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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
El demonio del que he venido a hablaros hoy en uno de los que más me ha perseguido (y me persigue) desde que comencé a escribir. O al menos desde que comencé a tomarme en serio esto de la escritura. Es un fenómeno relacionado con la concreción y la visibilidad de los textos, mis talones de Aquiles preferidos.
¿Qué son las palabras baúl o comodín? Son aquellas palabras que, sin llegar a ser abstractas, no generan una imagen clara en la mente del lector por ser demasiado vagas o generales, esto es, por servir para todo. Por ejemplo: casa, cacharro, eso, cosa, asunto, bueno, positivo, interesante, ropa, animal…
Cuando usamos ese tipo de palabras, nosotros podemos desentrañar el sentido de lo que el autor dice en la frase, es decir, podemos entender el sentido, pero no podemos generar una imagen clara en nuestra mente. No es lo mismo decir casa que chalet adosado, ni cacharro u olla exprés, ni eso a salero, ni asunto a reunión con los dirigentes japoneses, ni ropa a chaqueta, etc. Usando prácticamente el mismo número de palabras, generamos una imagen mucho más concreta, mucho más visual, en la mente del lector. Es un truco muy sencillo, pero requiere de un pequeño esfuerzo.
El uso de las palabras comodín demuestra cierta vagancia del escritor, una pereza por no buscar el término exacto y conformarse con el primero que se le haya venido a la cabeza. Y es una pena porque lo que parece es que las capacidades del escritor no dan para más, que es pobre de vocabulario y, además, impreciso.
Relacionado con todo esto, y sobre todo con la imprecisión, podemos encontrar algunos verbos de los que tendemos a abusar y que tienen un montón de sinónimos mucho más precisos para atinar con lo que queremos decir de manera exacta sin que parezca que tenemos pobreza léxica. Hablo de verbos como: decir, hacer, haber, tener, dar, poder… Estos verbos también los considero verbos comodín. Sobre todo los verbos hacer y decir. Ambos pueden precisarse mucho más, matizando el significado que queremos aportar a la historia. Por ejemplo: No es lo mismo decir que Juan hizo unos macarrones que decir que Juan preparó unos macarrones, o que los cocinó, o que los perpetró. En todos esos casos encontramos un pequeño matiz de significado que es importante ya que ayudará a precisar la historia en la cabeza del lector.
Reconozco que este tipo de palabras siempre me han dado problemas. Sobre todo cuando tengo que generar una cantidad de texto importante en poco tiempo. Pero es algo normal. Es decir: si lo que tengo que primar es la velocidad a la calidad, al final voy a echar mano de los lugares comunes y eso, en nuestra cabeza, es echar mano de las palabras baúl. Siempre recomiendo a mis alumnos (y me recomiendo a mí mismo) no preocuparme mucho por esto a la hora de escribir, pero sí hacerlo cuando se está revisando. El hecho de poner atención al uso de las palabras baúl durante la revisión hará que nuestro cerebro esté más atento a su uso al escribir y que poco a poco se vaya deshaciendo de ellas. Es un proceso lento y, sobre todo, tedioso, pero merece la pena. Se tardan en ver los resultados, pero cuando se ven…
Lograr limpiar un texto de palabras baúl hará que parezca mucho más profesional. Muchísimo más profesional que si lo llenamos con palabras rimbombantes y adjetivos antepuestos. Ese otro mal de los escritores principiantes para «sonar» literario. Si hemos conseguido dominar eso y resultar naturales y además hemos conseguido ser precisos en el vocabulario, tendremos un estilo mucho más pulido y, sobre todo, mucho más eficaz.
Como sucede con las palabras abstractas, con este artículo no quiero demonizar este grupo de palabras o recomendar su prohibición en la narrativa. Nada más lejos. Tal y como ocurre con la mayoría de consejos y de recursos, la maestría consiste en encontrar el momento en el que poder usar estas palabras. Por ejemplo: la palabra prenda puede sustituir perfectamente a la palabra chaqueta si ya hemos usado ese término varias veces antes en el texto. El lector va a saber a qué prenda nos referimos y por lo tanto esa palabra baúl va a adquirir un significado más concreto y a generar, en consecuencia, una imagen en la mente del lector. El uso de estas palabras para evitar repeticiones está más que justificado y que recomendado, mientras no haya un abuso.
Por último, y siguiendo el hilo de las palabras baúl y los verbos comodín, también recomiendo tener mucho cuidado con las palabras polisémicas o la ambigüedad de significado. Muchas veces podemos encontrarnos con alguna palabra que necesite precisarse como en las frases: Fui solo al cine o Me comí el trozo del cordero negro. Ambas frases pueden precisarse: Fui únicamente al cine, Fui sin compañía al cine, Me comí el trozo quemado del cordero, Me comí el trozo del cordero de pelaje negro. De nuevo, no matizar o concretar estas frases demuestra vagancia y dejadez. Al igual que las cacofonías, dan la impresión de que no nos preocupamos lo suficiente por nuestro texto como para revisarlo a fondo y, si nosotros mismos no nos preocupamos de nuestro texto, si no nos interesa, ¿por qué habría de interesarle a otra persona?
Hay muchos más elementos que pueden revisarse para mostrar concisión y precisión en el lenguaje (por ejemplo las redundancias, las expresiones hechas vacías de significado, la sobreadjetivación, etc.), pero las vamos a dejar para otro día. Hoy me conformo con explorar estas tres que son, a mi modo de entender, las más comunes entre los escritores primerizos.
¿Os habéis reconocido en alguno de los ejemplos?, ¿creéis que la gente es menos consciente de este problema que de otros que quizás son más comunes?, ¿has leído alguna vez a algún autor que sufriera de este abuso de generalización? Te esperamos, como siempre, en los comentarios.
Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónRedactor de nuestro canal de Twitter. Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
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