Rubén Abella es doctor en Filología Inglesa por la Universidad de La Rioja y ha cursado estudios de postgrado en las universidades de Tulane (Nueva Orleans, Estados Unidos) y Adelaida (Australia).

Su primera novela, La sombra del escapista, recibió en 2002 el Premio de Narrativa Torrente Ballester y con su segunda, El libro del amor esquivo, resultó finalista del Premio Nadal en 2009. En 2007 No habría sido igual sin la lluvia mereció el Premio Mario Vargas Llosa NH de Relatos, feliz incursión en el género del microrrelato que quedó revalidada en 2010 con Los ojos de los peces. Sus últimas novelas son Baruc en el río (2011), California (2015) e Ictus (2020). Su libro de relatos Quince llamadas perdidas ha sido galardonado con el Premio Kutxa 2020. En 2024 ha publicado Dice la sangre con la editorial Menoscuarto.

Rubén Abella compagina la escritura con la fotografía y la docencia. Ha impartido cursos y conferencias sobre diversas materias en universidades de todo el mundo y es profesor de la Escuela de Escritores y de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid.

Dice la sangre

Novela
2024

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Menoscuarto

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Quince llamadas perdidas

Novela
2020

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Algaida

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Ictus

Novela
2020

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Menoscuarto

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California

Novela
2015

Publicado por:
Menoscuarto

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Baruc en el río

Novela
2011

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Destino

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El libro del amor esquivo

Novela
2009

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Destino

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La sombra del escapista

Novela
2003

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Lea

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Reseñas, entrevistas y artículos

Este era el primer curso de Escritura Creativa que hacía y ha sido todo un soplo de aire fresco, cada clase un refugio donde abrirse, conocerse, explorarse, experimentar y aprender sin límites. Los compañeros se han involucrado en cada sesión y leer sus relatos cada semana ha sido un privilegio. Se nota que el curso está organizado con experiencia y escuchando a los alumnos y sus necesidades, no falta ni sobra nada. ¿Y qué decir de Rubén? Es una de las personas más cultas y formadas en lo que a Lengua y Literatura se refiere con las que me he topado en mi vida, es pura fuente de inspiración, no solo posee un profundo conocimiento en la materia que transfiere a sus alumnos en cada clase, sino que contagia su jovialidad, su entusiasmo por las letras y su pasión por la escritura. Es una persona creativa y generosa sin límites, espero poder seguir aprendiendo de él en el futuro y por supuesto que siga cosechando éxito como escritor, se lo merece.

Marta Bollullo, desde El Puerto de Santa María

El último día del curso de Novela II con Rubén Abella ha sido muy triste para todos, es un extraordinario escritor, profesor y ser humano, de los que dejan huella. Hace del curso un viaje completo de aprendizaje y conocimiento maravilloso, con un enfoque personal de la enseñanza.

Carlos M Mata Muciño, desde León (México)

Rubén es un excelente profesor, culto, amable y entusiasta. Como escritor reconocido que es domina y ama el oficio. No hay casi ningún tema, libro o escritor que no conozca. Dedica tiempo y profundidad a responder tus dudas, a darte seguimiento personal y a la revisión de tus trabajos semanales. Cada una de sus retroalimentaciones es oro puro para mejorar tu escritura y lo mas importante, te alienta a creer en ti!.

Carlos M Mata, desde México

Rubén Abella tiene un muchos conocimientos que comparte con generosidad. Siempre está disponible y atento a los requerimientos de los alumnos. Lo aprendido en este curso me ha servido para mejorar mi escritura. Mis sinceros agradecimientos.

Dionisio Seissus García, desde Santiago

Rubén Abella nos llevó por la iniciación a la novela con un excelente manejo de la información. Es muy capaz, tiene grandes conocimientos y es generoso con ellos. Tuvimos cuatro reuniones de Zoom y en cada una dictó cátedra, pero además favoreció el diálogo y ayudó en cada momento a resolver dudas. También nos recomendó lecturas muy bien seleccionadas para los temas que se trataron. En particular valoré sus consejos para la vida como escritor. Vale la pena.

Lucía Aguirre, desde Ensenada, B.C. (México)

Rubén Abella es un profesor excelente. Comprende las dificultades de los alumnos y sabe guiarlos para que ellos mismos aprendan a reflexionar sobre esas dificultades y se acerquen a la solución del problema. Sus observaciones sobre los textos que presentan los alumnos son muy valiosas, ya que son muy concretas y siempre están apoyadas en argumentos sólidos, de manera que el alumno entiende lo que funciona y lo que no, pero sobre todo por qué. Además es muy accesible y responde rápido y en profundidad a cualquier pregunta que se le plantee en cualquier momento del curso.

