Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Comprar libros y leerlos son, en realidad, hobbies distintos. Yo disfruto con ambos, pero siempre sufro de ansiedad al pensar que no voy a tener tiempo de leer todo lo que tengo acumulado si sigo comprando libros a mayor ritmo del que los voy leyendo.
Algo parecido a lo que me ocurría cuando coleccionaba cartas Magic. Y digo bien, coleccionaba, porque, aunque jugaba, lo que más me gustaba era comprar sobres, abrirlos y ver qué me había tocado. La gente que verdaderamente juega a cartas no compra sobres. Preparan sus mazos y luego compran específicamente las cartas que necesitan. Yo jugaba, pero nada me hacía más ilusión que hacerlo con las cartas que yo mismo había encontrado abriendo sobres. Después de muchas palizas comprendí que jugar a Magic y coleccionar Magic eran dos hobbies diferentes y que aunque hay gente que disfruta con los dos, está bien si solo participas en uno de ellos.
No es mi caso en cuanto a libros se refiere, puesto que no compro libros al azar y sí que disfruto leyéndolos. En realidad también disfrutaba jugando, pero con gente que no se tomaba tan en serio el juego. Igual que, quizás, me gusta compartir lecturas con gente que no se toma tan en serio la literatura.
El caso es que yo compro muchos libros. Muchos. Creo que, si ya no comprara más libros, tendría suficientes como para leer el resto de mi vida. Y, aunque sepa que son dos hobbies diferentes, aunque disfrute con el mero hecho de adquirir y tener el libro, sigo no pudiendo evitar el picorcillo de ansiedad cuando voy a eventos anuales tipo la Feria del Libro de Madrid o el Festival Celsius y me doy cuenta de que han pasado doce meses y no he leído todos los libros que compré en el anterior evento.
Ya os he hablado de esto otras veces, cuando he hablado de la relectura o del orden de mi biblioteca. En esta ocasión me gustaría centrarme en otro aspecto de la acumulación: las razones de que lo haga.
Es cierto que la principal de todas es que me gusta. Disfruto teniendo el libro y sabiendo que es posesión mía, disfruto viéndolo en la estantería y sintiendo que está al alcance de mi mano, que en cualquier momento puedo sentarme y empezar a leerlo si así quiero. Si el libro está dedicado, el placer es mayor.
No soy especialmente fetichista con los libros firmados, a no ser que la firma me haya permitido conocer un poco al autor o que sea la firma de algún autor conocido o directamente un amigo. Entonces el libro, el objeto físico, se convierte en otra cosa, en un recuerdo de aquel momento o de esa persona. Y no digamos ya si el libro es de un alumno o una alumna y he visto crecer esa historia en las clases. Aunque ya conozca la historia y la haya leído, tener el libro es una especie de prueba del tiempo y la pasión compartida. Normalmente ver esos libros me arranca una sonrisa y me da fuerzas y confianza. No estoy solo en esto. Casi nunca estamos solos en nada, pero muchas veces necesitamos que nos lo recuerden.
El caso es que, tras muchas reflexiones, también he llegado a la conclusión de que parte de mi manía de acumular libros se debe a la presión del mercado. Ya os hablé otra semana de cómo esa presión puede hacer que como escritores nos sintamos culpables por no publicar lo suficientemente rápido. En esta ocasión quiero hablaros de cómo me ha afectado el mercado como escritor también.
Aparte de aquellos libros que genuinamente quiero comprar y tener, en ocasiones me he descubierto haciendo compras impulsivas de las que después me arrepiento y que me generan especial culpa cuando veo los libros en mi estantería. Puedo convivir con el hecho de que compro más libros de los que leo, pero no me gusta nada comprar cosas que siento en cierta medida que no quería haber comprado.
Y, sí, es evidente que parte de la culpa la tiene la facilidad de compra, envío, y rapidez que tienen algunas tiendas y plataformas. O las técnicas de márquetin, que para cuando te quieres dar cuenta ya te la han colado. Da igual lo listo que seas. A mí me la han colado muchas veces y me considero bastante inteligente. Lo suficiente para darme cuenta de cuándo he comprado algo por impulso o cuando ha sido porque verdaderamente quería hacerlo.
