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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Cuando a Ursula K. Le Guin le preguntaron por los orígenes de Un mago de Terramar, dijo:
«Yo no inventé Terramar a propósito. No pensé: “Anda, mira, las islas son arquetipos y los archipiélagos son superarquetipos; ¡vamos a construir un archipiélago!”. Yo no soy ingeniera, sino exploradora. Yo descubrí Terramar.
Si los planes se hacen bien, seguramente serán exhaustivos; en cambio, los descubrimientos son un proceso temporal, pueden durar años y años.»
Esta cita está extraída del libro El idioma de la noche, una recopilación de artículos seleccionados por la propia Ursula K. Le Guin en los que reflexiona sobre la escritura, la fantasía y la ciencia ficción. Concretamente, esta cita es del artículo «Los sueños deben explicarse solos». El libro está editado en España por la editorial Gigamesh.
En este extracto, la autora nos cuenta mucho sobre su propio proceso creativo y de escritura. Un proceso que me resulta muy llamativo porque no se parece al mío, aunque alguna vez he escrito siguiendo ese mismo deseo explorador. K. Le Guin nos habla aquí de los escritores brújula y los mapa, de los ovíparos o vivíparos, pero con una nueva terminología que aporta un matiz diferente y personal.
Un escritor brújula escribe sin planificar, pero cuenta con una guía, un faro. Hay «algo» que conoce de su obra y tira de él igual que el norte que marca la brújula. El explorador, no. El explorador se echa al monte a pelo y se guía, si se tiene que guiar, por las estrellas y el sol. Ursula K. Le Guin quería perderse en su propia obra. Y para mí eso es algo a la vez atractivo y aterrador.
No me considero un escritor ingeniero, como dice la autora, ni un escritor mapa; pero tampoco me considero un brújula. Ya he explicado en otras ocasiones que a mí lo que me gusta es tener un esbozo de mapa, que será más claro en función de la longitud del viaje, en las novelas; y una pequeña brújula, en los relatos.
Alguna vez, sobre todo cuando me encuentro un poco bloqueado, he probado eso de salir a dar un paseo por la hoja en blanco sin brújula ni mapa. Y ahí he sentido eso que comenta Ursula K. Le Guin en su texto que es tan excitante: el sentimiento de descubridor. Sentir que todo lo que pisas es tierra virgen y que estás viviendo algo único e inolvidable, algo que después vas a poder llevar contigo y mostrar a los demás. Cuando se producen encuentros fortuitos que funcionan en un texto, el subidón y el chute de confianza en tu escritura se multiplican por mil. Es algo adictivo y que te conecta de forma brutal con tu parte creativa y con la sensación de que puedes llegar a ser escritor. Es cierto que ese sentimiento es muy atractivo y que, a mí, personalmente, me estimula mucho la creatividad; sin embargo, yo lo tomo con cautela, igual que los chupitos de tequila.
Lo más normal es que este tipo de escritura tan «salvaje» conduzca a problemas posteriores de trama, de verosimilitud e incluso de construcción de personaje, lo cual implicará necesariamente una mayor corrección. A Ursula K. Le Guin eso no le asustaba. Los personajes, según ella misma, se le aparecen ya formados y pocas veces necesitan algún ajuste. De hecho, en el mismo artículo, comenta de este tipo de escritura:
«Cuando insistes en descubrir en lugar de planear, esta clase de problemas son inevitables. Es una manera tremendamente antieconómica de escribir.»
Los problemas a los que se refiere son, concretamente, unos parlamentos que tuvo que eliminar en el tercer libro de Terramar para que el texto (y el personaje) fluyeran con más naturalidad.
La vieja dicotomía entre el creador y el corrector o el cerebro creativo y el cerebro racional.
Nada nuevo bajo el sol, aunque me alivia mucho encontrar que a grandes escritoras como Ursula K. Le Guin le sucedía lo mismo que me había sucedido a mí con mi primera novela. Ella decidía sacrificar ese tiempo de planificación y dedicárselo a la corrección posterior para potenciar al máximo su historia y enamorarse del argumento y de los personajes apasionadamente. Totalmente válido.
Con esto solo quiero advertiros (advertirme) de que en la escritura no hay atajos. El tiempo que te ahorras al principio, lo recuperas al final. Mi consejo sería encontrar qué parte es aquella que nos genera más dificultades a la hora de escribir y buscar, teniendo eso en perspectiva, aquel camino que nos ahorre algo de sufrimiento y dificultad. Yo, como odio revisar y corregir, ya lo sabéis, siempre intento planificar lo más posible.
Pero también debo tener cuidado porque la única novela que he planificado hasta el nivel de la escaleta es la única novela que nunca he llegado a terminar. Es más, solo tiene escritos un par de capítulos. Como ya sabía todo lo que iba a pasar y estaba planificada con la cabeza, sin dejar espacio a la parte más irracional de la creatividad, aquella historia nació muerta. Y tampoco quiero más abortos.
Como veis, siempre redundo en lo mismo. Yo ahora me atrevo con proyectos más ambiciosos porque sé lo que me funciona y eso hace que encuentre el equilibrio más fácilmente entre el ingeniero y el explorador. Por eso es importante escribir y, sobre todo, equivocarse escribiendo. Si aciertas a la primera, dudo que puedas replicar el éxito en futuros escritos.
Viendo cómo trabajaba Ursula K. Le Guin no he aprendido a escribir como ella (mira, ojalá, también te digo), pero he aprendido a afianzar mi propio método de escritura, que es, al fin y al cabo, de lo que se trata. Conocer lo que hacen otros escritores no debería tener como objetivo imitarlos, sino verte reflejado en ellos y después poder discernir si hay algo en ese método, en esa escritura, que conecta con tu modo de hacer las cosas o de entender la literatura.
Lo demás, solo es trabajo. Muchos codos y mucho desgastar el teclado.
Coordina los departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga de la Capacitación Docente en Escritura Creartiva. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Lara Coto, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.
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