Ana Belén de Santiago, desde Berlín (Alemania)

Entrevista al profesor

Creo que el escritor —como cualquier otro creador— nace, pero con eso no basta. Luego tiene que hacerse. Hay por ahí muchos escritores natos que nunca escribirán nada. O al menos nada que merezca la pena. En ese «hacerse» entran cosas como la lectura, la perseverancia, el carácter —somos esclavos de nuestro carácter— y, por supuesto, los talleres literarios. En mis años de estudiante asistí a un taller de narrativa en la universidad de Tulane, en Nueva Orleans, y lo recuerdo como una experiencia muy positiva. En él me medí con otros escritores y conmigo mismo. Aprendí mucho del profesor. Gracias a él corté maleza y pude ver mejor mi camino.

Resulta enriquecedor ver progresar a los alumnos. Ser testigo de sus esfuerzos, de cómo van tejiendo sus ficciones. La enseñanza te obliga a no dormirte. A estar siempre atento. A escuchar. Empecé a dar clases antes de acabar la carrera, y aquí sigo.

Los profesores de escritura creativa trabajamos con material sensible y la libertad es esencial para que todo salga como es debido. Me siento muy libre en la Escuela. La mecánica de los talleres no sólo no impide la aplicación de mis criterios, sino que la potencia. Para mí la escritura es un proyecto estético. Lo estético entendido no como una búsqueda superficial de lo bello, sino como un posicionamiento moral ante el mundo. No quiero que los alumnos se queden en la superficie de la narración, en la anécdota. Les animo a explorar sus motivaciones, a buscar los temas que se esconden bajo las historias, y luego a darles forma. A convertir esos temas en palabras.

A los alumnos les pido compromiso y seriedad. También les pido honestidad y paciencia. Y respeto. Mucho respeto. Hacia sí mismos y hacia sus compañeros. El curso es un barco en el que debemos remar todos. Dependemos los unos de los otros para no hundirnos y seguir avanzando. Durante el curso les pido trabajo. Al final, los mejores resultados posibles.

Mi objetivo es que en el grupo se genere un ambiente de confianza. Me gusta que los alumnos lean y comenten los textos de sus compañeros, y para eso hay que ser muy serios y muy respetuosos.

Sí, es un intercambio, pero muy desigual. Aquí lo importante son los alumnos. Son ellos los que tienen que aprender y progresar. Mi meta es que crezcan como escritores, que expandan su visión, que tiendan puentes seguros entre sus ideas y el lenguaje, entre sus emociones y las palabras con que las expresan. Ese es el reto. Y por supuesto yo también gano algo en ese intercambio. Me nutro del entusiasmo de los alumnos, de su visión, de su energía. Pero repito, en este intercambio ellos han de ganar más que yo. Si no, es que algo falla.

Es muy importante ser consciente de que tus alumnos no son tú. Un buen profesor debe saber ver las peculiaridades de cada alumno, sus puntos fuertes y débiles, y tratar de alcanzar los mejores resultados posibles a partir de ese material.

En todas. Me interesa que el alumno vea la escritura, en este caso la novela, como un proyecto global, con una base conceptual clara que ha de sustentarse en una forma concreta. La novela es un edificio complejo, con cimientos y vigas maestras. La narrativa es el arte de lo específico.

Lo mejor que puedo. Trato de escribir por la mañana y dar clase por la tarde. Para mí es importante que la enseñanza y la creación corran por caminos paralelos.

Yo distingo entre los escritores que me gustan y aquellos a los que envidio. Los inalcanzables. En esta categoría están Juan Rulfo —Pedro Páramo es un milagro de concisión y poesía, un retrato certero y profundamente estético de lo que somos—, William Faulkner —Mientras agonizo es una novela deslumbradora— o Chéjov, maestro de la sencillez profunda. En estos momentos estoy leyendo los cuentos de Joyce Carol Oates: excelentes.

Se titula «Pregúntale al manzano: Notas sobre la vida y la escritura». António Lobo Antunes ha dicho en alguna ocasión que preguntarle a un escritor por qué escribe es como preguntarle a un manzano por qué da manzanas. Y eso es lo que yo quiero hacer en la charla: preguntarle al manzano. Explorar, desde un punto de vista inevitablemente subjetivo, las fuentes más profundas de la creatividad. Rescatar del constante y caótico flujo de la vida esos breves y escasos momentos de iluminación, de lo que se ha dado en llamar «inspiración». Investigar el peso que tienen la memoria, la lectura y la experiencia en el proceso de la creación literaria. Reflexionar sobre cómo la vida puede ser un estorbo para la creación literaria, y viceversa. En definitiva, arrojar algo de luz sobre el oscuro y precario camino que va desde la mente del escritor hasta la página impresa.

Hasta hace unos años ambas disciplinas hablaban de cosas distintas. No acababan de entenderse. Ahora eso ha cambiado. En la actualidad la escritura y la fotografía son para mí dos formas distintas de hablar de lo mismo, de los temas que me preocupan. Hasta he llegado a hacerlas coincidir en un proyecto de libro y presentación audiovisual que se titula Fábulas del lagarto verde, en el que se mezclan fotografías y microrrelatos.

Rubén Abella, profesor del Máster de Narrativa en Escuela de Escritores - IMG570 - fotografía de Rosa Jiménez
Fotografía: Rosa Jiménez

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