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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Por el título del artículo podríais pensar que me he vuelto (por fin) loco; que he pasado tanto tiempo revisando y depurando mis textos que he perdido el norte y he decidido emprender una lucha absurda contra la belleza en la escritura. No me extraña. O, mejor dicho, no me extrañaría que pasara en algún momento. Por ahora no es el caso, pero dejadme que os lo explique mejor.
Cuando yo hablo de «frases bonitas» uso el término en el sentido en el que Inés Arias de Reyna lo utiliza en sus clases de escritura. Es decir, no en el sentido literal, sino en un sentido un tanto irónico (aunque no del todo). Con «frase bonita» me refiero a esa frase de belleza y calidad superior a la media que aparece en un texto narrativo y que destaca por encima del resto de frases. Una frase que, extraída de dicho texto narrativo, suena bien, es profunda o provoca una imagen evocadora y potente. De esas de copiar en un papel y pegar en la pared de tu cuarto.
«Vale, ahora sí que se ha vuelto loco», pensaréis. «¿Por qué querría alguien emprender una lucha contra ese tipo de frases? Precisamente es para escribir ese tipo de frases por lo que me metí en esto de la escritura. ¿Ahora resulta que no hay que intentar escribir frases bellas?»
Calma, calma. Fijaos que este tipo de frases solo reciben el calificativo de «bonitas» cuando destacan demasiado del resto de sus compañeras. Si sois capaces de escribir un texto lleno de frases bonitas que encajen con la trama y no produzcan ninguno de los problemas que voy a describir a continuación, enhorabuena, sois Julio Cortázar, no toquéis nada.
Para los demás mortales, lo más normal es que este tipo de frases sean excepciones que, a pesar de su belleza, no ayuden al texto. La razón principal es que pueden producir alguno de los siguientes problemas:
Las «frases bonitas» pueden tener uno o varios de estos problemas y la aparición de alguno de ellos es suficiente como para que saquemos las tijeras de podar y, con mucho sufrimiento, las quitemos del texto. Borrar estas frases cuesta más que eliminar cualquier otra cosa que sobre en nuestros escritos porque estas frases «son» buenas. No hay en ellas ningún problema inherente. Como siempre que eliminamos cosas, os sugiero copiarlas en un documento aparte porque quizás os sirvan como ideas para un texto futuro o podáis aprovecharlas de algún modo más adelante. Mi experiencia me dice que no suele pasar, que esas frases se acaban borrando o incluso que pierden su belleza cuando las releemos con el tiempo; pero es una manera efectiva y sencilla de no sufrir en exceso.
Ahora contadme vosotros. ¿Os ha pasado alguna vez esto de las «frases bonitas»?, ¿qué habéis hecho en esos casos? Dejadme vuestra experiencia, como siempre, en los comentarios.
Coordina los departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga de la Capacitación Docente en Escritura Creartiva. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Lara Coto, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.
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