendo emplear esta opción. Evidentemente, si se trata de historias que se ambientan en el mundo real y que van a presentar el elemento imposible un poco más tarde, esta opción es inviable a no ser que comencemos la historia con un in media res en el momento en el que aparece dicho elemento imposible y después volver al planteamiento de la historia y explicar qué ha sucedido hasta su aparición.
• Otra opción, esta típica sobre todo del fantastique o del terror fantástico, es el uso del extrañamiento. Esta técnica consiste en introducir pequeños elementos narrativos que puedan considerarse inusuales para el lector. El objetivo es que el lector se extrañe y empiece a preguntarse si en esa historia no sucede algo extraño que no es normal. Ese sentimiento de extrañeza hará que el lector esté totalmente preparado cuando aparezca el elemento imposible y se lo crea sin ponerlo en duda o sin sentir que el género narrativo de la obra ha cambiado de forma brusca. Muchas obras de terror emplean esta técnica para generar una atmósfera inquietante que coloque al lector en una situación de tensión predispuesta al miedo. Esta técnica no es exclusiva de la fantasía o la ciencia ficción. En realismo puede emplearse para preparar al lector antes de algún acontecimiento poco creíble o para un cambio brusco y que eso no rompa el pacto lector o dañe la verosimilitud. Es habitual para el escritor principiante pensar que los cambios bruscos en el argumento o la sorpresa en las acciones de los personajes van a mantener al lector enganchado, pero esos artificios solo demuestran la falta de pericia y, probablemente, nos haga perder más lectores que ganarlos.
• Esta última opción es la más compleja de usar y es la que recomiendo seguir solo si hay una buena razón narrativa para ello. En esta opción de lo que se trata es de usar los recursos literarios cercanos a la poesía para crear un lenguaje sugerente y poético que haga, de nuevo, que el lector se encuentre predispuesto a creerse la aparición de un elemento imposible. Este recurso es recomendable en aquellas historias en las que se parta de una ambientación realista y que juegue, además, con la sugerencia y la sutilidad. Los elementos imposibles introducidos de este modo suelen ser leves y, a veces, confusos. Aquí es importante jugar con lenguajes muy ambiguos o incluso con el surrealismo más cercano a la poesía. Como he anticipado antes, esta opción conlleva poseer un dominio del lenguaje y de la narrativa que no es accesible la mayoría de las veces para un escritor novel. Este recurso puede emplearse también en el realismo siempre que queramos generar una atmósfera onírica.

Como veis, presentar el elemento imposible en nuestras historias es algo bastante importante y muchas veces de que lo hagáis correctamente o no dependerá que un lector se quede a disfrutar con vuestro texto o no lo haga.

De las tres opciones que hemos visto, yo siempre os voy a recomendar la primera de todas porque cuanto antes marquemos el género de nuestra historia, mejor. Jugar con el extrañamiento es algo muy potente y que da muy buen resultado, pero deberíamos usarlo solo si hay alguna razón narrativa de peso para no introducir el elemento imposible desde el primer momento.

Por supuesto, y ya para terminar, cuando os recomendamos introducir el elemento imposible os recomendamos siempre hacerlo de forma visual (con alguna descripción que será más extensa en función de la importancia y rareza del elemento imposible) y a ser posible relacionado con alguna acción (si es que el elemento imposible no es en sí mismo una acción).