La disciplina o el talento

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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Si los escritores fuéramos personajes de un videojuego o de una partida de rol, entre los parámetros que podríamos encontrar para nuestros personajes podrían encontrarse la disciplina y el talento.

Serían, además, dos barras que nunca podrían llenarse a la vez: como si solo tuvieras 10 puntos para los dos y a más puntos una barra, menos la otra.

Por talento entendemos esa facilidad que tienen algunas personas para la escritura artística. A mayor talento, menor necesidad de revisión y mayor naturalidad a la hora de crear historias. Las personas talentosas tiran mucho más de la intuición y mucho menos de la planificación.

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En cuanto a la disciplina, como ya podréis imaginar, es la capacidad de trabajo y de organización que un escritor aplica a su trabajo. La disciplina es la fuerza de voluntad de sentarse una y otra vez y machacar el mismo texto hasta que adquiere una calidad suficiente para el escritor.

Estas cualidades, siguiendo el símil de los videojuegos, vendrán con unos puntos de base, pero podemos ir añadiendo más puntos a medida que avanzamos en nuestra escritura. Es cierto que los puntos del talento son muy complicados de conseguir, pero puede hacerse. El talento se apoya en habilidades artesanas y en la experiencia. Por eso es tan importante la disciplina para aquellos, como yo, que no hayan sido tocados con la varita mágica de las musas.

De hecho, la idea de que el talento no puede adquirirse ni mejorarse es la que lleva a mucha gente a pensar que no se puede aprender a escribir o que si necesitas de clases de escritura es que no eres un verdadero escritor. Aunque este es otro tema.

Normalmente, como ya he mencionado, son cualidades casi excluyentes, o al menos esa es la experiencia que he vivido yo. Normalmente, la gente que es extremadamente talentosa en la escritura no suele ser muy disciplinada con su trabajo y la gente que es más disciplinada suele suplir así una posible falta de talento.

Y, sí, soy totalmente consciente de que aquí estoy hablando de dos cosas que no se pueden comparar ya que el talento es una cosa subjetiva, mientras que la disciplina es algo mucho más sencillo de medir y de cuantificar. ¿Quién tiene la potestad de decidir si una persona es talentosa o no o si una persona es disciplinada o no? Al final, casi lo único que se puede decir al respecto de estas dos cualidades, es por comparación. Podemos decir que tal o cual escritor es más o menos talentoso/disciplinado que otro. Por lo tanto, deberemos tener en cuenta que hablamos siempre de generalidades y, como tales, están sujetas a matizaciones y a diferentes puntos de vista.

También creo que esa relación inversamente proporcional es una cosa lógica. Conozco a muchos autores extremadamente talentosos que, al no estar acostumbrados a revisar, se vuelven más perezosos con su trabajo. Su confianza en la escritura es tal que no tienen la necesidad de forzarse a una rutina, cuando tienen ganas de escribir, escriben y normalmente lo que producen es suficiente por sí mismo como para justificar esa vagancia. Excluimos de aquí, evidentemente, a aquellos escritores que no tienen mucho talento, pero sí confianza en su escritura. En estos casos, los textos producidos no serán de mucha calidad y acabarán siendo como el emperador desnudo del cuento clásico (espóiler del próximo artículo).

En el otro lado de la balanza encontramos a todos aquellos que no tienen tanta confianza en su escritura. Es cierto que tener o no confianza en la escritura no es garantía de mayor o menor talento, pero normalmente en este lado de la valla encontramos escritores que han encontrado que sus textos no son siempre recibidos con el beneplácito de los lectores o que han acudido a algún tipo de taller o tertulia en el que han podido comprobar que su talento no es similar al de otros. Partiendo de esa base, si sabes que tu punto de partida es anterior al de otros escritores, es normal que trates de optimizar lo más posible la escritura para potenciarla al máximo.

También es habitual encontrar gente curiosa que se acerca alguna vez a la escritura o que escribe por exorcizar algo que les ha sucedido. Suelen ser personas que no tienen mucho interés en la literatura y de las cuáles podríamos decir que tienen casi en el mínimo las dos características de las que os estoy hablando hoy. No es habitual que haya escritores así porque ser escritor, para mí, ya implica un interés artístico y continuado por la escritura. Si ese interés existe, tanto el talento como la disciplina se pueden potenciar.

Si me dais a elegir, y por mojarme un poco, prefiero que me pongan diez toneladas de disciplina al talento. El talento es facilitador, qué duda cabe, pero creo que es una potencia tan fuerte que es muy complicada de manejar. El talento es demasiado errático para mi gusto. Soy de los que creen que un talento medio puede conseguir grandes historias con mucho trabajo, mientras que el talento por sí solo es una potencia descontrolada que no produce nada sin un propósito a una dirección.

Creo que todos alguna vez nos hemos encontrado con textos muy buenos en los que somos incapaces de decir si al escritor le ha llevado mucho o poco trabajo llevarlo a cabo, pero es muy sencillo distinguir cuándo a un texto producido desde el talento no se le ha trabajado suficiente. Suelen ser textos que suenan bien, que tienen imágenes potentes e incluso ideas brillantes, pero que no van a ningún sitio, que quizás son coherentes y que, seguramente (si el texto es largo) se desinflen con el tiempo.

Por supuesto, hay genios, que son aquellos que logran aunar las dos características a la vez y cuyos nombres son los que pasarán a la historia de las letras, pero es asombroso el ínfimo porcentaje que representan en el conjunto de escritores totales. Lo más normal, de hecho, es que haya escritores hormiguita con un talento concreto y muchas horas de teclado y pantalla.

La mayoría de nosotros, necesitamos horas de disciplina porque el talento es algo repartido con cuentagotas. Sé que es algo que rompe la idea mágica del escritor idílico, pero romper con el mito es la mejor manera de empezar a mejorar con nuestra escritura.

Acerca del autor

Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG675

Alejandro Marcos

Coordina los Departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga del posgrado de formación de profesores. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Daniel Montoya, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.

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