Seis recomendaciones para empezar a leer poesía

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Escrito por: LUCÍA EMMANUEL

Hace unos años, durante la presentación de mi primer poemario, me hicieron la siguiente pregunta: «¿qué le recomendarías a alguien que nunca ha leído poesía?», y me pilló completamente desprevenida. Salí del paso dando una lista de algunos de mis poetas favoritos, como Luis Rosales, Berta García Faet o Carlos Marzal. Hoy en día me doy cuenta de que aquella fue una respuesta incorrecta. No porque esos poetas no sean recomendables (lo son y mucho), sino porque para alguien que nunca ha leído poesía tal vez lo más recomendable no sea empezar por la poesía. No exactamente. 

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¿Cómo acercarnos a la poesía si nunca lo hemos hecho?, ¿cómo adentrarnos en el terreno de lo desconocido sin sentirnos expulsados? A continuación os comparto algunas recomendaciones que he extraído de mi acercamiento personal a la lectura poética por si pueden ayudar.

No comenzar por la poesía

Aunque resulte paradójico, a alguien que nunca ha leído poesía, le diría que por el momento destierre de su cabeza el término «poesía». Porque es probable que, aunque le parezca algo ajeno y desconocido, tenga una idea de a qué se puede parecer y esa idea vaga e imprecisa puede jugarle malas pasadas, sobre todo si encierra algún prejuicio. 

Así que para empezar a leer poesía, yo recomiendo dar un paso intermedio: leer un tipo de narrativa que esté próxima de la poesía.

Un autor que no me cansaré nunca de recomendar es el italiano Alessandro Baricco, cuya obra más famosa es Seda. Recomiendo esa obra de Baricco, recomendaría todas las obras que he leído de él y las que no he leído también. Pero, en este caso, mi recomendación va más encaminada hacia Océano mar. Tras un naufragio, un grupo de desconocidos de diversas procedencias coinciden en la posada Almayer. La extrañeza puede ser un término para definir esta novela: una historia extraña de personajes extraños en la atmósfera de un lugar que parece fuera del espacio y del tiempo. Para mí este libro es indudablemente una propuesta poética. Por aportar una pincelada: uno de los personajes es un pintor que trata de pintar el mar con agua de mar. 

En la misma línea, recomendaría también Nieve, de Maxence Fermine. Una fábula japonesa que en su día me recordó mucho al universo poético de Baricco. Esta novela, de extensión breve, está plagada de imágenes inspiradas de la forma poética japonesa por excelencia: el haiku.

No leer poemas, sino poetas

La importancia de la literatura está indudablemente en la palabra, no en los y las autoras de quienes procede. Pero, no sé si os sucede, que cuando un texto consigue tocar vuestra fibra sensible, creáis un vínculo con esas palabras y sentís de inmediato el deseo de volver a beber de esa fuente. Detrás de las palabras está un autor que, con suerte, ha escrito muchas palabras más. Así que la fuente de donde beber muchas veces no solamente es un libro, sino un autor. El agua es su poética.

Cada vez más existen escritores que podríamos llamar híbridos. Viven a caballo entre la narrativa y la poesía, bucean en diferentes géneros y en ocasiones incluso crean obras inclasificables. No siempre sucede, pero en ocasiones, los libros escritos por poetas (aunque no sean libros de poemas) guardan mucha relación con la poesía.

Es  el caso de Canto yo y la montaña baila, un libro de Irene Solà, sobre el que Alejandro Marcos ya escribió una reseña en este blog. En este libro, cuyo narrador del primer capítulo son las nubes cuando acecha la tormenta, es uno de esos libros inclasificables de los que hablaba. No solamente guarda relación con la poesía, sino que en su propuesta híbrida contiene incluso algunos poemas. Comienza así: «Llegamos con las tripas llenas. Doloridas. El viente negro, cargado de agua oscura y fría, y de rayos y truenos».

Otro de mis libros inclasificables favoritos es el Libro de todos los amores, de otro poeta: Agustín Fernández Mallo. Una colección de todos los tipos de amor imaginados por su autor (amor asimétrico, amor olvido, amor navaja,…), insertados en una distopía con ambientación veneciana.

Este consejo está relacionado con el anterior, ya que en este estadio aún no estamos leyendo poesía estrictamente, sino algo que, a falta de un nombre mejor, llamaremos «narrativa poética». Pero, además, va algo más lejos: nos hace reincidir en la lectura, volver a la fuente a por más palabras. Y si el estilo de ese autor nos ha gustado, si hemos conectado por su poética, es muy probable que nos atrevamos más fácilmente con alguno de sus libros de poemas, lo cual resulta una buena puerta de entrada a la lectura poética.

Salir de casa

Uno de los principales impedimentos para mí a la hora de leer poesía es no encontrar el estado mental adecuado para ese propósito. El ritmo frenético de la ciudad, los quehaceres interminables de la casa, el runrún mental que cada vez entiende menos lo que es el descanso me hacen plantearme cuándo es un buen momento para leer poesía. Para romper con nuestros espacios viciados lo mejor es salir de los mismos. Buscar un lugar fuera de casa es también una forma de destinar un tiempo para el nuevo disfrute. 

