Escritores recolectores y sembradores

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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

La creatividad es una de las características más únicas del ser humano. Tanto es así, que aún hay mucho que desconocemos de ella y en ocasiones nos cuesta comprender cómo funciona. Como escritores, estamos en constante conexión con nuestra creatividad sin que muchas veces sepamos usarla. Hay muchas maneras de potenciar la creatividad, como por ejemplo el uso de los disparadores creativos, pero hoy no quiero hablaros de eso. En el artículo de esta semana me gustaría hablaros de las diferentes formas en las que los escritores nos aproximamos a la creatividad o, mejor dicho, las dos maneras en las que los escritores podemos llegar hasta las ideas. Permitidme que me ponga un poco hortelano esta semana (aunque todos sepáis ya que no se me dan bien las plantas).

Las ideas narrativas son preciados frutos que los escritores perseguimos como locos, sobre todo en época de escasez y bloqueo. Una idea puede ser el germen de una novela o, «simplemente», el giro argumental que por fin desatasque una historia. Sea como sea, esas ideas narrativas serán chispazos creativos que nos pondrán a escribir. Sin ellas, nuestro escritor interior se morirá de hambre y, consecuentemente, también lo hará su escritura.

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Como en la vida real, para alcanzar los frutos de la creatividad tenemos dos caminos: la siembra o la recolección. Ambos procesos válidos y focalizados en el mismo objetivo. Esto dará lugar a dos tipos de escritores, los sembradores y los recolectores.

Un escritor sembrador será aquel que cultive con esmero su creatividad y que la vaya vigilando y regando a medida que crece. Esa semilla suele ser algo abstracto, un tema que obsesiona al escritor y sobre el que quiere investigar. Este tipo de escritores maduran el concepto de sus historias y construyen el argumento y la trama alrededor de ese tema abstracto a medida que va creciendo. Van dirigiendo las ramas y podan las hojas para que la planta se dedique solo a engordar el fruto, que será la transformación de esa semilla en una idea narrativa, es decir, en una historia. Un escritor sembrador puede querer escribir sobre el duelo y planta esa semilla. Se pasa los días leyendo sobre el tema, viendo películas que lo aborden, incluso hablando con expertos y poco a poco esa semilla va creciendo y van apareciendo los personajes, el enfoque del tema, parte del argumento, etc.

A partir de ahí, cuando la semilla ya ha germinado, el sembrador puede trabajar para engordar el fruto. Un día, después de mucho trabajo, se dará cuenta de que el fruto está maduro y de que puede recogerlo, que resulta que ya no solo quiere hablar del duelo, sino que lo hará a través de una madre que aún ve el fantasma de su hijo muerto hasta que pasa del todo el proceso del duelo. Una historia. Puede recoger ese fruto y ponerse a escribir. Su trabajo no ha terminado, por supuesto, tiene que hacer algo con ese fruto para que sea comestible, pero ya tiene la base, ya puede alimentar su creatividad para no morirse de hambre.

Los escritores recolectores, por el contrario, son escritores un poco más despreocupados. A los recolectores les gusta pasear y dejarse sorprender. Exploran muchos huertos y observan cada fruto de cada árbol. Habrá algunos que les llamen la atención y otros que, aunque maduros, quizás no sean de su agrado. Sin embargo, de pronto, encontrarán un fruto, una idea, de la que no puedan escapar. Algo que ni siquiera sabían que buscaban y que, de pronto, es algo sin lo que no pueden vivir.

Ese fruto comienza a obsesionarles y entonces comienzan a preguntarse cómo pueden llegar hasta él. Quizás sea una conversación escuchada en el metro, o una fotografía, algo que sugiera una historia. Y van haciéndose preguntas, preguntas que son como escalones que suben al árbol. ¿Quién ha dicho esas palabras?, ¿qué busca?, ¿cuál es su conflicto?, ¿cómo acaba la historia? Y las respuestas van poco a poco concretando el fruto y acercándolo más a sus manos. Una vez tiene el fruto, el escritor recolector tendrá que decidir qué hacer con la historia que se ha encontrado, ¿cómo se la come? Lo único que no sabrá hasta que lo abra será cuál es la semilla que guarda en su interior.

Podríamos decir, que el escritor sembrador se pregunta qué clase de fruto dará la semilla que tiene y el escritor recolector se pregunta qué semilla habrá germinado el fruto que tanto le atrae. Aunque siempre haya un tipo de escritor que se adapte más a nuestro modo de trabajo, lo más normal es que cada escritor fluctúe y para unas historias sea un escritor sembrador y para otras sea recolector.

Es más, si la semilla que ha plantado el sembrador es una semilla vital, de esas que dan árboles, de esas que suponen los temas obsesivos y recurrentes del escritor, se encontrará con un árbol del que ir a recolectar en el futuro.

La carrera de escritor es, en el fondo, ese huerto frutal en el que hay algunos árboles silvestres que ya estaban allí cuando llegamos y otros que hemos plantado nosotros. El espacio del huerto es infinito y tendremos qué decidir qué hacer con él. Quizás haya árboles viejos, pequeñas ramas e incluso arbustos y puede que necesitemos de todo para escribir las historias que queremos escribir. Es casi imposible preparar un plato con un ingrediente solo. De ese huerto de las ideas saldrá el alimento de nuestro escritor, solo que unos lo encontrarán de una manera y otros de otra.

Los dos escritores, una vez tengan ese fruto en las manos, tendrán que elaborar con él la propia historia y a partir de ahí trabajaran del mismo modo, quizás eligiendo entre brújula, mapa o exploración. Pero eso ya se realizará fuera de nuestro huerto de ideas.

¿Con qué escritor os identificáis más?, ¿buscáis vuestras ideas partiendo de la propia historia, de una escena o un personaje? O, por el contrario, ¿elegís un tema del que queréis hablar y le buscáis una historia que lo recubra? Contádmelo en los comentarios.

Acerca del autor

Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG675

Alejandro Marcos

Coordina los Departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga del posgrado de formación de profesores. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Daniel Montoya, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.

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