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Escrito por: JORGE CORRALES
La suerte no siempre nos acompaña de la manera en la que nos gustaría durante nuestra carrera como escritores, pero eso no significa que no podamos ser afortunados si sabemos dónde buscar. En este artículo verás otras formas de ver la suerte y la importancia de los premios literarios; de todos ellos.
Decía Billy Wilder que «los premios son como las almorranas, antes o después le llegan a todo el mundo». Usted sabe, señor Wilder, lo mucho que le adoro y que jamás le llevaría la contraría, pero a mí no me sucede.
Tengo una especie de don para evitar los premios. No hablo de los grandes premios como el Planeta o el Herralde, hablo de que tengo un don único para romper toda clase de estadística y no haber conseguido nunca un solo premio en mi vida. Tengo cientos de ejemplos sobre mi mala fortuna, pero quizá el más paradigmático sea el de los libros de Lamet.
Juan Miguel Lamet fue mi profesor durante el primer año de mi estancia en la Escuela de Cine de Madrid (ECAM), además de guionista, era una persona muy reconocida en el mundo de la cultura. Por eso las editoriales le mandaban cada semana un buen paquete de libros que, amablemente, en vez de tirar a la basura, decidía sortear cada viernes entre sus alumnos pobres, es decir, entre nosotros. Él escribía un número en un papel y después tratábamos de adivinarlo. El que lo nombraba, recibía el libro y quedaba excluido del siguiente sorteo.
Cada viernes, durante un año, sorteó una media de 5 libros entre 11 alumnos. No soy matemático, pero creo que las posibilidades de que te toque un libro son enormes. Es casi imposible que no lo hagas. Pues aquí está la prueba viviente de que puede pasar. Jamás me tocó un solo libro. En todo el año. Mis viernes eran una retahíla de números que nunca eran el adecuado. Aquella falta de fortuna se convirtió en una broma recurrente en clase, cada vez que me tocaba decir un número, las carcajadas salían sin parar.
Sin embargo, en aquellos meses de gafe, descubrí algo que me ha acompañado en todo este tiempo como escritor: la fortuna más importante en la vida de un escritor no es directa, siempre es indirecta. Todo aquel que teclea sueña con ese día en que un manuscrito que arrojas a la basura es salvado por un editor que ve en ti al futuro Foster Wallace y acabas recibiendo el Pulitzer. Bueno, pues en mi experiencia, tanto en mi carrera como en la de otros compañeros escritores, eso… no pasa. Esas bonitas historias que salen en revistas de moda, más cercanas a Cenicienta que a una carrera literaria, suelen ser edulcoradas por algún ávido agente de marketing que empaqueta esas aventuras dignas de una película de sobremesa para vender más ejemplares.
Lo que sí sucede es algo que no pensamos tanto y de lo que nunca jamás se habla: tener suerte equivale a encontrar tu sitio. Aquel año en la Escuela de Cine no gané ningún libro, pero tuve la suerte de caer en el mejor grupo posible para crecer como escritor. Esta última frase no solo la escribo porque quiera mucho a mis compañeros y, 20 años después, sigamos reuniéndonos para empezar comidas que acaban en cenas. Es que después de años y años en la docencia, me doy cuenta de lo afortunado que fui en aquel grupo lleno de gente con talento.
Aquellos años marcaron todo lo que sería después como escritor, porque a mi lado tenía personas con un don para la escritura y que, a su vez, estaban dispuestos a ayudarme. Perdónenme la boutade, pero eso no se paga con ninguna montaña de libros. Quizás ese año no me llevase a casa ningún ejemplar de Virginia Woolf o de Katherine Mansfield, pero visto con perspectiva, es que ya había gastado toda la suerte al entrar en aquella generación increíble de escritores.
Por eso, el primer día de clase en la Escuela, les digo siempre lo mismo a mis alumnos: «no penséis que las grandes lecciones en este curso os las voy a dar yo. Las personas que más os ayudarán a crecer como escritores están a vuestro lado. Porque se van a enfrentar a los mismos problemas, porque os van a comprender y porque, esto es lo más importante, van a ofreceros mucho sin pedir nada a cambio. Y eso no pasa habitualmente en ningún otro lugar, salvo aquí».
Años después de acabar la Escuela de Cine, tuve otro golpe de fortuna, uno más inesperado, porque no era algo que yo perseguía: comencé a trabajar en la Escuela de Escritores. Jamás en mi vida me había visto a mí mismo como un escritor de literatura, pero al llegar a la Escuela comencé a empaparme de todo lo que tiene que ver con los libros y por arte de magia, acabé publicando una novela, escribiendo columnas para los medios de comunicación y dando clases sobre literatura.
Por eso, cuando el pasado 27 de octubre, anunciaron que la Escuela de Escritores había sido premiada por la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE) con el Premio ACE-Ángel María de Lera al Fomento de la Labor del Escritor y de la Lectura, me llevé una alegría tremenda. Porque era un premio para la Escuela, sí, pero también para todos esos alumnos que encuentran su sitio, ya sea en un aula con nombre de novela decimonónica o en un campus virtual, lleno de foros. También es para esos profesores que se quedan después de clase a tomar unas cañas con sus grupos en el bar de la esquina, para esos trabajadores que se parten la espalda para conseguir que este caos literario se mantenga en pie de forma ordenada, para ese equipo de comunicación que logra aparecer en todos los medios con campañas cada vez más creativas y para esa pequeña biblioteca con nombre de una querida compañera que se nos fue.
Al fin y al cabo, ese premio es para todos los que algún día pasamos por la Escuela y, por eso, puedo decir alto y claro que, por fin, después de años y años de mala fortuna, el señor Wilder tenía razón (como siempre) y he conseguido un premio. No uno en metálico, ni un trofeo que poner en mi estantería. Uno más importante: he comprendido cómo se gana un premio.
Por muchas más hemorroides, querida Escuela.
Es Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónCoordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
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