Ordenar una biblioteca

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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Me considero una persona muy ordenada. No lo hago porque necesite que todo esté perfecto (o no solo), sino porque también soy muy despistado y luego olvido dónde está cada cosa. Eso, para alguien que tiene tendencia a acumular libros, significa el caos en mi librería. Si tuviera un superpoder, sin duda sería olvidar dónde he puesto las cosas. Soy especialista en olvidar la ropa que tengo de una temporada a otra. Cada vez que hago el cambio entre invierno y verano me sorprendo con prendas que no recordaba tener y descubriendo qué otras han pasado a mejor vida.

Con los libros me sucede igual. Se ha dado la ocasión, incluso, en la que me he comprado algún libro que creía no tener y al ir a colocarlo descubrir que es el segundo ejemplar que compro. Y menos mal que los tengo ordenados, porque, si no, podría no haberlo descubierto nunca.

Por eso soy un poco maniático con el orden en el que coloco mis libros en la estantería y hoy me gustaría hablaros de ello.

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Como también soy una persona de contradicciones, luego veréis que no es oro todo lo que reluce en cuanto al orden del que he empezado presumiendo.

Cuando tengo mi biblioteca ordenada, comienza el proceso de entropía que la va desordenando poco a poco. A medida que compro nuevos volúmenes, si no puedo ponerlos en su lugar fácilmente, los voy acumulando encima de los libros ordenados hasta que me parece que ya el desorden es insostenible.

En ese momento, vacío las estanterías y voy apilando los libros en montones en función de su género. Los divido en: fantasía, maravillosa, ciencia ficción, terror, manga, cómic, poesía, libros en otro idioma, libros de consulta y ensayo. Lo ideal para mi simetría mental es que hubiera el mismo número de todos ellos, pero eso nunca pasa. Es más, ni siquiera suele haber un número exacto de libros para ocupar las baldas enteras y me encuentro con que en alguna de ellas tengo que mezclar varios géneros.

Una vez tengo separados los libros, empiezo a ordenarlos en función de altura, sin tener en cuenta el autor o el título. No los ordeno por orden alfabético, como sería lo lógico, sino siguiendo un principio visual. Del más alto al más pequeño. Sé que suena poco lógico, pero es la mejor manera de poder apilar luego libros encima. He llegado incluso a colocar libros muy altos en el fondo para poder hacer dos niveles en algunas estanterías. A mí me sirve con tener controlado dónde está cada género y después buscar el libro allí. Conozco gente que coloca los libros por colores, pero creo que eso es ya la anarquía absoluta, sobre todo si lo hacen mezclando géneros.

Mi cabeza me pide orden alfabético, pero entonces, según mi apreciación visual, las estanterías estarían igual de desordenadas que si no siguiera ningún criterio.

Ver todos los libros colocados me provoca paz y tranquilidad, me hace sentir que controlo un poco las cosas y, en cierta medida, me ayuda a que mi casa tenga un aspecto recogido y limpio (del polvo hablaremos otro día). También me provoca satisfacción estética contemplar los libros colocados de manera simétrica y ordenada, para qué negarlo.

Todo esto es solo con los libros que aún no me he leído. La vida precaria no me permite tener en casa todos los libros que tengo y tengo que quedarme solo con los que aún no he leído y con aquellos que me hacen falta para mis clases, mi escritura o los que tengo un especial cariño.

Soy tan ordenado en mi casa, quizás, porque tengo un lado oscuro. Cuando termino un libro, lo meto en una bolsa y lo llevo a casa de mis padres. Allí ya he colonizado la habitación de mi hermano mayor y parte de la de mi hermano pequeño. Mi padre, incluso, ha tenido que construir una estantería especial en mi cuarto para poner más libros. Y ahí dejo que reine la anarquía sin ningún tipo de pudor. No solo están mezclados los autores y los géneros, sino que los libros están puestos de cualquier manera en las estanterías. Unos encima de otros, tapando huecos sobre los libros, en horizontal, en vertical, diagonales, etc. Todo vale. A casa de mis padres llevo también los libros que no me he leído y que no tengo pensado leer en un futuro cercano. Esos, en principio, eran los que estaban en la habitación de mi hermano, pero allí ha llegado el caos también.

De alguna manera, tengo una especie de mapa mental que me permite saber más o menos dónde está cada libro, incluso en casa de mis padres. Aunque tampoco voy a mentiros, hay veces en las que he tenido que rescatar un libro de casa de mis padres para prestarlo o porque me hacía falta para alguna clase y ha sido un infierno. Infierno nivel tener que quedarme a comer o cenar y revisar las estanterías libro por libro.

Es mi pequeño secreto vergonzante de persona ordenada. Supongo que siempre pospongo ordenar esa biblioteca por falta de tiempo. Tendría que quedarme un fin de semana en casa de mis padres para poner al día las dos bibliotecas. En un principio, los libros de casa de mis padres fueron una cosa temporal, hasta que pusiera en orden los libros en mi nueva casa, pero poco a poco se ha ido enquistando hasta convertirse en un monstruo de tres habitaciones.

Aunque quizás no ordene esta segunda biblioteca porque en cierto modo aprecie mucho la belleza del desorden. Esa manera natural de ir evolucionando y rellenando los espacios libres. La misma belleza que podemos encontrar en las estanterías de una librería vieja o en las bibliotecas que aparecen en las historias de fantasía que tanto me gustan. Con pilas de libros aquí y allá y mezclas de tamaños, colores y formas. Incluso cuando busco un libro concreto, el pasear por las baldas título a título me hace repasar los libros como en una librería, buscando pequeños tesoros ocultos que yo me he escondido antes para mí.

Acerca del autor

Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG675

Alejandro Marcos

Coordina los Departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga del posgrado de formación de profesores. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Daniel Montoya, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.

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