Todas las entradas de: Blog de escritura
Escrito por: MARIANA TORRES
Durante catorce años, si mal no recuerdo, en la Escuela convocamos un concurso que llegó a ser bastante popular. Siempre se fallaba hoy, 14 de febrero, más conocido por el día de los enamorados. Y era, cómo no, un concurso de cartas de amor. Así que voy a utilizar esta efeméride no solo para recordar nuestro concurso –esos catorce dulces años leyendo cartas y descartes de amor– sino también para abordar un tema que siempre me ha enamorado de verdad: el de la correspondencia escrita, el de las cartas. Y aunque presenten mil formas siempre serán mejores postales y manuscritas, si puede ser, con su sobre, su sello y todo el viaje en manos del cartero.
Y es que, al fin y al cabo, ¿qué carta no es, en el fondo, una carta de amor? El amor tiene muchas caras, aristas y montañas efervescentes. En nuestro concurso de cartas de amor leímos de todo, entraban por cientos todo tipo de correspondencia visceral, de época, de amores futuristas, platónicos y hasta vegetales. Porque el amor, a fin de cuentas, puede mutar y transformarse en odio, elevar el cuerpo más allá del cielo o quebrar piedras o congelar océanos más allá de la muerte.
Yo, como escritora, no empecé escribiendo historias inventadas, si acaso me dedicaba a mal copiar algún libro que había leído o encuadernar varias hojas de papel en blanco para fabricar pequeños volúmenes con su portada, su lomo y sus páginas numeradas. Empecé como escritora con las cartas. Donde de verdad cogí tablas y escribí kilómetros fue ahí, en las cartas, que escribía cada semana para mis amigas del colegio. Amigas que con los años se hicieron más cercanas y que recibían, a medida que crecíamos y entrábamos más en la adolescencia, cartas más largas. En esas cartas yo daba consejos (muchos, siempre he sido de dar consejos a los demás), recordaba anécdotas recientes, ponía en valor una acción concreta de mis amigas a las que ellas no les hubieran dado importancia y, sobre todo, intentaba hacerlas reír. Eran largas y estaban escritas con boli Bic azul. Con mis amigas nos veíamos a diario, hablábamos horas por teléfono (teléfono fijo, en aquel entonces, ese que además tenía un cable rizado que se podía enrollar y desenrollar mientras hablabas) y, además, escribíamos.
Porque escribir con destinatario concreto era escribir. Escribir para alguien. Escribir para una persona con nombre y contexto, con una historia común. Eso es fácil. Es cercano. Es apetecible. Tiene una intención concreta. Y solo un destinatario y nada más que uno, es lo contrario a las redes sociales. Cuando se escribe solo a una persona la experiencia es de diálogo acompasado. Escribí decenas de hojas en esa época.
Y lo mejor de esas cartas es que salían de mí y nunca volvían: no podía releerlas, se iban para siempre. Eran un momento mías y, al siguiente momento, de la otra persona. Cuando la otra persona respondía podía, si acaso, recordar alguna cosa de la que había dicho en la carta previa, pero las respuestas eran amplias, abrían a otros mundos y contaban otras cosas. Hoy en día ha cambiado todo tanto que casi no concebimos responder un correo sin tener el original al que respondemos abajo, de todo debe quedar constancia, recuerdo, testimonio, foto. Es una situación terriblemente estresante. Creo que jamás hubiera escrito una línea de aquellas kilométricas cartas de haber tenido que releerlas.
Lo mejor era que estaban escritas a mano. Que se metían en un sobre, muchas veces con sello, con dibujos por fuera, con mensajes para el cartero. En ocasiones perfumábamos las hojas, o metíamos en el sobre pequeñas hojas o flores secas. ¿Estarán, las mías, dentro de cajas, en el trastero de mis amigas? Yo sí guardo sus respuestas y las de mi primer novio, y las de mi padre de la época que trabajó en China y nos escribía cartas cada semana, y la de mis amigos de Argentina que escribían en papel de arroz las noticias y cotilleos de los meses que no nos habíamos visto en persona. Así que hoy, 14 de febrero, es un buen día para decir que todo eso lo echo de menos. Que echo de menos abrir el buzón y encontrarme una carta de verdad, escrita por un amigo, con sello y todo. Que echo de menos conocer la caligrafía de la gente que quiero, reconocerles por las letras. Y que echo de menos el concurso, el de cartas de amor, le pusimos nombre de poeta: Antonio Villalba se llamaba. Era su padrino. El insigne poeta, ignorado por su generación y que tan buenos momentos nos hizo pasar en las entregas del premio cada 14 de febrero, en un acto liberador de risa y de mucho amor.
Querido Antonio, maestro Villalba, esto va por usted. Ojalá pueda responderme, en papel a ser posible, con sello y todo, desde donde quiera que esté. A sus pies. Siempre, por siempre, y con mucho amor. Marianita.
Nació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
Más informaciónEs Licenciado en Filología Hispánica y diplomado en Guion por la ECAM. En los últimos años ha desarrollado su actividad como escritor en redes sociales, donde acumula decenas de miles de seguidores. Cada viernes, los relatos que publica en su perfil personal se convierten en historias virales en Twitter. Entre 2012 y 2022 ha sido profesor de español y Escritura Creativa en la ciudad de Berlín.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
Más informaciónCoordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónError: Formulario de contacto no encontrado.