Entrevista al profesor
¿Qué te sugiere la frase «El escritor nace, no se hace»? ¿Crees que se puede aprender —y enseñar— a escribir?
Me suena a tópico. Alguien que afirme esto me suscita tanta confianza como alguien que dice que su hijo nació arquitecto, que saltó directamente hasta la maestría a partir las construcciones de Lego de cuando era niño y que no ha necesitado aprender a hacer edificios.
En todo caso sí me parece interesante darle una vuelta a la frase, y ver cómo es que tantísima gente aún tiene esta idea. Es curioso, ¿no? Me parece que tiene que ver con que se sobrentiende que si aprendes en tu casa encerrándote con un montón de libros durante décadas y escribiendo miles de cuartillas por hora, eso no es «aprender». Que se aprenda «sin ayuda» no significa que no se aprenda. Lo pongo entre comillas porque no es cierto que al escritor le falte esa ayuda, sea quién sea el responsable de dársela.
A mí me gusta compararlo con la pintura. Salvando distancias: para un aspirante a escritor leer un buen libro es el equivalente, en un aspirante a pintor, a observar a su maestro trabajar hasta que finaliza un cuadro. Es decir, que mientras en pintura ciertas técnicas muy concretas ─por lo que me han dicho─ hay que aprenderlas presenciando cómo se ejecutan, en literatura eso no hace falta. De la obra final en literatura ─el libro─ se puede desprender tanto la técnica y el proceso, como el resultado. Que no ocurre exactamente igual con la pintura, y me atrevo a decir que ni siquiera con la música.
Por eso, creo yo, se dice que los escritores no necesitan más ayuda que leer y escribir, porque con un buen libro en las manos tenemos al maestro y su resultado. Dos en uno. Tres en uno si sumamos los cursos de escritura. Una buena proporción, ¿no? Los talleres sirven para ayudar al escritor en ese camino, para hacérselo más llevadero y corto, para darle una nueva mirada. La nueva mirada puede que le sirva en sí misma, o puede que le ayude a encontrar la propia, lo cual es incluso más valioso. Pero que, estoy bastante segura ─por mi experiencia desde los dos lados─ que en muchos casos es algo que se tardaría mucho más tiempo en encontrar.
¿Qué significa para ti tu labor como profesor? ¿Cómo y por qué comenzaste a impartir clase?
Es una parte muy importante de mi vida, con todo lo que implica. De todas las tareas que realizo en la Escuela, dar clases es de las que más disfruto, tanto en los grupos que he tenido ocasión de impartir por Internet como en los grupos presenciales de Madrid.
Empecé como muchos de los profesores de esta Escuela, después de varios años de alumna. Mi primer curso fue a través de Internet, me parece que hace cuatro o cinco años, cuando vivía en Inglaterra. Fue un curso estupendo que aún recuerdo. De hecho varios de los alumnos de entonces han acabado novelas, libros de relato, y siguen escribiendo; algunos continúan en la Escuela.
A mí uno de los aspectos que más me gusta de este oficio, es que enseña a aprender. Se trata de que los alumnos a que busquen su propio camino, su propia voz. Para eso está el profe y el grupo, servimos de bastón. Podríamos decir, entre muchas comillas, que ellos aprenden solos. Que, en realidad, imagino que es el trabajo de un buen docente en cualquier ámbito.
¿Cuál es tu relación con el resto del equipo de la Escuela?
Es una relación basada en la amistad, en el trabajo común de muchos años y en un deseo compartido. Cualquier relación basada en estos tres pilares funciona bien. Tengo la grandísima suerte de compartir todo el trabajo con un equipo inteligente, que sabe coordinarse y que tiene un gran empuje cada uno en su campo de acción.
Sé que es una gran suerte, y sé que es algo que no suele ocurrir ─trabajar con buenos amigos y además trabajar bien─, pero al mismo tiempo veo que es algo de lo más natural. ¿Cómo no va a funcionar? A mí me parece que funciona porque nos mueve lo mismo, caminamos hacia el mismo punto, aunque cada uno tenga su forma peculiar de hacerlo y sus propias zapatillas.
¿Cuáles son las peculiaridades de tu metodología, aparte de la mecánica común a todos los talleres? ¿Te sientes libre a la hora de aplicar tu criterio pedagógico?