Uno de los lugares donde comencé a leer poesía fue en la biblioteca pública de Conde Duque, en Madrid. Recuerdo que al final de los pasillos silenciosos se podían encontrar sillones individuales desperdigados en frente de una cristalera. Desde mi asiento predilecto se podía ver un árbol del patio. Allí comencé a leer Hojas de Hierba, de Walt Whitman y poemas sueltos de Pizarnik. Allí leí un libro de Hugo Mujica que tenía los poemas en la parte baja de las páginas y hojeé una antología bilingüe de Emily Dickinson.

Una de las ventajas que ofrecen las bibliotecas, respecto a las cafeterías o los parques, es que en ellas hay una vocación de silencio. Pero, además de eso, en una biblioteca hay una larguísima estantería de poesía, con toda su diversidad. Abrir varios libros por azar, elegir aquel que más te llame la atención, pasar un rato con él, sin obsesionarse con terminar la lectura, solo por el placer de descubrir, de probar, de saborear, como una forma de empezar a conocer tus gustos poéticos. 

No confiar en el algoritmo

Hay muchas personas que dicen que no se lee de la misma forma de una pantalla que de un libro, y tienen razón. A mí particularmente me gusta la sensación del papel, más aún cuando se trata de poesía. Considero que la textura de las páginas es importante y poder ver la disposición de las palabras sobre la misma. Pero, más que hablar de sensaciones o de preferencias, en este apartado me gustaría abordar otra cuestión y es la de la calidad literaria. 

Esta mañana mi móvil me sugirió el siguiente artículo de El Asombrario, que comienza así: «Los ‘likes’ matan la literatura de verdad. La poesía agoniza». El artículo habla de un libro de Martín Rodríguez-Gaona cuyo título publicado por Pre-Textos lo dice todo: Contra los influencers, corporativización tecnológica y modernización fallida (o sobre el futuro de la ciudad letrada). El libro parece ser una crítica contra lo que él llama la poesía «pop tardoadolescente» que se consume a través de redes sociales.

En mi opinión, sí puede existir y existe contenido literario valioso en redes sociales, ya que muchos buenos poetas también comunican su trabajo en estos medios. Sin embargo, no recomendaría medios como Instagram para leer poesía por el simple hecho de que un espacio donde podemos ver un vídeo de gatos después de una receta de cocina y un anuncio de zapatillas no me parece el lugar idóneo para la lectura. Dudo mucho que el algoritmo de Instagram sepa algo sobre poesía. En cambio, sí hay otros lugares muy recomendables donde leer poesía (y de la buena) en internet: las revistas especializadas. 

Un lugar magnífico para descubrir autores contemporáneos y no tan contemporáneos es la sección de poesía de Zenda. Incluso para los amantes del papel, las revistas digitales pueden sernos de mucha ayuda a la hora de descubrir autores y poéticas que conecten con nosotros. Una forma más de adentrarnos en el placer de la lectura poética.

No leer sino escuchar poesía

La poesía nació de la oralidad y para llegar a la sonoridad de las palabras no hay mejor forma que escuchando poesía. Así que esa sería mi siguiente recomendación para vivir la experiencia poética. 

Durante un laboratorio poético tuve por profesora a María Gómez Lara, quien nos habló de una página que se llamaba Palabra Virtual, con poemas en audio y en vídeo, en ocasiones leídos por los mismos autores. Aunque para comenzar, tengo una recomendación particular: mi capítulo favorito de Rayuela, el capítulo 7: Toco tu boca, de Julio Cortázar.

Si algún día tenéis ocasión de escuchar poesía en vivo, no dudéis en hacerlo. Acudid a algún recital, escuchad diferentes voces. Como dice mi amigo poeta llamado Rodrigo Montera: «si de una lectura, charla literaria o presentación de un libro, me llevo un minuto de poesía, ha valido la pena». 

Invitar a un libro a casa

Una vez hayáis hecho los primeros acercamientos al mundo poético, una vez hayáis comprobado que vuestra sensibilidad lectora puede ir (también) por ese camino, escoged un libro de poesía y, ahora sí, invitadlo a casa. Tratad de destinar para él un momento tranquilo, tras el desayuno de los domingos o cada noche antes de dormir. Leed despacio, un poema al día si ese es el ritmo adecuado para vosotros, no hace falta correr, leed incluso varias veces el mismo poema. Respirad en el espacio íntimo creado con esas palabras. Convivid con esos poemas, con ese poeta y su poética el tiempo que os apetezca. Hasta el siguiente sorbo de agua.

Acerca de los autores

Lucía Emmanuel, profesora de Escuela de Escritores - IMG300 - fotografía de Ático 26

Lucía Emmanuel

Licenciada en Física y Máster en Cultura Científica e Innovación. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores en el área de Informática. Imparte un Laboratorio de metáforas y fue alumna de la IX Promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores. En 2019 participó en el curso europeo de formación de profesorado de la EACWP. En 2021 publicó su primer poemario, Muro con buganvilla, con la editorial Amargord, reeditado en 2024 por Buenos Aires Poetry.

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Mariana Torres, profesora del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Gaby Jongenelen

Mariana Torres

Nació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).

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Chiki Fabregat, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Chiki Fabregat

Coordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.

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Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG2-675

Alejandro Marcos

Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.

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Lara Coto, profesora de Escritura Creativa para Adolescentes en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Ático26

Lara Coto

Lara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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