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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Uno de mis alumnos me habló durante las cañas que a veces tomamos después de la clase de que él había modificado la idea del personaje mascota y la había expandido a la idea mascota, la frase mascota o el mundo mascota. Me pareció tan interesante, que le pedí permiso para robársela y contarla hoy en el blog.
Para aquellos que no estén familiarizados con el término audiovisual, un personaje mascota sería aquel personaje que la audiencia odia o al que no le tienen mucho aprecio y que, sin embargo, aparece durante una proporción exagerada del metraje. Es decir, un personaje al que se le presta demasiada atención en proporción a su importancia para la historia. Se le llama así porque suelen ser personajes muy queridos por el creador y con los que guarda algún tipo de relación emocional.
Si esa conexión emocional se es capaz de trasladar a la audiencia, el personaje no se considerará mascota aunque siga teniendo la misma importancia para la trama. Como podemos ver, estos personajes no se identifican como tal hasta que no llegan al público y son rechazados por él. Estoy convencido de que podéis imaginar claramente personajes que detestáis y cuyas apariciones se os hacen larguísimas y otros que, aunque no hagan nada, estáis deseando que aparezcan en la pantalla. Los dos, probablemente, tengan el mismo peso para la trama, sin embargo, su recepción y su impacto en el espectador son muy diferentes.
Este tipo de personajes mascota no son solo exclusivos del cine, como ya imaginaréis, y los escritores corremos el mismo riesgo que los guionistas de dejarnos embaucar por estos personajes. El mayor peligro que representan es que no podemos identificarlos al cien por cien hasta que alguien lea nuestra historia. Ya os hablé en otro artículo de lo difícil que podía ser eliminar determinadas frases bonitas de nuestros textos. Quizás podríamos llamar a esas frases, frases mascota. Imaginad lo duro que podría llegar a ser cargarse un personaje mascota con el que encima se tiene alguna conexión emocional.
Las ideas mascota, por otro lado, son aquellas imágenes que queremos explorar o que queremos mostrar en nuestros textos. Por ejemplo, podemos querer mostrar unos asesinatos en los que el asesino sea el narrador (en presente y primera persona) y que la identidad del mismo sea una incógnita hasta el final de la novela. Lo más seguro es que hacer eso sea imposible sin hacerle al lector ninguna trampa. Quizás llevar esa idea a sus últimos términos nos acabe dando muchos quebraderos de cabeza y, finalmente, nos lleve a la frustración y al abandono cuando comprendamos que es una idea imposible. A veces la idea no es tan general, es simplemente una imagen: quiero que dos personas que están intentando matarse con dos puñales acaben besándose. Es una imagen muy potente y muy llamativa, qué duda cabe, pero ¿podremos construirla sin que se caiga la verosimilitud de los personajes o del mundo? Estas ideas a veces se dan en ciencia ficción. Imaginamos un qué pasaría si, o un mundo concreto, y después nos ponemos trampas que hacen que sea casi imposible llevar a buen puerto la novela. No cabe ninguna duda de que tener una buena idea (más si hablamos del novum en ciencia ficción) es muy importante, pero no debemos olvidar que lo más importante siempre es la historia, los personajes; no podemos jugarnos todo a la carta de la premisa o corremos el riesgo de que el lector no le perdone todo; tal y como hacemos nosotros mismos solo porque es nuestra idea mascota.
Algo parecido sucede con los mundos inventados. No es extraño encontrar un escritor que tiene un mundo en el que ha trabajado durante años y en el que quiere encajar alguna historia que le sirva de excusa para dar a conocer dicho mundo. Pocas veces sale bien. Lo más natural es que sea al revés, que imaginemos una historia y que creemos un mundo alrededor de ella. Es cierto que algunos detalles de la trama pueden verse alterados por el mundo en el que se encuadra la historia, pero nunca debemos supeditar el grueso de la importancia narrativa al mundo en el que sucede la historia. Mi consejo siempre es el mismo: es mejor usar ese mundo para otro momento o para una partida de rol (cosa que también puede hacerse con la mayoría de personajes mascota, por cierto).
Lo más importante para detectar a todas estas mascotas es conocer bien nuestra historia (la planificación, de nuevo) y saber la importancia y la relación que tienen con ella. Hablamos de literatura, no de una ciencia, por lo que tampoco hay que ponerse drásticos ni exagerar. Eso sí, siempre será recomendable que a menos relación e importancia con la trama principal, menor peso y menor aparición de dicha mascota.
Además, si lo miramos de otro modo, malgastar o emplear de mala manera a un personaje, una idea o un mundo que es muy querido por nosotros es un despilfarro. Si de verdad significa tanto para nosotros, es mejor guardar ese elemento para más adelante y sacarle todo el partido posible. Nunca me ha pasado, pero imagino que debe ser más doloroso ver que nuestra mascota no es bien recibida y que hemos perdido una oportunidad, que dejarla en la retaguardia hasta que llegue el momento adecuado.
Conozco a varios escritores que se han cargado historias enteras por no ser capaces de aparcar una idea o un mundo mascota. Quizás en la literatura de género es más evidente aún porque la idea y el mundo son las que envuelven a la historia en sí. Además, estas dos construcciones son las que más suelen gustarnos y las que más vinculamos con nuestra creatividad los escritores de fantasía y ciencia ficción, por lo tanto, son las más complicadas de eliminar.
A medida que evolucionamos y crecemos como escritores vamos a ser capaces de dejar de lado estos problemas porque podremos determinar con mayor claridad lo que hace falta y lo que no en una historia y también sabremos aprovechar los retales de otras historias para dar forma a nuevas. En la escritura y en la creatividad nada se destruye, sino que se recicla en algo nuevo, probablemente más ingenioso y mucho más personal.
Coordina los departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga de la Capacitación Docente en Escritura Creartiva. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Lara Coto, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.
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