Sin entrar en análisis psicológicos que asocian la ansiedad con la compra compulsiva (no entro, pero es evidente que es un tema que está ahí), en mi caso lo que más influye en esas compras impulsivas es la oportunidad.
Tal y como está planteado el mercado literario, al menos en España, si no compras un libro cuando te lo encuentras, es probable que no lo puedas tener. Es probable que, si no es un éxito de ventas, desaparezca de las tiendas a los pocos meses. Compra ahora, lee después, dice mi cerebro. Y, lo peor, es que es cierto muchas veces. Comprar un libro poco conocido que haya salido hace un par de años puede convertirse en una misión imposible. Lo cuál tiene cierta lógica si se piensa en la cantidad de novedades que salen cada semana y el espacio que ocupan. La máquina tritura libros y libros hasta que alguno permanece, alguno logra salvarse y pasar a ser un ventas de largo recorrido. Pero, si la principal vía para que un libro se venda es el boca a boca, ¿cómo esperan conseguir ventas en tan poco tiempo con libros que no tienen ningún plan de promoción detrás? Buenas pregunta, pero quizás para otro artículo.
El caso es que además de las veces que me la han colado con la presión social de las redes sociales o técnicas de márquetin, la mayoría de los libros que me arrepiento de haber comprado son siempre aquellos que he cogido impulsivamente por si el mercado me los arrebataba después. A veces he acertado con esa presión, ojo, pero siento que, sea un acierto o un fracaso, lo cierto es que no ha sido del todo decisión mía.
Quizás es algo que solo me pasa a mí, pero también puede que alguien se sienta aliviado o reconocido al leer este artículo. Sea como sea, no te preocupes: ni estás solo ni este artículo será triturado por el mercado a los pocos meses, aunque no lo leas.
Coordina el Itinerario Centauros más allá de Orión de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, en el que imparte clases desde hace casi diez años. Ha publicado las novelas fantásticas El final del duelo, Vendrán del este (ambas con Orciny Press) y Cástor y Pólux (con Ediciones el Transbordador). En enero de 2024 la novela de terror La hora de las moscas con Plaza & Janés. Además ha participado en varios manuales de escritura de Páginas de Espuma y en varias antologías de relato fantástico.
Más informaciónLara es la coordinadora del Departamento de Atención al Alumno. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores desde 2017, donde se ha formado en cursos de Escritura Creativa, Relato Breve y Proyectos Narrativos. Desde 2021 imparte clases de Escritura Creativa para jóvenes y adultos. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Más informaciónNació en Brasil en 1981, y reside en Madrid. Es diplomada en Guion por la ECAM y forma parte de Escuela de Escritores, donde imparte clases desde 2004. Su libro de relatos, El cuerpo secreto, fue publicado en Páginas de Espuma en 2015. Como escritora forma parte del proyecto CELA (2017-2019) y de la lista Bogotá 39 seleccionada por el Hay Festival (Bogotá39-2017).
Más informaciónLicenciada en Física y Máster en Cultura Científica e Innovación. Forma parte del equipo de Escuela de Escritores en el área de Informática. Imparte un Laboratorio de metáforas y fue alumna de la IX Promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores. En 2019 participó en el curso europeo de formación de profesorado de la EACWP. En 2021 publicó su primer poemario, Muro con buganvilla, con la editorial Amargord, reeditado en 2024 por Buenos Aires Poetry.
Más informaciónCoordina el departamento de Literatura Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores. Ha publicado más de una docena de libros para infancia y adolescencia, entre los que destacan El cofre de Nadie, premio Gran Angular 2021, Recuérdame por qué he muerto, premio Torre del Agua 2023 o Un hada con el ala rota. También ha publicado, con la editorial Páginas de Espuma y Escuela de Escritores el manual Escribir Infantil y Juvenil.
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