¿Para qué sirve un escritor en tu empresa?

El trabajo es uno de los espacios donde la palabra escrita tiene una salud de hierro.

En abril de 2011, el profesor de la University of Southern Denmark Thomas Pettitt expuso la teoría del paréntesis Gutenberg. Según esta hipótesis, la palabra escrita es un momento transitorio entre dos períodos marcados por el lenguaje oral y la imagen. De momento, no es así y no sólo por los casi 100.000 libros que se editan al año en España. Desde las redes sociales públicas a los grupos de conversación privados, nuestra vida cotidiana también está llena de escritura y, de momento, la revolución digital ha consolidado la hegemonía de la palabra escrita. Nunca tanta gente había escrito tanto.

El trabajo es uno de los espacios donde la palabra escrita tiene una salud de hierro. Según un estudio de 2017 de la universidad canadiense de Carleton, pasamos un tercio de la jornada laboral escribiendo y, cada día, enviamos y recibimos una media de 86 correos. A estos, hay que añadir convocatorias, informes, presentaciones, pliegos o documentos internos. Al menos en el ambiente laboral, Gutenberg manda y lo que ha disminuido de forma considerable con las nuevas tecnologías ha sido la vieja oralidad, la llamada telefónica. Hablamos con algunos de los clientes de EdE Empresas para saber cómo afrontan en sus empresas este desafío.

«Quizá, esa comunicación por escrito será tu único contacto con el receptor; toda la impresión que éste se haga de ti será la que transmitas con tu texto», sostiene Lucía Crespo, de la universidad corporativa de Telefónica. Las empresas son conscientes de la importancia de la palabra escrita para garantizar una comunicación eficaz interna y ofrecer una buena imagen corporativa. «En un mundo de whatsapp y correo electrónico, la expresión escrita se ha convertido en esencial. Sobre todo, la precisión y la capacidad de mantener la atención de un lector cada vez más invadido por otras comunicaciones escritas», afirma Ignacio Presas, del departamento de formación del BBVA. Solange Cummins, responsable de prensa de Microsoft en España, precisa que “en la redacción no se cuenta con los elementos de contexto de la comunicación verbal, como el tono o la gestualidad”. Para Lucía Crespo, «si existe una mala redacción, estaremos dañando nuestra reputación como compañía» y precisa que la comunicación exterior no son sólo las notas de prensa o las campañas de publicidad, sino todo lo que se proyecta hacia fuera de la corporación.

Además de las erratas ortográficas o gramaticales, el principal problema que detectan las empresas es la claridad y la concisión. «Es muy habitual encontrar textos enrevesados y mucho más extensos de lo necesario; son liosos e innecesariamente complejos», indica Ignacio Presas. Solange Cummins afirma que, en ocasiones, hay mensajes que «resultan incomprensibles, simplemente por no poner una coma donde es debido». Penélope García, de la agencia de medios Wavemaker, también se encuentra, en ocasiones, con «textos en los que tengo que releer un párrafo tres veces porque no entiendo lo que quieren decir». Para ella, «los mensajes claros, directos y bien redactados y acentuados aportan una imagen de profesionalidad; una redacción eficaz agiliza el trabajo y evita malentendidos». Esta última parte suele quedar dentro de las empresas, pero los problemas de redacción también pueden influir en la productividad. Lucía Crespo advierte que «a nivel de equipo, una mala comunicación puede llevar a falta de información, transparencia o confianza… En definitiva, puede acabar teniendo un impacto mucho mayor del que pensamos si se convierte en algo habitual y extendido».

Suele haber dos sospechosos habituales: el tiempo y la cantidad. Concretamente, la escasez del primero y el volumen de la segunda. La tecnología ha abierto muchas posibilidades que nos permiten estar siempre comunicados; es decir, leyendo y escribiendo. Esta avalancha nos impide incluso prestar atención a las herramientas de mejora que nos ofrece la propia tecnología, como correctores, diccionarios en línea u obtener sinónimos a un golpe de ratón.

Para Lucía Crespo, la llegada de la comunicación «instantánea e informal no ha favorecido el que la gente mejore sus capacidades». Para ella, la solución está en la formación, ya que «en España arrastramos un cierto déficit de habilidades de comunicación oral y escrita desde la escuela». Penélope García comparte esta reflexión y cree que los errores vienen por «la falta de atención, algo de desconocimiento y, en bastantes ocasiones, por la ausencia de capacidad de lectura. La mayoría de estos errores se evitarían prestando atención a lo que escribes, consultando y, sobre todo, leyendo mucho». A estos factores, Solange Cummins añade la prevalencia del audiovisual y es contundente en la importancia de la lectura: “Quien no lee no puede saber escribir”.

Hay empresas que incluso han elaborado un libro de estilo para prevenir errores y unificar sus comunicaciones, pero esta es una herramienta que despierta cierto recelo frente a la confianza en la formación. Ignacio Presas defiende el derecho –y la obligación– de «ser genuinos» y es más partidario de «crear buenos redactores y corregir los problemas de redacción, y no, ocultarse detrás de los estilos». Penélope García tampoco considera que sea necesario un libro de estilo corporativo, sino «unas directrices» y pone el ejemplo de su empresa: «Textos claros, sin anglicismos y, si puede ser, con frases sencillas». Lucía Crespo cree que la comunicación escrita tendrá cada vez más importancia en la capacitación profesional: «La mayor parte de la gente tiene asumido que debe trabajar en sus habilidades de presentación, hablar en público, etc… De igual manera, deberíamos poder despertar la necesidad de desarrollar buenas habilidades de redacción».

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