Me gusta hacer un seguimiento personalizado de cada alumno. Últimamente he impartido muchos talleres intensivos, y ahí es difícil conseguirlo, disponemos de muy poco tiempo. Pero en los cursos largos sí se puede hacer. Cada alumno es un mundo, y tiene sus propias necesidades, que no tienen porqué ser ni remotamente parecidas a las de su compañero.
También me parece importante el papel de la lectura. Les recomiendo libros de todo tipo, artículos, blogs…, y en los cursos largos, propongo una serie de libros para leer entre todos a lo largo del curso. Libros que les puedan ayudar a escribir, porque es interesante leer como escritores.
Respecto la segunda pregunta, sí, en Escuela de Escritores hay libertad de cátedra, el profesor cuenta con todo el espacio que haga falta para aplicar su criterio pedagógico. Aquí hablo también como responsable del departamento de Calidad y Formación. Nos gusta que nuestros profesores sean diferentes; que tengan distintas miradas, distintas formas de enseñar (y de escribir); que un alumno que pase por varios profesores, crezca. Para lograr este resultado la libertad es importantísima. Sin ella tendríamos un montón de robots dando clases, y preferimos un equipo de personas, como es natural.
¿Qué les pides a tus alumnos cuando comienza el curso? ¿Y cuando termina? ¿Cuál es tu nivel de exigencia?
Sobre todo les pido ganas de escribir y ganas de participar de forma activa en el grupo. También ganas de leer, como ya he dicho antes, ¿dónde se ha visto un escritor que no lea? Me gusta, sobre todo, que se animen a comentar los textos de los compañeros, que se esfuercen en encontrar sus propias palabras para darle una vuelta a lo que han visto en el texto. Porque de ese análisis personal se aprende mucho, y es algo, además, útil para todos.
También les pido que no sean autodestructivos, que traten de quitarse la etiqueta que no valen para esto cuando, tal vez, lo único que pasa es que no lo han intentado nunca sin pararse a mirar para atrás. O para adelante. Es un proceso largo y precioso, se necesita paciencia, disciplina y también una buena base de autocrítica; pero en el buen sentido, nada destructiva.
¿Qué clima te gusta y procuras que se cree en tus grupos de trabajo?
Tanto en los cursos por Internet como en los presenciales me parece imprescindible crear un trabajo dinámico. Para esto suele ayudar que los alumnos funcionen bien como grupo, que participen en los debates, que aporten siempre su visión, que sepan hablar y escucharse, y que escriban de manera continuada. Los primeros días en Internet, y las primeros minutos en presencial, me gusta dedicarlos en lleno a fomentar, en lo posible, ese clima relajado; a crear confianza. Con este clima los alumnos sacan más de sí mismos, y por mi parte, yo trabajo mejor, más a gusto. En resumen, me gusta quitarle dramatismo a la cosa; no seriedad, pero sí dramatismo. Porque no lo tiene, son los fantasmas que traemos en la mochila, sobre todo si es nuestro primer curso de este tipo.
Por otro lado disfruto si cada curso es diferente, y esto es sencillo porque cada grupo es un mundo, aunque trabajemos con los mismos materiales. Por eso aunque un alumno repita varios años el mismo grupo de relato, será una experiencia nueva. Y también en cada momento tú como profesor eres distinto, tienes más experiencia, estás leyendo otras cosas, descubriendo autores que tal vez no conocías antes.
¿Consideras la enseñanza como un intercambio? ¿Qué te enseñan tus alumnos?
Cualquier tarea en la que exista comunicación ─en este caso entre el profesor y los alumnos─ es un intercambio. A mí dar clases me ayuda a estar más despierta, más activa. Me gusta preparar las clases en función de cada grupo, y ver como ellos responden a las distintas propuestas. Lo cual me ayuda a mejorar las propuestas y también a desecharlas si hace falta. A veces me veo respondiendo preguntas que tal vez ni me había planteado antes, o que, simplemente, no había puesto en palabras. Es un proceso en el que es inevitable el intercambio, y se aprende muchísimo de los alumnos. Muchísimo.
A nivel más práctico, los alumnos me dan puntos de vista y lecturas que yo no conocía. Por poner un ejemplo reciente: me encanta charlar de libros con los alumnos de los grupos de literatura fantástica, porque además de haberse leído todo lo publicado, tienen buen criterio y saben recomendar. Menciono este género porque justamente es uno de los que tengo más cariño, solía leerlo hace años y lo había abandonado poco a poco; pero que gracias a los alumnos de Inés, y también a ella, voy recuperando.
