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Escrito por: LAURENZ ROGI
En el principio era el Verbo, pero me pregunto dónde lo escribió. Si tenía un escritorio o si salió de casa para escribirlo. Ariana Grande dijo que Dios es una mujer. Me pregunto entonces dónde lo escribió ella. Si leía a Virginia Woolf, si tenía suficiente dinero para financiarse una habitación y los muebles que hay en ella. Porque los buenos escritorios, esos de madera de mango, son caros. Me pregunto si tenía suficiente dinero para salir, para sentarse en un café a escribir y consumir un café tras otro, lo que, según mi experiencia, no solo afecta al contenido de lo escrito, sino también al contenido de la billetera.
Estoy lejos de escribir la primera palabra, esa que me llevaría a todas las demás, y lamentablemente tampoco soy Ariana Grande. Soy Laurenz, becario en la Escuela de Escritores. He venido desde Viena a Madrid durante cuatro meses con la esperanza de encontrar en esta ciudad un lugar de inspiración y escritura.
Un amigo que vino hace poco a Madrid para visitarme dijo, en una de nuestras conversaciones habituales sobre las diferencias y similitudes entre el hogar y el extranjero: «En Viena la gente sale de la casa para tener tranquilidad. Aquí se van a casa para tener tranquilidad». Le di la razón. A veces, el silencio de mis cuatro paredes se vuelve tan fuerte que no puedo ignorarlo. Entonces, me resulta imposible concentrarme y salgo para encontrar un buen lugar para escribir. En Viena hay una gran variedad de cafés con personas solitarias y silenciosas. Se sientan lejos unas de otras, leen el periódico o un libro, meditan en silencio con una copa de vino blanco, con la mirada hacia adentro. No hay música, o es muy baja, y los únicos sonidos los hace de vez en cuando el camarero, cuando por aburrimiento empieza a limpiar la máquina de café o a contar dinero. Para mí, es el lugar perfecto para meterme en mi trabajo, para escribir. Por supuesto, también hay locales ruidosos, donde, como se dice en alemán, «baila el oso». Pero esos hay que buscarlos a propósito en Viena. En Madrid, según mi experiencia, es al revés. Es fácil encontrar bares y cafés llenos, locales donde las conversaciones fluyen como el alcohol; me parece que los bares y restaurantes de Madrid son lugares de intercambio e interacción social.
Encontrar un café para escribir, donde al mismo tiempo pase algo y nada, fue difícil, pero no imposible. El camino desde mi casa, en el corazón de la ciudad, hacia «mi» lugar de escritura es lo bastante largo como para que me surjan nuevas ideas, pero no tan largo como para perderme en ellas. Mi mesita está junto a una ventana, el café es barato y bueno, hay un enchufe y puedo quedarme todo el tiempo que quiera. Y ahora que he encontrado ese lugar, disfruto de la experiencia completa de escribir en el extranjero: llevo mis pensamientos conmigo como una pequeña nube de idioma alrededor de la cabeza. El idioma que hablo, el castellano, es mi lengua de uso diario. Pido comida en castellano, hablo sobre el clima en castellano y me comunico en el trabajo en castellano. El idioma en el que escribo, el alemán, está en gran medida inalterado, puede fermentar lentamente y enredarse en mi proyecto de novela. Puede dedicarse casi por completo al arte. Y, de vez en cuando, hablar por teléfono con mis padres.
En castellano me atrevo a escribir pocas veces, pero la división de las tareas lingüísticas no debe tomarse tan estrictamente. De vez en cuando, me siento en una de las hermosas plazas de Madrid, con el cielo azul sobre mí, y me da la sensación de rendir homenaje a esta ciudad con el poco castellano que conozco. Entonces escribo:
«pasan las semanas con rapideces
y aún más rápido pasan los meses
y aun más allá o allí hay un parque
inundado de oro de luces
y yo como náufrago espléndido
me siento redondo, como sandías, cebollas, tortillas
o el verano mismo, volando con las abejas
robando a los grandes poetas y sus sentimientos
porque tengo espacio entre mis hombros
y porque me traen queso con las cervezas
y porque veo con cariño a mis desconocidos
en esa larga orgía lenta que fermenta en la mente»
Solo puedo recomendar a todos los que escriben que viajen. El silencio dentro de cuatro paredes, el silencio dentro de las fronteras del propio país, el silencio que se desliza lentamente en la propia mente, se puede enfrentar con largos paseos, con paseos por países y ciudades y extranjeras. Se puede enfrentar con lo desconocido, obligándolo a hacer algún ruido. Sin duda, hay personas que pueden quedarse quietas y viajar lejos solo con la mente. Se dice que Immanuel Kant nunca dejó su ciudad natal, Königsberg. Pero no siempre hay que compararse con Immanuel Kant o Ariana Grande. A veces basta con salir y ver a otras personas, otras costumbres, otras calles. Quizás detrás de la próxima curva espera una plaza brillante, un parque verde resplandeciente, o uno de esos cafés entre algo y nada, con enchufes y café barato.
Nació en Viena, Austria, en 1996. Allí estudió literatura comparada en la Universidad de Viena y arte del lenguaje en la Universidad de Artes Aplicadas. Varios poemas y relatos fueron publicados en revistas de poesía, como «mosaik» y «kolik». Ahora está en Madrid, como becario en la Escuela de Escritores, mientras trabaja en su primera novela (working title: «Ahora como siempre»).
Lara Coto estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Durante cuatro años se formó en diferentes cursos de Escuela de Escritores. En 2017 y 2018 trabajó como Project Manager en el proyecto CELA. Imparte cursos en la Escuela desde 2021 donde también coordina el Departamento de Atención al Alumno. En 2024 publicó su primera novela, Materna, con la editorial Del Nuevo Extremo.
Coordina los departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga de la Capacitación Docente en Escritura Creartiva. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Lara Coto, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.
Coordinadora de los cursos presenciales en Madrid y Getafe y, de los cursos por videoconferencia y, junto a Alejandro Marcos, del posgrado de formación de profesores que imparte Escuela de Escritores en colaboración con la Universidad de Alcalá. Es también la coordinadora del departamento de Atención al Alumno y de la Jefatura de Estudios de Literatura Infantil y Juvenil. Licenciada en Filología Hispánica por la UCM.
Responsable del departamento de Informática de Escuela de Escritores, donde trabaja desde 2003. Es diplomada en Guion por la ECAM y escritora. Imparte clases en el Máster de Narrativa. Forma parte de la Asociación Europea de Programas de Escritura Creativa (EACWP), a través de la cual ha realizado intercambios de profesorado con otras escuelas.
Licenciada en Física y Máster en Cultura Científica e Innovación. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores en el área de Informática. Imparte un Laboratorio de metáforas y fue alumna de la IX Promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores. En 2019 participó en el curso europeo de formación de profesorado de la EACWP. En 2021 publicó su primer poemario, Muro con buganvilla, con la editorial Amargord, reeditado en 2024 por Buenos Aires Poetry.
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