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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Canto yo y la montaña baila es un libro escrito por Irene Solà y publicado por Anagrama en 2019. Originalmente publicado y escrito en catalán (Canto jo i la muntanya balla). La traducción de Concha Cardeñoso es maravillosa y en ella logra transmitir la sonoridad, el ritmo y la musicalidad del catalán sin que apenas se note la traducción. Aun así, es un libro que me hubiera gustado mucho leer en su lengua original, al igual que me pasaba siempre con los libros traducidos del italiano hasta que aprendí esa lengua.
Cotilleando sobre el libro por internet he visto que también ha ganado algunos premios durante este año y pico que lleva en circulación y la verdad es que no me sorprende en absoluto, creo que es un libro maravilloso, duro, pero entrañable, que todo el mundo debería leer. En 2019 ganó el Premi Llibres Anagrama de Novel·la y poco después el Cálamo en la categoría «Otra mirada» y uno de los trece European Union Prize for Literature 2020. Es un libro joven que lleva poco tiempo en marcha, pero no me cabe duda de que solo ha comenzado su recorrido y que cualquier premio que se le conceda será más que merecido.
La novela cuenta, de una forma un tanto desestructurada y desde numerosísimos puntos de vista, la vida de una familia y su entorno en la zona pirenaica entre Camprodon y Prats de Molló. La historia comienza con la muerte de Domènec, un campesino que también es poeta, a causa de un rayo. La escena está narrada por las propias nubes que generan la tormenta. A partir de ahí, las voces de la naturaleza, de la mitología, la fantasía y los seres humanos se mezclan para dar una visión coral, mítica y mágica de esa zona fronteriza donde convive lo moderno con lo antiguo en perfecta armonía. Es tal esa convivencia que en muchos momentos cuesta saber en qué época se está desarrollando lo que se nos cuenta y, sin embargo, eso no supone ningún problema de comprensión u obstáculo de disfrute. La historia avanza y nos cuenta la historia de unas brujas, unas mujeres de agua y los descendientes de Domènec. Este multiperspectivismo hace que el verdadero protagonista de la novela sea el entorno, esa montaña que llega a ser mítica.
Para mí, uno de los principales aciertos que presenta el libro es la mezcla que realiza la autora de las técnicas más modernas y experimentales con una historia y ambientación del todo clásicas. Conjuga el realismo maravilloso de una forma similar a la que consiguieron los autores latinoamericanos en el realismo mágico, sabiendo adaptar a la identidad de la comarca en la que se ambienta la historia toda esa mitología catalana que es tan rica. Como cualquier texto de realismo maravilloso, la naturalidad con la que los protagonistas aceptan la convivencia con fantasmas, brujas y mujeres de agua hace que toda la historia funcione sin ningún problema y que el lector acepte el juego y los elementos imposibles sin cuestionárselos ni un momento. Estos elementos míticos están tan entroncados en las vidas de las gentes que son algo inherente a ellos, a la región. La autora, además, demuestra una maestría a destacar en la creación de voces diferentes y podemos ver capítulos narrados desde el punto de vista de la montaña, de un perro, de unas nubes de tormentas o de un fantasma.
Todo mezclado con un lirismo y un ritmo en el que queremos reconocer las habilidades poéticas de la autora. La belleza del lenguaje y el cuidado con el que están elegidas las palabras son los principales causantes de que durante la lectura no pudiera parar de pensar en lo bello que debe ser este libro en su lengua original. Para mí se trata de un libro de los que se disfrutan sorbito a sorbito, muy despacio, casi como un libro de poemas en el que cada capítulo es una excusa para poder descubrir algún giro nuevo en el lenguaje. Además, en este caso concreto, este experimentalismo y este lirismo no son accesorios porque el lenguaje va a configurar y a formar parte de la forma de ser de los personajes y, por tanto, de la región que es protagonista del libro.
Por último, me gustaría destacar, además de todo lo dicho, la habilidad con la que los personajes están caracterizados en pocas páginas. Teniendo en cuenta los distintos cambios en la narración, hubiera sido cosa sencilla que el lector se perdiera y que mezclara personajes. Sin embargo, en cuanto un personaje hace acto de presencia, la autora logra darle vida de una forma aparentemente sencilla y, sin duda, natural. Esa naturalidad es la que hace que podamos asimilar los sucesos que viven los personajes de una forma muy campesina, muy resignada, con pena, pero sin resentimiento.
En cuanto a las partes negativas del libro, en este caso no tengo mucho que decir. Creo que algunas veces la autora se separa demasiado de la historia central, de los supuestos protagonistas, y eso puede parecer vanidad de escritor que simplemente nos muestra de lo que es capaz aunque no tenga cien por cien relación con la historia. Una vez se asume que los protagonistas no son los personajes, sino el sitio, esa sensación desaparece y solo queremos saber más y más de todos los elementos integrantes de esa montaña.
Para mí, Canto yo y la montaña baila es un libro bellísimo. Uno de los mejores que he leído en este año y que me ha hecho reflexionar sobre la identidad de nuestros pueblos y de la capacidad que tiene el lenguaje de conmover con unas simples palabras. Una historia cruda, pero también dulce y tierna, a la manera de las montañas y la vida en el campo, que da y quita a partes iguales. Sin duda les auguro una larga vida literaria tanto a la autora como al libro. Un ejemplo más de que la literatura maravillosa puede acercarse sin problema a nuestra propia realidad.
Coordina los departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga de la Capacitación Docente en Escritura Creartiva. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Lara Coto, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.
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