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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS
Uno de los clásicos de los que siempre hablamos en el blog es el síndrome del impostor, más que otra cosa porque a este que os escribe le afecta bastante más de lo que le gustaría. Sin embargo, me he dado cuenta de que hablamos poco de la gente que sufre precisamente de lo contrario y del problema que puede llegar a suponer para su escritura.
Os estoy hablando de lo que yo he llamado: «El síndrome del emperador desnudo».
El nombre está extraído, como seguramente ya hayáis deducido, del cuento «El traje nuevo del emperador». En el cuento, unos sastres engañan a un emperador diciéndole que han ideado un traje que él no puede ver, pero que el resto del mundo sí. Como el emperador se lo cree, nadie se atreve a contradecirlo a pesar de que el rey no va vestido con nada. No hay traje.
Algo así sucede con los escritores que padecen de este síndrome.
El síndrome del emperador desnudo se da en escritores que durante el comienzo de su carrera han recibido muchos elogios hacia su escritura y que han encontrado sencillo que sus historias se publicaran o tuvieran cierta difusión. Eso hace que el nivel de confianza del escritor sea tan alto que sea incapaz de distinguir de manera objetiva si lo que escribe tiene calidad o no la tiene.
Esos comentarios excesivamente alentadores suelen provenir de gente sin formación literaria y, probablemente, con una cercanía emocional hacia el escritor. Por no querer herir los sentimientos del escritor y por no contar con las herramientas adecuadas, la posible crítica a los escritos desaparece.
Es verdad que la crítica no es la única herramienta que tiene un escritor para crecer, pero sí es la más eficaz. Uno puede aprender también de forma autónoma con lecturas y con análisis de otros textos literarios, pero eso implica un interés por mejorar que estos escritores desnudos no poseen porque se creen que no lo necesitan.
Y este efecto es una bola de nieve. Poco a poco esos escritores se envalentonan y comparten sus textos con más gente, ampliando el círculo de aduladores que, a pesar de no ver ningún traje, fingen que es el traje más bello que existe. Es decir, el entorno ayuda mucho a que este síndrome crezca.
Este síndrome también viene acompañado de una justificación irreal de todo aquello que no encaje en el relato del escritor tocado por las musas. Encontrarán razones peregrinas para justificar que las editoriales no les respondan o que sus textos no lleguen a ser ni siquiera finalistas para un concurso. También, como veremos luego, serán completamente inmunes a las posibles críticas.
De este tipo de escritores se nutren las mal llamadas editoriales de coedición que se aseguran de engañar con halagos a los escritores primerizos o a los que padezcan el síndrome del emperador desnudo para atraerlos hacia sus publicaciones. También son los que llenan la autoedición de malos libros que dan la fama negativa que tiene este tipo de edición donde, dicho sea de paso, hay de todo como en todas las editoriales tradicionales.
Si la publicación sucede y la exposición llega al punto de alcanzar a gente de fuera del círculo del escritor, es probable que aparezcan las primeras críticas verdaderas.
Si esto sucede, el síndrome del emperador desnudo hará que crea que las críticas son infundadas y que de haber algo malo en el texto, se lo hubieran dicho sus palmeros, por lo que la confianza sigue intacta.
Eso si la crítica llega, claro. No es extraño el caso en el que estos escritores se relacionan únicamente con sus lectores más asiduos: sean cuatro o doscientos. He visto escritores con páginas de Facebook llenas de comentarios positivos de cientos de personas y que, sin embargo, escribían como principiantes.
Si os fijáis, es exactamente lo contrario a lo que le pasa a la mayoría de los escritores comunes. Lo normal, y también es un fastidio, es pensar que la escritura no se nos da tan bien como pensamos y que todos escriben mejor que nosotros, que en algún momento van a descubrir que no somos escritores de verdad y nos van a señalar.
Ninguno de los dos síndromes es bueno. Los dos provocan que nuestra escritura se resienta, bien por un exceso de confianza o bien por falta de ella. Como en casi todo en esta vida, el equilibrio es lo mejor a lo que podemos aspirar.
No es extraño que a los talleres venga gente que hasta el momento ha sufrido del síndrome del emperador desnudo y que creen que en los talleres van a destacar y a ser alabados por los profesores y los compañeros. Si el alumno resiste en el curso, pasará rápidamente de un síndrome al otro. Es más, es probable que pase con mucha fuerza de uno a otro porque se dará cuenta de que hasta ahora todos han estado viéndole desnudo.
Volver a recuperar la confianza en esos casos es muy complicado y es probable que el escritor acabe abandonando y fracasando en su empeño.
Por eso mismo considero que es un síndrome más peligroso que el del impostor. En el caso de los impostores, puedes ir ganando confianza poco a poco con la escritura y con la observación. Para los desnudos, la confianza no puede perderse poco a poco, sino de golpe.
Aunque lo cierto es que este tipo de alumnos en realidad casi nunca se caen de su guindo y lo que hacen es rodar de un curso a otro hasta que alguien les dice lo que quieren oír o directamente abandonan las clases porque no tienen nada que aprender o porque el profesor no ha entendido su escritura.
Al igual que un defecto de confianza puede bloquearnos hasta el punto de no escribir o de no compartir aquello que hemos escrito, el exceso de confianza puede colocarnos en un nivel más peliagudo porque nos expone de una forma aún más vulnerable y de la que, en la mayoría de casos, no somos conscientes.
Coordina los departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga de la Capacitación Docente en Escritura Creartiva. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Lara Coto, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.
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