¿Cuáles son las cualidades necesarias, según tu opinión, para ser un buen profesor de escritura?
Lo más importante, me parece a mí, que puede transmitir un profesor no es una gran fuente de conocimientos, ni una ristra de técnicas que aprender de memoria. Un buen profesor es aquel que contagia al alumno su deseo de conocer, no el que los ahoga con todo su conocimiento. Y para lograr transmitir eso hace falta, por supuesto, tener ese deseo. También alimentarlo, mantenerlo vivo. Por otro lado veo importante la pasión, que está muy relacionado con el deseo. Ya no hablo del deseo de conocer, sino de la pasión por el oficio, tanto el de escritor como el de profesor. Eso se nota.
Dentro de tu campo didáctico, ¿en qué partes te gusta profundizar?
Me gusta enseñar a crear sin la carga tan grande del corrector, atreverse escribir cualquier cosa, escribir con mucha velocidad, entrenarse en escribir «sin pensar» para sacar esa parte que tenemos dentro que es tan auténtica, y tan sincera. La que merece mucho la pena sacar y que, a poco que nos pongamos, veremos que sale.
Lo otro en lo que me gusta insistir, aunque esto depende mucho del alumno y del nivel del grupo, es en la corrección. Es tan importante en un taller escribir muchísimo y traer cada semana un texto a clase; como pararse, de vez en cuando, a meditar y corregir un poquito. Aunque no se traiga a clase el resultado de esa corrección. Pero sí es algo que me gusta que intenten en casa, no que lo dejen para verano o para más adelante. Porque así en el próximo texto aplicarán, sin querer casi, todo eso que han experimentado, y se darán cuenta en la práctica si están de acuerdo o no con lo que hemos hablado, si les sirve o si tienen dudas.
¿Qué opinas de los concursos literarios? ¿Y del afán de publicar?
De los buenos concursos literarios tengo una buena opinión, y de los malos concursos, pues una mala, como es natural. Es decir, no todos los concursos son iguales, por tanto esta pregunta tiene un poco de trampa. En todo caso, los buenos concursos ─es decir, los que además de ser honestos, disponen de un jurado capaz─ son algo estupendo, que está ahí a disposición de todos, y que es igual de bueno participar como ganarlos. No deja de ser un reto, y los retos son buenos. Tampoco es algo a lo que le de muchas vueltas, están ahí, está igual de bien ganarlos que no, presentarse que no. Lo que sí es importante, me parece a mí, es no centrarse en escribir para ganar concursos, que con un objetivo así se puede llegar a perder el norte.
Sobre la publicación tengo una opinión parecida, es algo que está ahí. No creo que sea ni sano, ni positivo ni nada bueno obsesionarse con la publicación. Por supuesto que es algo que, llegado un momento, hace falta. Sobre todo para cerrar etapas. Pero también creo que viene como consecuencia de un trabajo continuo, disciplinado y bien enfocado. Por suerte tenemos Internet, donde podemos publicar de una manera sencilla. Porque el objetivo último de publicar es que te lean los demás, y para eso Internet es una herramienta maravillosa.
¿Cómo compaginas la labor como profesor con tus propias creaciones?
Lo llevo bien, lo consigo compaginar perfectamente. Lo que no consigo encajar a veces es el resto del trabajo, que es mucho más arduo.
Ahora en serio, que eso iba un poco en broma… Se puede hacer. Cuando estás escribiendo algo que te entusiasma, lo haces, sacas fuerza y tiempo de las piedras si es necesario. Cuando tienes un proyecto menos entusiasta, no sacas el tiempo y lo dejas correr. Pero cuando la historia te ha pillado del todo consigue encasillarte y ponerte de cara a la pared… y es muy difícil huir de una historia cuando está en ese punto, muy difícil.
Creo que es importante, en todo caso, sobre todo cuando eres profesor, no dejar de escribir. No perder el punto de vista del alumno. No limitarte a comentar y comentar, porque eso tiene el peligro de hacerte incluso demasiado crítico con tus propios textos. Y así no se puede escribir, el crítico está bien que sea duro a la hora de revisar. Pero a lo hora de escribir hay que deshacerse de él. Y es cierto que ese crítico, cuando estás con un grupo, lo tienes más despierto porque lo haces trabajar más a menudo.
¿Cuál es tu escritor favorito? ¿Por qué? ¿Qué libro estás leyendo en la actualidad?
