Las novelas son para el verano

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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Escribo este artículo en medio del verano sabiendo que se publicará cuando ya todos hayamos regresado del parón estival. Lo escribo ahora porque quiero aprovechar este tiempo de calma y detenimiento para hablar de las novelas y las lecturas y, quizás, para contagiar un poco al artículo de esa sensación de días largos y tiempo dilatado. Puede que lo esté haciendo como un regalo para el Alejandro (y los lectores) del futuro, para paliar un poquito su síndrome postvacacional.

Lo hago, además, sin ningún tipo de intención divulgativa y con el mero interés de hablar del placer de la lectura.

Cada año, durante el curso, me dedico a seleccionar algunas lecturas con las que disfrutaré durante el mes de vacaciones veraniego. Lo hago con mucho detenimiento y con mucha calma, pensando bien lo que me apetece leer. Por mi trabajo como profesor tengo que leer muchos libros durante el curso por necesidades didácticas, por lo que durante el mes de agosto, ni escribo ni leo nada por obligación. Es un mes dedicado a mí mismo y preparar esas lecturas es un placer que disfruto mucho durante el año, anticipando ese momento de paz y de calma que tendré en el futuro.

Digamos que es una manera de escapar del estrés del día a día y la rutina y un modo de decirme a mí mismo que todo pasará y que podré sentarme en el sofá, en una tumbona o en el césped a leer un libro. Ese libro concretamente. No suelo seleccionar muchos libros para el mes de agosto porque me gusta leerlos con calma, sin sentir la presión de tener que acabarlo para cumplir con el objetivo de lecturas que me he autoimpuesto.

Como ya sabréis aquellos que seguís el blog más asiduamente (o que hayáis hablado conmigo durante diez minutos), soy un gran acumulador de libros. Lo hago porque me da miedo no encontrar determinadas ediciones o títulos cuando los quiera leer y también porque mi memoria es un desastre y no me gusta dejar pasar lecturas que alguien me recomienda.

Esta malsana costumbre de acumular más libros de los que puedo leer conlleva que mi casa esté llena de estanterías con libros pendientes. Tengo distintos órdenes para encontrar fácilmente el libro que busco (aunque a veces me he encontrado con dos copias del mismo). Dentro de ese orden, hay un espacio reservado a las posibles lecturas de verano.

Cuando compro un libro, lo primero que hago es preguntarme si debe estar en ese estante o no. ¿Cuántas ganas tengo de leerlo? Lo comparo con otros libros que hay en ese mismo estante y, si me apetece más que alguno de los que hay allí, lo sustituyo. De ese modo, cuando llega julio me encuentro con un estante de libros bien seleccionados y que son aquellos que, en ese momento, más ganas tengo de leer.

Son casi todo novelas. Hay bastantes, el estante está lleno, y yo sé que solo seleccionaré un par (tres a lo sumo) para ese verano. Hay libros que han pasado en ese estante varios años y que, quizás, cuando se publique este artículo, aún sigan allí. No pasa nada, no hay prisa. Es lo bueno que tienen los libros, que esperan.

¿Y por qué suelo escoger siempre novelas? Primero porque es cuando más tiempo tengo de sumergirme en ellas y disfrutarlas como se merecen, sin prisas. Por eso, además, escojo también novelas largas, libros gordos, que me puedan enganchar y que me den muchas horas de entretenimiento. Estos últimos veranos, por ejemplo, he leído por completo (por completo hasta lo que ha tenido a bien publicar el autor) la saga de Canción de hielo y fuego de George R.R. Martin. Para que os hagáis una idea del tipo de libros que leo en agosto.

También hay alguno de relato, por supuesto, pero esos prefiero dejarlos para otros momentos de ocio que tenga durante el año por si me veo obligado a abandonar la lectura por algo relacionado con el trabajo. De ese modo puedo retomarlo en cuanto vuelva a quedarme libre.

Por eso siempre digo que las novelas son para el verano, porque exigen más calma, más tiempo y más dedicación que un libro de relatos. Eso sí, hablo siempre de novelas de más de cuatrocientas páginas, evidentemente.

A medida que se acerca agosto, cada vez miro con más frecuencia la estantería de los libros que han ido quedando ahí, como una especie de Gran Hermano lector y voy cambiando el orden en función de lo mucho o poco que me apetezca leer alguno de ellos. Este año, por ejemplo, estaba el primero Dune, pero en el último momento fue adelantado por Ana no de Agustín Gómez Arcos, libro que recomiendo y del que quizás hable más detenidamente en otro artículo.

¿Qué podemos sacar de conclusión de este artículo aparte de que soy un friki eligiendo lecturas? Pues principalmente que es importante formarse, pero que no hay que olvidar nunca que la lectura debe servir además para disfrutar, para hacernos pasar un buen rato (aunque nos esté contando algo horrible). Se corre mucho peligro cuando se trabaja con la escritura, de aborrecer la lectura por placer. Trabajo leyendo textos de otras personas, ayudándolas a mejorarlos, es inevitable que la sensación de seguir trabajando siga allí cuando coges un libro por la noche. Por eso le pongo tanta atención al mes de agosto, a las lecturas con que lo lleno. De ese modo me aseguro de nunca cansarme de leer y de que asocio la lectura no solo con el trabajo, sino con el ocio. Y que, además, hago dos lecturas totalmente diferentes en cada momento.

Al principio me costó un poco, pero ahora soy totalmente capaz de diferenciar la lectura por obligación de la lectura por ocio. Y, creedme, se recupera la pasión por leer. Sin ella yo creo que no merecería la pena dedicarse a escribir.

¿Vosotros tenéis algún sistema para elegir lecturas?, ¿os pasa como a mí con la lectura por obligación?, ¿qué habéis leído este verano?

Acerca del autor

Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG675

Alejandro Marcos

Coordina los departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga de la Capacitación Docente en Escritura Creartiva. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Lara Coto, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.

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