Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

A la saga de Terramar he llegado como a casi todo, tarde. Hasta hace poco no me había adentrado en el universo creado por Ursula K. Le Guin. Concretamente, hasta este verano en el que por fin me pude sentar tranquilo con mi ejemplar de la edición completa de la saga editada por Minotauro en 2020. Edición que es bellísima (contiene ilustraciones) pero muy poco manejable para el día a día.

Un mago de Terramar es la primera novela que compone la saga y por sí sola ya es un excelente ejemplo de fantasía épica. La autora pretendía con el libro escaparse a los principales tópicos de la literatura fantástica y probarse a sí misma (como por ejemplo en escribir una novela juvenil), tal y como ella misma asegura en el epílogo que acompaña a la novela en esta edición.

Por ejemplo: la novela no nos habla de las hazañas de un caballero o un mago, sino de un aprendiz de mago, de un adolescente, una persona en formación, con sus errores y su aprendizaje. También incluyó protagonistas racializados (los bárbaros son, en esta ocasión, los personajes blancos) y se alejó de la guerra como hilo conductor de la peripecia. Todo esto hace ya muchos años. Me ha sorprendido encontrarme con esta frescura y esta actualidad, sobre todo por los editores, no por la propia Ursula, que también rompió muchos esquemas con La mano izquierda de la oscuridad. Según ella misma, tuvo que permitir que en la portada el protagonista apareciera ilustrado como un personaje blanco para que la novela saliera adelante. Al igual que limitar las descripciones físicas del mismo.

Ella se probó a sí misma que podía escribir fantasía y además escribirla dirigida a un público adolescente. Es de agradecer que no tratara a los adolescentes como gente incapaz de entender y que se quedara solo en la superficie de la peripecia.

De hecho, la profundidad del libro y esa ausencia de bien contra mal son las dos características que más me han impactado del libro y sobre las que me gustaría explayarme un poco más. A partir de este punto, puedes encontrarte con spoilers por lo que os animo a dejar de leer (y a correr a por el libro) si aún no lo habéis leído.

Un mago de Terramar cuenta la historia de Gavilán, un aprendiz de mago que es enviado desde su pequeña isla hasta la escuela de hechicería de Terramar para formarse en el oficio de brujo. Casi al final de su formación, por un enfrentamiento con otro compañero, deja libre una sombra maligna en el mundo.

Esa sombra, esa oscuridad, es el eje central del resto de la novela. Gavilán tratará de seguir su vida, pero la sombra lo acechará y lo cazará hasta que el propio personaje decide perseguirla y acabar con ella en un enfrentamiento.

Contado así, no es más que el típico argumento de fantasía que tantas veces hemos visto contado de una u otra forma. Sin embargo, en las manos de Ursula K. Le Guin, la novela se convierte en un ejercicio maravilloso de reflexión.

La sombra no es, per se, buena ni mala. A veces parece que Gavilán la ha liberado y a veces parece que la ha creado. Se llega a dejar caer, incluso, que la sombra es una parte de Gavilán que se ha separado de él mismo y, por lo tanto, que no podrá estar completo sin ella.

De hecho, en el final de la novela, para vencer a la sombra, Gavilán debe nombrarla, puesto que en Terramar, los nombres verdaderos de las cosas tienen un gran poder sobre ellas. Y la nombra llamándola por su propio nombre verdadero, es decir, la reconoce como parte de él. La sombra se integra así a su persona y el personaje puede, por fin, descansar. Todo se va intuyendo de forma paulatina, primero con el dragón, que trata de engañarlo para decirle el nombre de la sombra, puesto que el dragón sabe de dónde proviene. Después con todos los personajes que se encuentran con la sombra antes que él y que le repiten que tiene un aspecto parecido al suyo. Pero antes de que la sombra se parezca a él, Gavilán la encuentra dentro de otros personajes, porque a veces es más fácil reconocer en los demás aquello que nos atormenta que reconocerlo dentro de nosotros mismos.

Qué metáfora tan sutil y maravillosa del crecimiento y el desarrollo de una persona. Esa sombra que todos tenemos dentro y que nos persigue; esa parte de nosotros mismos de la que intentamos huir, sin lograrlo y de la que no podemos librarnos a menos que interioricemos y asumamos como nuestra. Gavilán crece a lo largo de la historia, se hace adulto, y la autora nos lo cuenta de una forma sutil, como se deben contar las buenas historias, engañándonos con una mano mientras realiza el truco con la otra.

Otra de las maestrías de la novela es reflejar el sentimiento de Gavilán después de realizar el hechizo que trae la sombra y pone en peligro a sus compañeros. Esa culpa también se refleja en la sombra y lo atormenta durante gran parte de la novela. Parte en la que, además, la sombra todavía no ha hecho acto de presencia. En esta parte, para mí, la sombra representa la culpa y la angustia, ese sentimiento de vergüenza y de ansiedad que nos atormenta a todos cuando realizamos algo que ha hecho daño a personas que queremos y de lo que nos arrepentimos profundamente.

Ursula habla de dragones, magos y sombras, pero es inevitable sentirse apelado y conmovido porque Gavilán es un humano como nosotros y como la propia autora y lo que le sucede es irrelevante comparado con los sentimientos que padece. Ahí es donde reside la verdadera magia de la literatura fantástica y donde se diferencian los grandes autores de los autores mediocres. Ursula K. Le Guin sabía que detrás de los fuegos artificiales debía haber algo y cada libro que he leído de la autora va calando más y más hondo. Porque, bien usado, el elemento imposible siempre es un vehículo para que la verdad llegue más dentro. Igual que no tomamos los medicamentos directamente, sino que los recubrimos de una cápsula para que se deshaga y haga efecto de manera paulatina y directamente al organismo, la fantasía, la ciencia ficción y el terror envuelven esa verdad que es común a toda la literatura y la liberan poco a poco dentro de nuestra mente.