¿Solo uno? Es difícil tener un escritor favorito, con la cantidad que hay no hace falta elegir. Mi biblioteca dice que muchos de mis autores favoritos empiezan por la letra C ─es la balda que más llena tengo─, hay libros de Truman Capote, Julio Cortázar, Raymond Carver, Albert Camus, Lewis Carroll. Me gusta muchísimo Ray Brabdury, y también Richard Ford o Sam Shepard, por citar algunos con otras letras.
Ahora mismo estoy leyendo varios libros, que es lo que siempre me acaba pasando. Un montón de libros empezados que leo a la vez. Acabo de descubrir a Fante, he leído la primera de sus cuatro novelas (Espera la primavera, Bandini) y ahora estoy a punto de empezar la segunda, que es continuación de esta (Pregúntale al polvo). También estoy leyendo a Faulkner (Mientras agonizo), y sé que cuando lo acabe volveré a leer El ruido y la furia (sí, en efecto, todo con la letra F, juro que es casualidad…).
Eso respecto a novelas. Con relatos estoy ahora con una recomendación de José Luis, de la librería Tres Rosas Amarillas, que me está gustando muchísimo (La chica sobre la nevera, de Etgar Keret). Y en poesía, aunque leo poca, he descubierto hace poco una maravilla, Desmontando el silencio, de Charles Simic (también recomendación de José Luis).
Explícanos un poco cómo funciona el departamento de «Calidad y Formación» de la Escuela de Escritores.
Pues, tal y como su nombre indica, su trabajo se orienta en mantener la calidad de los cursos en Escuela de Escritores, y también en el resto de áreas. Al finalizar cada curso los alumnos responden una encuesta anónima sobre diversos aspectos que pueden evaluar. Asimismo el profesor de cada curso, al finalizar el mismo, nos envía un informe sobre cómo ha ido el curso. De manera que tenemos las dos partes, lo que nos dicen los alumnos y lo que nos dice el profesor. Así podemos realizar un seguimiento completo de cada curso, y podemos para, la siguiente edición, mejorarlo; a veces a nivel de materiales, a veces a nivel de profundidad, otras de duración o de intensidad.
También es un continuo apoyo al profesorado, se crean grupos de trabajo para escribir los temarios, grupos para corregirlos y completarlos, grupos de consulta. La idea es que los profesores de cada área estén comunicados entre sí para que puedan compartir ideas y métodos de trabajo. Esta última parte la pondremos en marcha a lo largo de este curso, ya que el curso pasado estuvo dedicado a estudiar todas las posibilidades que podía ofrecer un departamento de este tipo.
Por otro lado también organiza la formación continuada de los profesores de Escuela de Escritores. Es común para los alumnos compartir asiento (virtual o presencial) con un profesor de la Escuela, es una puerta que siempre permanece abierta: cualquier profesor puede apuntarse al curso de un compañero, tanto para no perder la práctica de escribir, como para intercambiar experiencias, conocimientos, y seguir creciendo.
Eres experta en Internet y además de encargarte del mantenimiento de la página web de Escuela de Escritores, tienes tu propia web. ¿Crees que Internet es el futuro o el final de la literatura?
La verdad es que no me considero ninguna experta, para nada. Soy una aficionada, sobre todo en comparación con la gente de la que aprendo. Sí, me apaño con muchas cosas, pero tengo que decir que de ahí a la maestría hay un buen trecho. Eso sí, soy muy cabezota, y cuando quise una página web me puse a montarla yo sola costara lo que costara.
Por supuesto que Internet no es el final de la literatura, creo que es todo lo contrario. Con esto nos metemos en la eterna cuestión de si desaparecerán algún día los libros en papel… pues a mí no me gustaría, porque los adoro. Pero a saber qué pasará. Entiendo que muchos de nosotros, tan acostumbrados a los libros, lo veamos como una utopía. Pero supongo que si te acostumbras a otro formato desde que eres niño, tampoco es tan raro. Imagina por ejemplo un solo libro ─de papel o algo muy parecido─ que contenga todos los libros que quieras, que además no pese, que tenga un excelente buscador y la posibilidad de conectarte a Internet para adquirir lo que más te guste. Aún así el papel no morirá, tal vez se establezca una jerarquía diferente, y se publiquen en papel títulos que se consideran de mucha calidad y no absolutamente todo, pero el papel no morirá.
Octubre, 2008